Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo D.
Villanueva Imaña
La bonanza económica (que al parecer ya llegó a su punto de inflexión),
tiene la perversa virtud de aparecer como una situación de bienestar,
crecimiento y progreso de la sociedad, cuando en realidad no es sino un momento
en el que se disparan las diferencias y asimetrías, porque a tiempo de hacer
imaginar que todos están bien o mejor, la riqueza se concentra en unos pocos.
El problema es que esta situación, traducida en el encarecimiento de la
vida, el empobrecimiento, la ampliación de las diferencias económicas entre la
nueva élite y las mayorías, así como la certidumbre amarga del despilfarro;
solo será palpable cuando haya finalizado el ciclo (casi siempre corto) que
suele durar este espejismo.
Podría argüirse que al haberse asegurado una mejor distribución del
excedente, dicho fenómeno se neutraliza. Sin embargo, ello resulta
completamente dudoso, cuando en vez de haber cambiado las relaciones de
producción, haber establecido un nuevo sistema productivo industrializado,
haber generado empleos permanentes y dignos, y/o haber desarrollado un sistema
agropecuario diversificado de carácter ecológico, comunitario y de base
campesino/indígena; se ha preferido adoptar un sistema rentista de distribución
de bonos, cuya base de sustento son precisamente los ingresos que se perciben
por la exportación de materias primas, cuyos precios se encuentran en declive.
Desde otro ángulo, ese desenfrenado entusiasmo por acumular, enriquecerse y
dar rienda suelta al consumismo y las grandes inversiones basadas en el
extractivismo y la sobreexplotación de los recursos naturales y las fuerzas
productivas, conllevan al desplazamiento y abandono de lo popular y del
proyecto de transformación y cambio. Es decir, cambian y sustituyen aquel
proyecto popular plasmado en la Constitución, por la idea del desarrollismo
capitalista (que paradójicamente dicen combatir), bajo el argumento de lograr
bienestar, progreso y estabilidad económica. El país debe convertirse en una
potencia y de esa manera las tareas de transformación y cambio quedan para las
calendas griegas.
Simultáneamente, al perseguir afanosamente la idea de acumulación y
enriquecimiento (como paso supuestamente indispensable de fortalecimiento e
independencia económica), terminan sometiendo al país a los intereses
transnacionales (incluidos los organismos internacionales prestos a endeudarnos
y vivir ostentosamente de nuestro esfuerzo), porque son los que disponen de los
recursos, precisamente para este propósito neocolonial.
Pero ello no es todo, y así como la época de bonanza y desarrollismo oculta
las enormes disparidades y desigualdades que ese mismo periodo se encarga de
ampliar y crear, también se produce un fenómeno que podríamos denominar como el
secuestro y la desacumulación de la potencia social del pueblo. Sucede que al
imponerse la idea del desarrollismo y la acumulación como idea predominante,
bajo el espejismo y la promesa de bienestar para todos; lo que se produce es un
cambio y sustitución de las prioridades y las tareas que los sectores populares
debían emprender. Se abandona el proceso de cambio y transformación, para
encarar tareas ajenas, acordes y sometidas al desarrollismo capitalista
neoliberal predominante.
De esa forma, las organizaciones sociales y los sectores populares se
convierten en rehenes de un proceso que se dirige a la derecha y el
fortalecimiento capitalista. Aquella original potencia social de
transformación, se habrá reducido al impulso de luchar y disputar
(cotidianamente, e inclusive entre ellos) por esos recursos o ingresos que
siempre serán escasos, con la ilusión de alcanzar una riqueza que nunca será
para todos.
Síguenos en Facebook https://www.facebook.com/escuelanacionaldeformacionpolitica
y Twitter @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios