Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Xavier Albó
El mejor
homenaje que podemos hacer a Lucho a los 35 años de su martirio, ahora que el
papa Francisco ya reconoció oficialmente como mártir al obispo Óscar Arnulfo
Romero (San Romero de América), quien murió por las mismas fechas, es
reproducir lo que el propio Espinal dejó escrito sobre los mártires en el cajón
de su escritorio en el Semanario AQUÍ.
Luis estaba
muy consciente de esa posibilidad. No le faltaron notas anónimas, que él
guardaba para sí, pero era imposible ocultar el dinamitazo al semanario. Temía
la muerte, como todo mortal, pero nunca dejó de hacer lo que le parecía
correcto para escapar a sus consecuencias. Lo expresa en las frases finales del
texto que copio más adelante, y que han sido reproducidas en la placa que está
donde encontraron su cadáver.
Cuando su
hermano jesuita Lucho Palomera le recomendó que se cuidara, le respondió:
“Cuídeme o no, si me quieren matar, igual lo harán”. Dijo a su hermana
religiosa de clausura, en la última de sus comunicaciones, tras el atentado al
semanario: “Quédate tranquila, no sufras si algún día me pasa algo, porque ya
lo tengo asumido y ofrecido”. Había logrado esa gran libertad de espíritu de
quien, sin buscar temerariamente la muerte, tampoco queda frenado por el temor
a ella…
“El país no
necesita mártires, sino constructores. No queremos mártires, así se queden
vacías las horas cívicas. El mártir es un personaje vistoso, demasiado emotivo;
es el último refugio para los ‘héroes’ revolucionarios, sobre todo si proceden
de la pequeña burguesía.
El mártir es
demasiado vistoso. Y los personajes vistosos no sirven para el socialismo;
piensan demasiado en sí mismos. El mártir es el último aventurero; en otro
siglo, pudo haber sido un pirata o un negrero. El mártir es un individualista
equivocado de lado.
El mártir es
un masoquista; si no puede vencer en el triunfo, procura sobresalir en la
derrota. Por eso le gusta ser incomprendido y perseguido. Necesita al
torturador, inconscientemente lo crea.
¿El mártir, no
será un flojo? No tiene la constancia para vivir revolucionariamente; por eso
quiere morir, en espera de convertirse en un personaje de vitrina. Porque el
mártir tiene algo de figurón y de torero.
El grupo
político desplazado tiende a la mística del martirio; procura sublimar la
derrota. En cambio el pueblo no tiene vocación de mártir. Cuando el pueblo cae
en combate, lo hace sencillamente, cae sin poses, no espera convertirse en
estatua. Por ello, necesitamos videntes, políticos, técnicos, obreros de la
revolución; pero no, mártires. No hay que dar la vida muriendo, sino
trabajando. Fuera los slogans que dan culto a la muerte. Alguien dijo: ‘El peso
lo llevan los bueyes, y no las águilas’.
Para la
revolución social desconfiemos del entusiasmo adolescente. Los mártires son
adolescentes. Y hay adolescentes de 50 años de edad. La revolución es algo
demasiado serio para tomársela a la ligera. La revolución es violenta; es una
operación quirúrgica social; por eso no hay que entusiasmarse con el bisturí.
Dicen que la
revolución es laica; pero si nos descuidamos podemos caer en todos los mitos
idolátricos de culto a la personalidad, al esfuerzo, al melodrama... Pero
revolución y melodrama no combinan. / Porque la revolución necesita hombres
lúcidos y conscientes; realistas pero con ideal. Y si un día les toca dar la
vida, lo harán con la sencillez de quien cumple una tarea más, y sin gestos
melodramáticos”. (Luis Espinal: No queremos mártires, 1980).
y Twitter @escuelanfp
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