Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo
D. Villanueva Imaña (*)
A tiempo de relativizar y minimizar la trascendencia
de los conflictos sociales que han convulsionado el país por algo más de un mes
y medio, el Vicepresidente Alvaro García Linera, en una entrevista concedida al
periódico Los Tiempos de fecha 15 de abril del presente año, sostuvo que
Bolivia se encuentra “ante un periodo de expansión de la economía y un proceso
de conflictividad propio por la redistribución de la riqueza que el Estado está
generando”.
De esa manera, la ciudadanía no solamente encontró
una explicación acerca de las causas y motivos que originan los conflictos
sociales que, a pesar de los acuerdos iniciales alcanzados sectorialmente aún
están provocando violentos disturbios en las calles; sino que además ha
conocido una caracterización acerca del periodo o etapa (de expansión) en la
que se encontraría la economía nacional y el propio proceso.
Asumiendo que una de las causas fundamentales que
han originado los conflictos sociales, se debe a la demanda popular por una
mejor redistribución de la riqueza generada por el Estado; el presente artículo
estará orientado a reflexionar respecto de las respuestas realizadas frente a
esa demanda planteada y el tipo de enfoque que el gobierno nacional está
adoptando para resolver los problemas de desigualdad, pobreza y desarrollo que
subyacen a dicha situación, en la perspectiva de desentrañar las implicaciones
que ambas decisiones tienen sobre la alienación del proceso de cambio.
La hipótesis central del análisis y la reflexión es
que de un diagnóstico correcto realizado por el Vicepresidente, en la práctica
se ha derivado en una respuesta negativa y de rechazo a las demandas de los
sectores sociales, pero que además se está optando por adoptar un enfoque
desarrollista y extractivista para resolver los graves problemas de pobreza y
desigualdad que terminará alienando el proceso en favor del neoliberalismo y
los intereses transnacionales del capitalismo salvaje que, a su turno,
contradicen frontalmente el discurso anticapitalista y antiimperialista que se
afirma abanderar.
En el primer caso, en cuanto a la demanda social por
lograr una mejor redistribución del ingreso que principalmente está planteando
la COB, vía el incremento de los salarios, la respuesta del gobierno ha sido la
misma que se ha producido durante los últimos 5 años. Es decir, que solo se realizará un incremento que
compense el índice de inflación anual de la gestión pasada. Adicionalmente, el
Presidente Evo Morales señaló la imposibilidad de efectuar un incremento mayor,
en vista de que ello no solamente implicaría una irresponsabilidad que podría
desatar la inflación y poner en riesgo el equilibrio macroeconómico tan
costosamente conseguido (un argumento permanentemente utilizado por gobiernos
neoliberales pasados), sino que se afectaría los programas de inversión
previstos, que están destinados al crecimiento de la economía y la
industrialización.
Como se puede apreciar, este tipo de respuesta no
solo recuerda los argumentos esgrimidos por aquellos gobiernos neoliberales del
pasado, sino que al margen de rechazar una justa demanda popular, también se
encuentra en franca e irónica contradicción con la enorme acumulación de
reservas monetarias. No debe olvidarse que cotidianamente el mismo Presidente
señala que Bolivia se ha convertido durante en los últimos 6 años de la gestión
gubernamental, en un país que ha logrado acumular más de una decena de miles de
millones de dólares de reserva monetaria que, sin embargo, no pueden (o no
quieren?) ser utilizados para atender la tan esperada redistribución de los
ingresos y la riqueza acumuladas; muy a pesar de que independientemente de los
avances logrados en otros campos de la economía y la sociedad, aún persiste
mucha pobreza y desigualdad que afecta a la mayoría de los sectores sociales
del país. Es decir, que el pueblo no alcanza a comprender razonablemente, por
qué no es posible redistribuir la enorme riqueza acumulada, siendo que el
propio Presidente se encarga de destacar este logro de manera reiterada.
Desde esa perspectiva, resulta absolutamente claro
por qué surgen anual y regularmente los conflictos sociales y los sectores
populares se movilizan por lograr una mejor distribución de la riqueza, sino
que es previsible que en el futuro continúen haciéndolo; ya no como un rito
anual, sino como resultado de una demanda legítima originada en el crecimiento
de la economía y la enorme acumulación de reservas. La pregunta que queda
pendiente es: hasta cuándo el pueblo estará dispuesto a esperar y permitir que
se siga postergando sus demandas o,
finalmente, se cumpla con la redistribución de la riqueza nacional.
Con relación al tema y antes de continuar con el
segundo aspecto, realicemos una breve digresión que surge como resultado del
contenido y los alcances de los conflictos sociales que se han ido haciendo
cada vez más recurrentes en la gestión del proceso de cambio. Sucede que no
solo se está produciendo una proliferación de los mismos, sino que llama
profundamente la atención el hecho de que la generalidad de los conflictos
sociales tengan un carácter corporativo, sectorial e inmediatista que no solo
descuida el abordaje y solución de asuntos de interés nacional, sino que deja
de lado las tareas nacionales inconclusas, para reducirse al salarialismo de la
COB y otras demandas sectoriales menores, que paradójicamente llegan a
convulsionar al país. Ello refleja claramente lo que podría denominarse como la
provincianización del proceso y un empobrecimiento de ideas y perspectivas
(tanto en el gobierno como en los sectores sociales) que terminan confluyendo
en el marasmo y la rutina de la conflictivitis, donde lo importante ya no es
dar cumplimiento a las tareas transformación y cambio democrático cultural,
sino de arrancar o desconocer y negar (al más viejo y repudiable estilo
corporativo o confrontacional), cualquier conquista sectorial por más mínima
que sea. De esa forma no solo se pierde perspectiva, sino que se pierde la
oportunidad y se continúan dejando pendientes el cumplimiento de las tareas
nacionales que se arrastran desde el pasado. La exteriorización de acusaciones
entre el gobierno y los sectores sociales que mutuamente se tildan de ser
derechistas, antinacionales o cualquier otro atributo calificativo tan
corrientemente utilizados, solo constituye un accidente en un problema de mayor
fondo que, de seguir así, solo contribuirá a embargar las perspectivas del
proceso de cambio.
En cuanto al segundo punto que ya no tiene que ver
con las causas que originan los conflictos, sino con las acciones y políticas
que el gobierno ha emprendido para atacar y resolver los problemas de
desigualdad, pobreza y desarrollo del país, es importante efectuar y destacar
las siguientes reflexiones y puntualizaciones.
Así como el discurso del Presidente hace una
reiterada referencia a la acumulación de más de 12.000 millones de dólares de
reservas, también es recurrente su sistemática preocupación respecto de las
bajas ejecuciones presupuestarias de los gobiernos subnacionales y de los
propios ministerios, pero sobre todo con relación a la necesidad de agilizar
las inversiones y promover el crecimiento económico.
Esta insistencia por efectuar inversiones y agilizar
el crecimiento de la economía nacional, tiene varias e importantes
implicaciones sobe el proceso de cambio que vale la pena enfatizar, puesto que
de ello depende si efectivamente nos conducimos y lograremos consolidar la
soberanía nacional y la construcción del socialismo comunitario para Vivir
Bien.
a) La obsesión por impulsar las inversiones, la ejecución
presupuestaria y el crecimiento económico, está íntimamente asociada con la
lógica extractivista y la explotación (salvaje) de los recursos naturales y la
fuerza de trabajo, porque no es posible imaginar otra fuente para generar
riqueza y acumular bienes materiales. Es decir, que este tipo de razonamiento alienta
la instalación y funcionamiento de mega proyectos de explotación minera,
hidrocarburífera, de infraestructura productiva industrial, caminera y de
comunicaciones, con lo cual no solamente existe la presión para flexibilizar la
normativa ambiental y restringir los derechos colectivos de los pueblos
indígenas y las comunidades rurales que se encuentran en el entorno de dichos
emprendimientos, sino que se alienta y profundiza el sometimiento, la
dependencia y la pérdida de soberanía nacional, respecto de los intereses
capitalistas transnacionales, por la sencilla razón de no disponer del capital
necesario para efectuar estas grandes inversiones y tampoco la tecnología. En
otras palabras, se provoca la alienación del proceso, puesto que no es posible
hablar o pretender abanderar el anticapitalismo y el antiimperialismo, al mismo
tiempo de impulsar el extractivismo y la explotación de los recursos naturales
(que además nos reducen a la condición de proveedores de materias primas), bajo
el argumento de que se necesita impulsar la inversión de capital y ampliar el
crecimiento económico.
b) No se distingue el hecho de que existe una gran distancia
entre generar riqueza (que surge como consecuencia de la extracción de las
materias primas y los recursos naturales) y alcanzar el desarrollo. Parecería
como si no se hubiese logrado internalizar aun las experiencias (históricas y
recientes) de explotación de los recursos naturales que, como el caso
emblemático de Potosí, si bien generaron cuantiosas riquezas, sin embargo, no
se tradujeron en desarrollo para la población y los pueblos de su entorno y
mucho menos en bienestar para todos. Lo mismo puede decirse con los bosques,
los hidrocarburos u otros lugares mineros.
c) No se logra asimilar que la causa fundamental de la pobreza y
la desigualdad, es el capitalismo y su lógica extractivista y de explotación.
Que el producto principal (estrella) del capitalismo, es precisamente la
pobreza y la desigualdad. Que mal se puede esperar que la pobreza y la
desigualdad acaben y desaparezcan, si se insiste en utilizar los mismos
mecanismos capitalistas de explotación y extractivismo que los originan.
d) Tampoco se comprende que existe un fuerte componente colonial
cuando se adopta y defiende el enfoque extractivista y desarrollista, porque al
margen de reproducir una lógica de explotación que repite los patrones
capitalistas; en realidad lo que sucede es que se mantiene una mentalidad
colonizada que desea alcanzar y desea igualarse a aquel capitalismo que
constituye el modelo civilizatorio a seguir. De esa forma se aliena y embarga
los objetivos de transformación y cambio del proceso, para favorecer la lógica
capitalista del consumo, esperando gozar o aproximarse a ese patrón de “tener
más” y “consumir más” que caracteriza el modo de vida capitalista. Se sucumbe
ante la lógica de saber lo que
sucede con los precios, el consumo y los ingresos; y se olvida lo que sucede
con la vida de las personas, con el estado de la naturaleza y con los derechos
humanos. Bajo el argumento de que la pobreza es sinónimo de carencia material
de bienes y servicios, se alienta y defiende el consumismo y la lógica
capitalista de tener más. No se ha logrado generar alternativas a la lógica de
consumo y se continúa despreciando y rechazando los principios y prácticas de
la reciprocidad, la complementariedad, la solidaridad, porque se las entiende
como prácticas propias de pueblos y comunidades subdesarrolladas, “salvajes” y
carentes de los bienes que les ofrece la “civilización”. Desde ese punto de
vista, también puede señalarse que prevalece un contenido clasista, que deja de
lado el modo de ser y la identidad indígena, cuyas prácticas de vida
comunitaria y de una relación armoniosa con la naturaleza, bien podrían
constituir un aporte fundamental en la construcción de un nuevo paradigma
alternativo al capitalismo, sobre la base de los principios del Vivir Bien que
los pueblos indígenas ya han planteado en distintos foros internacionales.
e) En fin, no se logra distinguir la diferencia que existe entre
generar riqueza y lograr desarrollo, o que si bien el extractivismo puede
generar riqueza y contribuir a la expansión de la economía, ésta no se traduce
en desarrollo y mucho menos en bienestar y Vivir Bien para todos. Es decir, que
el extractivismo y neodesarrollismo no podrán nunca contribuir a una
redistribución equitativa de los ingresos y tampoco podrán corregir las
desigualdades entre pobres y ricos (mucho menos lograr alternativas reales de
desarrollo y bienestar para el pueblo y los sectores populares), porque
esencialmente su lógica está destinada a concentrar la riqueza en pocas manos.
(*) Sociólogo, boliviano. Cochabamba – Bolivia 18 de Mayo de
2012
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios