Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Verónica Córdova*
Esta semana ha sido imposible escapar de la historia. La hemos visto en las noticias, hemos leído sobre ella innumerables comentarios, opiniones, discusiones, insultos y cosas afines. Nos hemos puesto de un lado, del otro, hemos pedido justicia, reclamado imparcialidad, seguido y saboreado los chismes. Y es justamente en “la invasión de los imbéciles” (como califica Umberto Eco a las redes sociales) donde podemos encontrar las claves de esta telenovela, que tiene en vilo a los paceños desde hace más de una semana.
Clave número uno: nada bueno pasa después de las tres de la mañana. En especial si es martes. Si la víctima habría estado en su casa, junto a su hija, durmiendo con camisón de franela como una chica buena, no estaría donde está ahora (o sea, muerta). Bajo este argumento se esconde la idea de que la mujer está más segura bajo siete llaves, prisionera del miedo, del qué dirán, de sus propios hijos o de su pareja. ¿Qué pasaría si le diéramos la vuelta al argumento? El acusado no estaría donde está (preso) si en lugar de salir a bolichear un martes, se hubiera quedado en casa cuidando a sus hijos, que también los tiene.
Clave número dos: ella se lo buscó. ¿Acaso no han visto la película Obsesión fatal? Encima de estar de parranda en martes, estaba borracha e histérica, era obsesiva y para colmo ambiciosa, la pelea con el novio era porque le exigía plata. Bajo este argumento está otra lección importante: si quiere vivir, la mujer debe ser modosita, callada y “respetarse a sí misma” (lo que, en este contexto, significa no reclamar por sus derechos ni exigir explicaciones, ni decir lo que siente o piensa).

Clave número cuatro: solo Dios sabe lo que realmente pasó, así que lo mejor es no meterse. No somos jueces. Quien esté libre de pecado que tire la primera piedra. Es curioso cómo, en este caso, el beneficio de la duda beneficia únicamente al sospechoso, dándole tiempo y recursos para desprestigiar a la víctima, para ganar adeptos y para organizar su defensa. Y lo más irónico es que todos los que abogan por escuchar a la contraparte y no saltar a conclusiones lo hacen mientras tiran piedras a la memoria de la muerta o a las convicciones de su madre y sus amigas “feminazis”.

*La autora es cineasta
y Twitter: @escuelanfp
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