Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Patricio López
Las víctimas de las bombas
atómicas, y los japoneses en general, se oponen a los planes de
remilitarización del Gobierno, cuyo propósito es defender los intereses en
declive del país y de sus aliados de Occidente, frente al eje China-Rusia.
Se cumplen 70 años del acto más deleznable de
la historia de la humanidad: las bombas atómicas lanzadas por Estados Unidos
que hicieron desaparecer las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y que,
por su brutalidad, precipitaron la rendición de la isla asiática y el fin de la
Segunda Guerra Mundial. El ataque nuclear del 6 de agosto de 1945 provocó 140
mil muertos en Hiroshima y el del 9 de agosto, 70 mil en Nagasaki. Como es de
suponer, se sucederán los actos en Japón y en muchos otros lugares del mundo,
al tiempo que será propicio revisar la “verdad histórica” sobre esas jornadas
de horror y la situación del país hoy, cuando su estancamiento y la creciente
conflictividad geopolítica de Asia parece llevar al gobierno de Shinzo Abe a
modificar la doctrina pacifista que sucedió a las bombas.
Como la
mayoría sabe, la verdad histórica sobre aquellos ataques alude a una suerte de
cinismo humanitario: "era necesario que Estados Unidos arrasara con esos cientos
de miles de vidas para precipitar la rendición de Japón y en general, terminar
con una guerra que había costado entre 50 a 70 millones de víctimas". Sin
embargo, esta verdad a medias, muy conveniente para borronear la
responsabilidad humanitaria de Estados Unidos, es refutada por informes como el
del grupo de Estudio de Bombardeo Estratégico de ese país, ungido por el
presidente Truman para estudiar los ataques aéreos contra Japón, que concluyó
que “sobre la base de una detallada investigación de todos los hechos y con el
apoyo del testimonio de los dirigentes japoneses involucrados, el Estudio opina
que Japón se habría rendido ciertamente antes del 31 de diciembre de 1945 y con
toda probabilidad antes del 1 de noviembre de 1945 incluso si las bombas
atómicas no se hubieran lanzado, incluso si Rusia no hubiera entrado a la
guerra, e incluso si no se hubiera planificado o contemplado ninguna invasión”.
Estos
brutales ataques, cuyo propósito no eran solo terminar con la guerra sino
asegurarse la hegemonía mundial posterior, se tradujeron en que Japón fue
extraordinariamente dócil a Estados Unidos en las décadas siguientes, con
evidencias como la construcción de la base militar de Okinawa y que Washington
decidía la política interna de la isla. Uno de sus ejes de aquel sometimiento
fue la Constitución de 1947, en la que se prohibía el rearme militar y que se
hizo bajo la supervisión, en la redacción, de militares estadounidenses
mientras ocupaban territorio nipón. Bajo ese yugo se consagró la doctrina del
pacifismo, que convirtió al país en inofensivo exteriormente, luego de su
conducta imperialista y genocida durante la primera parte del siglo anterior.
La moneda
de cambio para un país que estaba destruido, empobrecido y con el cisma
cultural de un emperador que renunció por mensaje radial a su divinidad, fue el
apoyo de las potencias de occidente para la lenta y sostenida reconstrucción
que lo convirtió en líder regional, proceso que le dio a Japón, junto con
Estados Unidos y la Unión Europea, el rol de motor de la economía mundial
durante la última década del siglo XX y los primeros años de este siglo. En
esos lustros de bonanza se veía en el horizonte lejano, quizás en torno a 2030,
la posibilidad de que China disputara esa hegemonía, pero la crisis económica
mundial, y en el caso específico de Japón el desastre de Fukushima, catalizaron
el cambio.
En efecto,
China vino lentamente consolidando su propio proceso de globalización. Un motor
importante en ese proceso ha sido la institucionalización de los BRICS, eje de
los países emergentes más poblados del planeta (junto a Brasil, Rusia, India y
Sudáfrica). Con el más poderoso de ellos –Rusia- viene consolidando
intercambios comerciales en sus respectivas monedas, así como la explotación
conjunta de reservas y el intercambio de recursos energéticos estratégicos con
multimillonarias inversiones. Así, el eje China-Rusia se ha contrapuesto al de
Japón-Estados Unidos, asunto que por cierto no debe ser leído solamente en
clave económica, sino también geopolítica. En el caso de nuestra región,
aquello se expresó nítidamente con la visita que hicieron a América Latina el
año pasado, en el contexto de la cumbre de los BRICS en Brasil. Todo fue
simétricamente diseñado: Putin vino antes de la cumbre y partió por Cuba; Xi
Jinping inició la gira después y se despidió del continente desde La Habana.
Para que no quedaran dudas de la coordinación y, además, marcando en el mapa la
isla caribeña, el punto más opuesto a la relación que Estados Unidos ha tenido
con esta parte del mundo, hasta los asombrosos acontecimientos que se han
producido desde diciembre pasado, en buena parte como reacción a la pérdida de
influencia en el que era su “patio trasero”.
Estas
amenazas a la hegemonía mundial de Estados Unidos y regional de Japón explican
que la decisión de remilitarización del gobierno de Shinzo Abe, que han
provocado masivas protestas en un pueblo lleno de cicatrices de guerra, cuenten
con el apoyo del mismo país que hace siete décadas les obligara a renunciar a
su vocación imperial. Abe, un político de derecha y nacionalista que ha tenido
varios inconvenientes con sus vecinos por sus referencias políticamente
incorrectas a las atrocidades cometidas por Japón antes de la Segunda Guerra
Mundial, se siente a sus anchas en el intento por reinterpretar el artículo 9
de la Constitución, que impide al país recurrir al uso de la fuerza en
conflictos internacionales.
Si el
Senado aprueba definitivamente la nueva Ley, a pesar de que el 73 por ciento de
la población está en contra, según una encuesta recientemente publicada, Japón
podrá defender y apoyar a Estados Unidos si es objeto de un ataque armado, así
como participar en operaciones de seguridad de Naciones Unidas. Este nuevo rol
es clave para el mapa de intereses de Washington en una región tan clave para
la economía mundial como crecientemente conflictiva.
Así, una
vez más, la paz y la guerra cambian según los intereses de las potencias.
Síguenos en Facebook: Escuela Nacional de Formacion Politica
y Twitter: @escuelanfp
es indignante que los gobiernos le den la espalda a su pueblo, el imperialismo norteamericano ha hecho sumiso durante decadas al gobierno japones que ha ido poniendo desde el final de la segunda guerra mundial, y ahora quiere utilizarlo como su alfil en el continente asiático... el pueblo japones y el mundo no debemos olvidar Hiroshima y Nagazaki...
ResponderEliminar