Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Aquellos que tienen techo de vidrio no deberían dedicarse a tirar piedras
al cielo
Por Jaime Iturri

Por ese
entonces vivía en la Rosendo Gutiérrez y trabajaba en la vieja Última Hora, la
de los buenos tiempos, cuando Mario Mercado aún vivía. Esa mañana me despertó
el ruido de los disparos. Me levanté asustado, corrí a las ventanas del fondo y
desde ahí pude escuchar nítidamente el tiroteo. Era el 5 de diciembre de 1991.
La balacera se producía en la Abdón Saavedra, en la casa donde la Comisión
Néstor Paz Zamora tenía secuestrado al industrial y dirigente deportivo Jorge
Lonsdale.
Prendí
mi radio (por la hora no habían comenzado los informativos en televisión) y
escuché el relato de lo que pasaba: la refriega, la toma violenta, las
declaraciones de un militar cuya empleada doméstica había descubierto en su
baño a dos de los guerrilleros (Miguel Northtufter y Luis Caballero Inclan).
Esas declaraciones fueron rescatadas por BolPress: “Los ruidos en el techo de
mi casa y disparos me despertaron. Lo primero que hice fue bajar al dormitorio
de mi papá y preguntarle qué pasaba. La empleada había sido amenazada por dos
personas armadas en el pequeño baño (que queda en un corredor abierto, ubicado
al nivel del sótano, en relación a la calle Abdón Saavedra). Mi casa estaba ya
con varios policías civiles, unos nueve creo, y detuvieron a las dos personas,
las maniataron con sus cinturones, creo, y se las llevaron (...) salieron por
aquí (señalando una ventana desde su dormitorio en el 2° piso) que da a un
techo de calamina y por donde antes habían llegado los dos... Sí, por ahí
salieron policías y detenidos. Ya antes se movían en los techos otros policías
y se veía una escalera que estaba colocada junto a la casa de abajo, que
colinda con la del Sr. Torres... Uno era delgado, de unos 30 años, calvito. El
otro era moreno y de baja estatura. Los detenidos (...) se rindieron ante la
Policía que les amarró las manos y los sacó como dije. Aún gritaba uno Viva el
ELN…”.
Luego,
esos detenidos y maniatados fueron llevados a la terraza y arrojados desde ahí,
según cuentan los testigos. Claro, La Paz es un embudo y desde las casas que
están unos metros más arriba se veía todo lo que pasaba.

Por qué
traigo esta historia, porque quién comandó el operativo y dio todas las órdenes
fue Carlos Valverde Bravo, por entonces jefe de Inteligencia de Jaime Paz
Zamora, quien se disfraza, hoy por hoy, de periodista y acaba de editar el
libro ¡Maten a Rózsa! destinado a sembrar dudas sobre el caso que involucra a
mercenarios y a separatistas cruceños. No voy a comentar el libro, lo leí y reí
mucho por lo forzadas de las conclusiones, pero sí me gustaría que Valverde
ponga el mismo celo en contar toda la verdad de la masacre de la Adbón
Saavedra, porque los que tienen techo de vidrio no deberían dedicarse a tirar
piedras al cielo.
Publicado en La Razón el 18 de mayo de 2012
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