Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Frei Betto
La actual crisis del capitalismo dio sus primeras señales en los Estados Unidos en el 2007 y ya hizo aparecer en el Brasil signos de
incertidumbre.
El sistema es un gato de siete vidas. En
el siglo pasado enfrentó dos grandes crisis: la primera a comienzos del siglo
XX, en los orígenes del imperialismo, al pasar del dejar hacer (liberalismo
económico) a la concentración del capital por parte de los monopolios. La guerra económica por la conquista de mercados condujo a la
bélica: la Primera Guerra Mundial. Y acabó en una “salida” hacia la izquierda:
la Revolución Rusa de 1917.
En 1929 se dio una nueva crisis, la Gran
Depresión. En un abrir y cerrar de ojos miles de personas perdieron sus
empleos, quebró la Bolsa de Nueva York, se extendió la recesión durante un
largo período, afectando a todo el mundo. Pero esta vez la “salida” fue hacia
la derecha: el nazismo. Y como consecuencia la Segunda Guerra Mundial.
¿Y ahora qué?
Esta tercera crisis se diferencia de las
anteriores. Y es sorprendente por varios aspectos: los países que antes
componían la periferia del sistema (Brasil, China, India, Indonesia) están
mejor que los metropolitanos. Este año el crecimiento de los países
latinoamericanos debe superar al de los EE.UU. y al de Europa. En esta parte del mundo son mejores las condiciones
para el crecimiento de la economía: salarios en alza, desempleo a la baja,
crédito abundante y reducción de las tasas de interés.
En los países ricos se acentúan el
déficit fiscal, el desempleo (en la Unión Europea hay 24.3
millones de desempleados), el endeudamiento de los Estados. Y en Europa parece
que la historia -para quien ya vio esta película en América Latina- está siendo
repetida: el FMI pasa a administrar las finanzas de los países, intervino en
Grecia y en Italia, y quizá dentro de poco en Portugal, y Alemania, como
acreedora, logra lo que Hitler intentó por las armas: imponer a los países de
la zona del euro las reglas del juego.
Hasta ahora no hay salida para esta
tercera crisis. Todas las medidas tomadas por los EE.UU. son paliativas y
Europa todavía no ve la luz al final del túnel. Incluso se puede agravar todo
con la ya anunciada desaceleración del crecimiento de China y la consecuente
reducción de sus importaciones. Para la economía brasileña sería drástico.
El comercio mundial ya se redujo un 20
%. Y se da una progresiva desindustrialización de la economía, que está
afectando al Brasil. Lo que, por otro lado, sustenta las ganancias de las
empresas es que ellas operan por ahora tanto en la producción como en la
especulación. Y, a través de los bancos, promueven la financiación del consumo.
¡Viva la vida! Hasta que la pelota estalle y la insolvencia se propague como la
peste.
La “salida” de esta tercera crisis ¿será
por la izquierda o por la derecha? Temo que la humanidad se encuentre bajo dos
graves riesgos; el primero ya es obvio: los cambios climáticos. Producidos
incluso por la pérdida del valor de uso de los alimentos, ahora sujetos al
valor de compra establecido por el mercado financiero.
Se está dando una creciente
reprimarización de las economías de los llamados emergentes. Países como Brasil
retornan en el tiempo y vuelven a depender de las exportaciones de commodities
(productos agrícolas, petróleo y mineral de hierro, cuyos precios son
determinados por las transnacionales y por el mercado financiero).
En este esquema global, ante el poder de
las gigantescas corporaciones transnacionales, que controlan desde las semillas
transgénicas hasta los venenos agrícolas, el latifundio brasileño pasa a ser el
eslabón más débil.
El segundo peligro es la guerra nuclear.
Las dos crisis anteriores tuvieron en las grandes guerras sus válvulas de
escape. Ante el desempleo masivo, nada como la industria bélica para emplear
trabajadores desocupados. Hoy día hay miles de artefactos nucleares guardados
por todo el mundo. E incluso hay minibombas nucleares, con precisión para
destrucciones focalizadas, como en Hiroshima y Nagasaki.
Estamos a tiempo para rechazar la
anticipación del apocalipsis y reaccionar. Para buscar una salida al sistema
capitalista, intrínsecamente perverso, hasta el punto de destinar miles de
millones a fin de salvar el mercado financiero y de dar la espalda a los
millones de seres humanos que sufren entre la pobreza y la miseria.
Lo que nos queda, pues, es organizar la
esperanza y crear, a partir de una amplia movilización, alternativas viables
que lleven a la humanidad, tal como se reza en la celebración eucarística, “a
repartir los bienes de la Tierra y los frutos del trabajo humano”.
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