Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Arturo D. Villanueva Imaña (*)
A fines del mes de junio pasado se ha cumplido la mitad del periodo
gubernamental del Presidente Evo Morales, el mismo que se inició en Enero del
año 2010, luego de la aprobación de la nueva Constitución Política del Estado.
Restando otros dos años y medio para la conclusión del mandato constitucional y
democrático del gobierno, parece oportuno efectuar un balance sobre la gestión
y la marcha del proceso.
La asincronía entre la gestión gubernamental y el mandato del proceso de
cambio.
Generalmente cuando se evalúa el desempeño de cualquier iniciativa, una de
las primeras cosas que se observa es existe compatibilidad y consistencia entre
el mandato y los objetivos planteados originalmente y la forma cómo se están
ejecutando en la práctica. Al observar los dos años y medio transcurridos de
este periodo gubernamental, se puede apreciar que la gestión gubernamental ha
privilegiado la atención coyuntural de los asuntos y postergado (abandonado?)
el cumplimiento de los objetivos y el mandato del proceso de cambio. Lo urgente
ha prevalecido sobre lo importante. Se ha coyunturalizado la gestión
gubernamental y se han postergado las tareas del proceso de cambio y
transformación democrático cultural.
Esta afirmación se sustenta en los siguientes hechos. En lo que hace a la
atención y resolución de los conflictos sociales que en los últimos años han
constituido los principales asuntos de la agenda nacional, se pueden apreciar
los siguientes equívocos:
Primero, que al margen de la falta de oportunidad y dilación inexplicable
en la atención de los conflictos surgidos, que se ha aunado a un enfoque
agresivo y confrontacional; se ha podido establecer que ha prevalecido generalmente un criterio que optó primero por minimizar y descalificar las protestas y anuncios de movilización
de diversos sectores sociales, que a la postre terminaron en crisis sociales de
envergadura que sacudieron a toda la opinión pública nacional, provocando
movilizaciones, enfrentamiento y hasta muerte de ciudadanos (como por ejemplo
las dos marchas nacionales del TIPNIS, la movilización nacional de los
discapacitados, el conflicto de salud, el caso de Mallku Q’ota o el conflicto
de los policías). Al final, el gobierno terminó adoptando aquella tan
perniciosa modalidad del pasado neoliberal de firmar acuerdos y comprometer la
fe del Estado en documentos que ceden y convalidan lo que originalmente fue
rechazado, lo que ha generado perversos precedentes que alientan el uso de la
violencia y la fuerza, como el mejor argumento de lucha, al margen e independientemente
de la justeza y razonabilidad de las demandas
sociales.
Segundo (y quizás lo más importante), que al mismo tiempo se optó en
algunos casos con romper y contradecir frontalmente las banderas y objetivos
del propio proceso, como se puede comprobar con el caso del TIPNIS, por el cual
el gobierno parece haber optado por contradecir e ir en contra de aquellos
principios y derechos reclamados para la Madre Tierra (Pachamama) y el Vivir
Bien en armonía con la naturaleza, que constituyen dos de las más importantes
propuestas alternativas al capitalismo salvaje y el neoliberalismo
extractivista a nivel mundial, que el gobierno del Estado Plurinacional sostuvo
y defendió en la Cumbre Mundial de Tiquipaya en Cochabamba y otros foros
internacionales. De esa forma, al mismo tiempo de caer en un método de manejo
de conflictos que en el pasado generó un círculo vicioso que terminó
desgastando, debilitando y agotando a los gobiernos neoliberales, también se
perdió la oportunidad de transformar los conflictos en oportunidades para
profundizar y ampliar el proceso hacia perspectivas que superen los límites
sectoriales y corporativistas que generalmente han caracterizado a las
movilizaciones sociales.
En lo que hace a las principales actividades presidenciales en la gestión
del gobierno, es muy clara la opción y priorización por la construcción e
incesante entrega de diverso tipo de obras (no necesariamente estratégicas)
como canchas deportivas, mercados, tinglados, aeropuertos, etc., que se
encuentran asociados a un muy fuerte impulso de la inversión pública y la
ejecución presupuestaria “a como dé lugar”. Al respecto se echa de menos la
existencia de un Plan Maestro de Obras que permita orientar socialmente la
pertinencia e importancia de las obras a encarar, pero sobre todo garantice la
realización de inversiones de desarrollo productivo que permitan generar
empleos permanentes, iniciativas sostenibles y que estén orientados a objetivos
tan importantes como por ejemplo la seguridad y soberanía alimentaria, o el desarrollo
tecnológico nacional. En contrario de ello, el Plan Nacional de Desarrollo que
debería constituir el referente fundamental para que sectorial, programática y
regionalmente en todo el país se pueda encarar las tareas de desarrollo; el
mismo no ha merecido (desde el año 2006 cuándo se publicó), ninguna evaluación
de lo proyectado, una actualización de metas y, mucho menos, la formulación y
puesta en marcha de indicadores que permitan medir el Vivir Bien, que
constituye la finalidad (inclusive formulada constitucionalmente) del
desarrollo nacional. Este vacío no solo implica la imposibilidad de contar con
una herramienta fundamental para medir y encarar programáticamente el
desarrollo nacional, sino que posterga indefinidamente la posibilidad de operativizar
la construcción del paradigma alternativo al capitalismo salvaje que se
encuentra en una crisis sistémica.
Por otra parte, en lo que hace al ámbito legislativo que
constitucionalmente tiene el mandato de aprobar y poner en marcha el soporte
legal y todo el entramado institucional que permita operativizar los postulados
de la Constitución Política del Estado, se puede observar que paulatinamente se
ha ido posponiendo y postergando el tratamiento y aprobación de normas
fundamentales como la Ley Marco de la Madre Tierra, la Ley Marco de Consulta y
Participación de los pueblos indígenas, la ley de descolonización, etc., para
que a su turno surjan iniciativas como la ley de regularización de la propiedad
de inmuebles, la ley de trata y tráfico de personas, o la ley de seguridad
ciudadana que están más estrechamente ligadas con las demandas sociales de
coyuntura, antes que con el mandato de transformación democrático cultural que
debería constituir la prioridad principal para cumplir con los objetivos estratégicos
del proceso. Sin desmerecer en absoluto la atención de problemas acuciantes de
la sociedad nacional a través de la aprobación de normas, paralelamente no deja
de llamar la atención el hecho de que se hayan pospuesto normas que hacen al
contenido y las perspectivas estratégicas del proceso. La opción es legítima,
pero no es deseable y tampoco justificable de cara a toda la esperanza nacional
y las expectativas sociales, que se han traducido en el mandato constitucional
que el gobierno está en la responsabilidad y obligación de cumplir.
La encrucijada del proceso en perspectiva.
Enumerados algunos de los aspectos más importantes que hacen a la gestión
gubernamental y tomando en cuenta los hechos sucedidos hasta aquí, seguramente
coincidiremos en la necesidad de efectuar un ejercicio prospectivo sobre las
tareas que quedan a futuro, principalmente en lo que se refiere al proceso de
cambio y transformación democrático cultural (que en este artículo se distingue
y diferencia de lo que se entiende por gestión gubernamental).
En este campo y al margen de las tareas de descolonización del Estado, la
implementación de la Constitución Política del Estado y el desarrollo de las
autonomías que también son fundamentales y estratégicas para avanzar en la
consolidación del proceso; seguramente coincidiremos que en perspectiva el
asunto de la transformación de la matriz productiva y la industrialización,
constituye el principal desafío del gobierno.
Se trata de un debate largamente discutido y disputado (inclusive en
revueltas y revoluciones populares) a lo largo de nuestra historia republicana.
El cambio de la matriz productiva y la industrialización nacional, ha estado
asociado a las tareas de liberación y soberanía nacionales, así como a la
descolonización del dominio imperialista. De allí surge su importancia
estratégica de cara al proceso de cambio y transformación, porque dependiendo
de la forma como sea encarado y el modelo que adopte en su realización, también
dependerá el contenido revolucionario y las perspectivas del cambio.
Al respecto, el presente artículo quisiera llamar la atención sobre la
doble encrucijada que deberá sortear este asunto tan caro para los objetivos
estratégicos el proceso:
a) La encrucijada
ideológica. Toda la opinión pública nacional ha podido advertir que, al margen de los
temas específicos vinculados con el derecho de consulta y participación de los
pueblos indígenas, el respeto y obligación de proteger su identidad, costumbres
y el derecho a su autodeterminación, así como de resguardar y conservar las
áreas protegidas y los territorios indígenas como manda la Constitución y otras
normas nacionales e internacionales; el conflicto del
TIPNIS también ha tenido la virtud (o pecado según se vea) de evidenciar la
incongruencia entre el discurso en favor de la defensa y protección de los
derechos de la Madre Tierra y de los pueblos indígenas que el gobierno propugnó
y defiende en foros internacionales, frente a la decisión expresada
públicamente de construir “quieran o no quieran” una carretera que
indudablemente implicaría alinearse con el criterio desarrollista y
extractivista que defienden los intereses transnacionales y el capitalismo
salvaje.
Esta encrucijada ideológica, que adicionalmente está asociada a la pérdida,
desvinculación o rechazo de uno de los sectores sociales estratégicos (los
pueblos indígenas), para construir el Estado Plurinacional, la descolonización
y la interculturalidad con igualdad en la diferencia y diversidad cultural y
social es, ni duda cabe, un aspecto nodal que a futuro marcará la orientación
del proceso.
Es claro que de mantenerse el criterio y la posición actual del gobierno
sobre este tema, ya no podrá hablarse con la solvencia necesaria y por supuesto
con ninguna autoridad, respecto del paradigma del Vivir Bien en armonía con la
naturaleza y de la necesidad de construir una propuesta alternativa al
capitalismo salvaje y el neoliberalismo extractivo que se encuentran en la
antípoda de estos planteamientos que han posicionado internacionalmente al
proceso y el gobierno de Bolivia. De esa forma, al interior del proceso, no
solo se habrá perdido un aliado estratégico y fundamental en el bloque social
revolucionario; sino también, a nivel internacional, la legitimidad y autoridad
necesarias para plantear y construir un paradigma civilizatorio alternativo al
capitalismo, que el gobierno del Estado Plurinacional y el proceso de cambio
han posicionado en los movimientos, foros y plataformas internacionales.
Debe quedar claro además, que al optar por la vía de un desarrollismo
extractivo y la construcción de megaobras en diferentes áreas, Bolivia no
solamente resignará y someterá su soberanía e independencia nacionales bajo la
tutela y dominio de los intereses transnacionales y el imperialismo que cuentan
con el capital y la tecnología necesarias para llevar adelante aquellos
megaproyectos de comunicaciones, transporte, infraestructura, hidrocarburos y
minería; sino que se habrá embargado la posibilidad de emprender y desarrollar
iniciativas en armonía con la naturaleza y la construcción del socialismo
comunitario para Vivir Bien, puesto que mal se puede esperar que, reforzando el dominio imperialista y adoptando sus métodos de
desarrollo extractivista, podamos liberarnos de su dependencia y sometimiento
y, al mismo tiempo, construir un modelo alternativo. De esa forma solo se habrá
favorecido la neocolonización nacional y la descolonización externa solo será
una aspiración sin contenido.
b) La encrucijada
material. Asumiendo que la encrucijada ideológica ha sido resuelta en favor de la
idea de construir el socialismo comunitario para el Vivir Bien, desechando las
tentaciones desarrollistas y extractivistas que actualmente parecen predominar
en la gestión gubernamental; el problema que se plantea está relacionado con
las condiciones materiales para llevar adelante el proceso para el cambio de la
matriz productiva y la industrialización nacional, así como la definición de
los sectores estratégicos que deberán encarar esta tarea de transformación y
liberación nacional.
En principio debe señalarse que independientemente de las razones que
puedan argumentarse para fundamentar las opciones y prioridades adoptadas en
este campo, debe coincidirse en que los esfuerzos nacionales se han orientado a
los hidrocarburos y la minería, para dejar de lado los sectores fabril y
agropecuario, cuyo potencial (como veremos) es indudablemente muy importante
para los objetivos del proceso.
En el caso de los hidrocarburos, la opción ha sido claramente inobjetable
desde el punto de vista de la recuperación de la propiedad y soberanía nacional
sobre estos recursos naturales y, mucho más, habida cuenta de la cantidad de
reservas probadas de gas y petróleo que para el año 2004
se había certificado que llegaban a más de 465 millones de barriles de
condensado y petróleo, con los cuáles indudablemente se contaba con todo el
potencial necesario para abastecer la demanda del mercado internacional, así
como los requerimientos que se presentarían para el consumo interno y,
principalmente, los proyectos de industrialización y cambio de matriz
productiva que el país requiere. Sin embargo, para fines del año 2009, la
cantidad de reservas probadas cayó a menos de la mitad de lo que se había
establecido el año 2004, sumando un poco más de 209 millones de barriles, según
reporte de YPFB. Paralelamente a ello, públicamente es
conocido que la actual producción de gas y petróleo de Bolivia se encuentra
prácticamente al mismo nivel de los volúmenes requeridos para cumplir con los
contratos de exportación que se tienen, así como para cubrir la demanda
interna. Como las tareas de exploración de nuevos pozos también ha sido
relegada y tardía, no se cuenta con condiciones para atender nuevas demandas de
gas a nivel internacional y tampoco para ampliar los contratos que actualmente
se tienen comprometidos. En estas condiciones, se puede afirmar que los
proyectos de transformación e industrialización del gas y petróleo producido en
Bolivia se han rezagado significativamente, y tampoco se cuenta con la
disponibilidad de gas para ampliar el abastecimiento de industrias como las del
cemento o, como en el caso del Mutún, para alimentar el proyecto siderúrgico
que finalmente, luego de varios años de tira y afloja, ha sido rescindido, sin
que alternativamente tampoco el Estado haya iniciado ningún tipo de acciones en
la otra mitad de la reserva de hierro del Mutún que había quedado en propiedad
nacional.
En resumen es posible afirmar que aun cuando ya se hubiese resuelto el
problema de la disyuntiva ideológica descrita anteriormente, el proceso de
industrialización y transformación hidrocarburífera no dispone materialmente de
los volúmenes necesarios de gas y energía para emprender esta iniciativa. No se
puede transformar e industrializar un recurso hidrocarburífero que no se
dispone.
En el caso de la minería sucede un problema similar en lo que se refiere a
la ausencia de proyectos de transformación de la materia prima extraída de la
tierra, porque no solamente se acaba de anular aquel emprendimiento tan caro
para Bolivia como era el establecimiento de la industria siderúrgica en base a
la explotación del hierro en el Mutún; sino que ha comenzado a proliferar el
avasallamiento de minas y el extractivismo más contaminante, desordenado y
salvaje que, muy en contrario de los objetivos de transformación productiva
para superar la condición de proveedores de materias primas que ha
caracterizado nuestra economía; este tipo de extractivismo provoca
enfrentamientos, violencia, avasallamientos y, al desarrollarse, enormes daños
socioambientales y contaminación, que terminan afectando los acuíferos y las
condiciones de vida de las comunidades y los pueblos cercanos a los yacimientos
mineros.
En el caso de la
minería, por tanto, y mientras duren precios elevados de los minerales
explotados (que suelen ser muy coyunturales y por cierto ya han mostrado
tendencias a la baja por la crisis en Europa), lo que se puede
apreciar es que comienza a prevalecer la tradicional explotación de materias
primas que debería superarse; y una extracción salvaje, desordenada y muy
contaminante, que va en contra tanto de los objetivos de transformación
productiva, como de los principios de convivencia armoniosa con la naturaleza.
En el caso del litio, que evidentemente constituye otro emprendimiento de
trascendencia, dadas las posibilidades de posicionar a Bolivia
internacionalmente en vista de las reservas existentes en el salar de Uyuni;
debe mencionarse la excesiva lentitud y cautela en los avances alcanzados hasta
ahora, y los muy incipientes pasos para lograr la transformación e
industrialización de este yacimiento de litio. No parece existir consonancia
entre la importancia y trascendencia de un emprendimiento de esta envergadura,
con los avances y resultados alcanzados hasta ahora. Parece claro que las
preocupaciones del ministerio encargado del ramo, no han estado precisamente
orientadas a este campo de la minería, que con seguridad pueden ser atribuidas
a la enorme conflictividad social que ha tenido que atender y la incapacidad de
aprobar y poner en marcha un nuevo Código minero que, a diferencia del
contenido ultraliberal que actualmente se rige la minería, puede decirse que
constituye una de las causas fundamentales del caos en este sector.
En cualquier caso, de cambiarse la actual tendencia y retomar iniciativa en
el proceso de transformación e industrialización minera, es imperioso que
paralela y aun previamente, también se efectúen todos los esfuerzos necesarios
para construir y desarrollar nuevas fuentes de energía eléctrica, puesto que lo
mismo que sucede con la producción de gas e hidrocarburos, la producción y
generación de este insumo tan fundamental para mover a la industria, se encuentra al mismo nivel y en precario equilibrio
con la demanda nacional, teniendo graves dificultades para atender y proveer la
energía necesaria a las industrias actualmente en funcionamiento o que desean
ampliar su producción. Inclusive el consumo doméstico ha tenido que sufrir
apagones y cortes en varias ciudades, en vista de estos precarios equilibrios
entre oferta y demanda de energía eléctrica.
Para concluir este acápite, debe mencionarse la relativa y comparativamente
menor atención brindada a los sectores de manufactura, pequeña industria fabril
y la agricultura campesina con base comunitaria y producción ecológica. Tomando
en cuenta la gran importancia que tienen estos sectores en lo que hace a la
ocupación de mano obra, la capacidad para desarrollar tecnología acorde a la
producción y necesidades nacionales y, especialmente, desarrollar iniciativas
comunitarias que emergen de las prácticas culturales aun persistentes, que
constituyen la base material para impulsar
iniciativas de producción basadas en el intercambio, la complementariedad, la
solidaridad y la reciprocidad, así como prácticas armoniosas con la naturaleza
para Vivir Bien; es claro que deberían merecer una atención preferencial,
puesto que adicionalmente fortalecerían la conformación del bloque social del
proceso.
Un aspecto adicional que no puede escapar al análisis de los elementos que
pueden contribuir a la transformación de la matriz productiva y la
industrialización, es el referido al uso y destino de las reservas
internacionales acumuladas en el Banco Central de Bolivia. La acumulación de
una riqueza que ya ha superado los doce mil millones de dólares, que son
resultado de los ingresos generados principalmente por la venta de gas y
minerales del país, debería también asociarse al asunto de la redistribución de
la riqueza nacional, porque este asunto constituye el origen principal de los
conflictos sociales, las movilizaciones y las demandas populares que han
convulsionado el país en los últimos años.
Por ahora, dichos recursos han sido destinados preferentemente para su
inversión en actividades hidrocarburíferas, y aunque efectivamente hay que
reconocer que también se han impulsado importantes políticas de redistribución
que se tradujeron en diverso tipo de bonos que llegan a los sectores sociales
más vulnerables de nuestra sociedad; tampoco debería descartarse la
importantísima alternativa de invertir dichos recursos en proyectos productivos
de base comunitaria (como la campesina de producción asociativa ecológica, la
pequeña industria manufacturera, mecánica y automotriz, por ejemplo para el
ensamblado de automotores y otros vehículos) que tendrían la virtud de generar
fuentes de trabajo permanente, estable y con elevado uso de mano de obra. De
esa manera, a su turno, ello bien podría evitar y competir con la actual
tendencia de los sectores rurales más empobrecidos y necesitados, a convertirse
en mineros que provocan tan serios y violentos problemas socio ambientales. Al
margen de descomprimir la cada vez más fuerte presión social para que el
gobierno distribuya los ingresos nacionales en salarios y gastos corrientes, no
debería descartarse el gran efecto multiplicador que conlleva utilizar y
redistribuir la riqueza nacional, generando producción, fuentes de trabajo e
iniciativas productivas de base comunitaria y gestión social.
De esa forma, el socialismo comunitario para Vivir Bien en armonía con la
naturaleza, dejará de constituir una aspiración que quede como una tarea para un futuro incierto, para pasar a ser una política
nacional a desarrollarse ya.
Tomando en cuenta este conjunto de reflexiones y hechos que han tratado de
dar cuenta de lo que sucede con la gestión gubernamental y el proceso de
cambio, seguramente el planteamiento para reconducir la orientación del
proceso, ya no aparecerá como un fenómeno externo, ajeno y rechazado, sino más
bien como una necesidad imperiosa, propia de la dinámica del proceso y que
surge como resultado de un análisis autocrítico, orientado a dar cumplimiento
cabal del mandato constitucional y la demanda popular.
(*) Sociólogo, boliviano. Cochabamba – Bolivia; Julio
25 de 2012. Ll
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