Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por Marcos Roitman Rosenmann
Francia representa, en medio de la crisis, un estado de ánimo. Las
elecciones presidenciales que se celebran este domingo pueden marcar los
acontecimientos para toda la región. Si, como se predice y las encuestas lo
aseguran, gana el candidato socialista François Hollande. Su elección sería un
varapalo a la alianza Merkel-Sarkozy. Si nos creemos los discursos de Hollande,
asistiríamos a un cambio en la estrategia para salir de la crisis. Las
privatizaciones, la desregulación y las políticas de austeridad fundadas en
recortes y el credo del déficit presupuestario dejarían paso a una idea de
crecimiento económico sustentado en políticas públicas generadoras de empleo y
riqueza. Sería rescatar a Keynes y enviar a las catacumbas a los
defensores de Hayek.
Francia está en el punto de mira, se juega más que una elección local. Las
repercusiones, al menos en el corto plazo, traería consigo el retorno de un
discurso socialdemócrata, ciertamente desgastado, pero en Francia, con un
recorrido mayor que el de su portavoz en España, Rodríguez Zapatero. Ejemplo de
mal hacer, que Sarkozy no dudó en utilizar para desacreditar a su contrincante
en el último debate televisado. Si nos atenemos a los hechos, los resultados
electorales en Francia siempre han tenido impacto en la Unión Europea. El
ejemplo más reciente fue el batacazo de los acólitos de la Constitución
europea. Los ciudadanos franceses se decantaron por un no rotundo. El resultado
obligó a cambiar el rumbo. Cariacontecidos los socios comunitarios optaron por
no sufrir nuevas derrotas y batirse en una retira honrosa, salvar el espíritu
de Maastricht con un sucedáneo, el tratado de Lisboa. No cabe duda que la
defensa de un Estado y una educación pública laica y de calidad se han
convertido en un referente para otros países fronterizos. No dudamos que
también lo ha sido en sentido inverso, pero los grandes logros de la revolución
francesa siguen guiando el hacer de sus presidentes, al menos si exceptuamos la
derecha xenófoba y racista de Le Pen.
En el contexto señalado, un triunfo de Hollande pilla a contrapelo el
itinerario seguido y marcado por los organismos internacionales, sea el G-8, el
G-20, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial o el Banco Central
Europeo. Un discurso etiquetado como desarrollista constituiría un revés
difícil de asimilar; más aún, cuando el mensaje lanzado de manera hegemónica
trata de convencer a tirios y troyanos de los efectos positivos en el medio y
largo plazo, para la región y el resto del mundo, de los recortes en educación,
sanidad y derechos laborales, armada insignia de las reformas laborales y
planes de ajustes.
Grecia, Italia, Portugal, Irlanda y España se han transformado en casos
paradigmáticos. No hay día en el cual no sean noticia en los medios de
comunicación y siempre por los mismos motivos: aumento de la conflictividad
laboral, huelgas generales, desempleo crónico, suicidios de jubilados y
empresarios en quiebra o un crecimiento exponencial de las desigualdades y la
exclusión social. A sus gobiernos se les exige cumplir a rajatabla con el
recetario neoliberal. Recortar todo lo recortable, empezando por prestaciones
sociales, y obtener más ingresos instaurando el copago sanitario y la subida
del IVA. El fin, reactivar el consumo calmando el estrés de la banca privada y trasladando
confianza a los mercados. Sus gobiernos, no todos salidos de unas elecciones
democráticas, se han comprometido con este ideario. Sus planes de austeridad no
dejan títere con cabeza.
Si efectivamente el candidato socialista François Hollande logra el
triunfo, cuestión que parece muy probable, en tanto cosecha adhesiones
provenientes de la izquierda comunista, además del llamado centroderecha, cuyo
representante más preminente, François Byrou, con 9.1 por ciento de los votos
en la primera vuelta, declaró públicamente que votará personalmente por
él , Francia se convertirá en un laboratorio político. Ojalá las
declaraciones de Hollande no sean un mero recurso de marketing y
lo abandone una vez logrado su objetivo. No albergo muchas esperanzas, sin embargo
no cierro la puerta a las sorpresas. Será cosa de esperar, tal vez sea la
última oportunidad para que la socialdemocracia francesa se redima de sus
fracasos y suponga un freno al neoliberalismo. Démosle el beneficio de la duda.
Publicado en La Jornada de España
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