Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Rafael Puente
¿Recuerdan ustedes el último binomio que
participó en elecciones presidenciales con la sigla de ADN, compuesto por
Ronald Maclean y Tito Hoz de Vila, que concentró su campaña en promover la
restauración de la pena de muerte? Si es así, recordarán también el comentario
de Hoz de Vila en la televisión después de su fracaso electoral: "Sí,
empezamos con la pena de muerte y terminamos muertos de pena”…
Efectivamente, resulta que, a pesar de
la pesadumbre que genera el constante crecimiento de la inseguridad ciudadana
en todo nuestro país, la opinión pública no está de acuerdo en que la solución
sea volver a prácticas antiguas, anticuadas e inútiles, como sería la
aplicación de la pena de muerte, que nos recuerdan tiempos dictatoriales.
Por eso resulta sorprendente que, nada
menos que el viceministro de Gobierno -que no es cualquier autoridad, sino
precisamente la que tiene a su cargo la seguridad del Estado- haya hablado de
lo bueno que sería fusilar a quienes traicionan al MAS.
Cierto que en este caso no se está
hablando de inseguridad ciudadana ni de seguridad del Estado, pero, de hecho,
se está añorando la pena de muerte.
Cierto también que el mismo viceministro
ha afirmado que sus palabras fueron sacadas de contexto, pero eso resulta
igualmente incomprensible, ya que lleva a preguntarse si hay algún contexto en
que la pena de muerte pudiera tener sentido.
A estas alturas debiéramos tener claro
que no hay ese contexto y que cualquier fusilamiento es contradictorio con
nuestra ideología, con nuestra filosofía, con nuestra concepción de sociedad y
de país, y, por supuesto, con la más elemental comprensión de lo que debiera
ser el Vivir Bien…
Y quienes piensan lo contrario -sobre
todo quienes viven la pesadilla de la inseguridad ciudadana- sólo tienen que
repasar el panorama mundial. Si lo hacen podrán comprobar que en ningún Estado,
donde todavía se practique la pena de muerte (por fusilamiento, por horca o por
silla eléctrica), se encuentra en mejores condiciones, concretamente a la hora
de la seguridad ciudadana, que en los otros Estados, como el nuestro, donde
dicha pena es inconstitucional. Y si hablamos de traiciones, tampoco creo que
haya una sola experiencia que nos permita afirmar que la pena de muerte
terminaría con las traiciones.
A estas alturas está comprobado que la
solución a los problemas nunca es la represión, y el señor viceministro debería
tener claro que tampoco sería la solución a la hora de evitar traiciones
políticas. La traición siempre es indeseable, siempre es indigna, pero no se
resuelve con castigos, ni con multas ni con ningún tipo de represión, porque todas
esas medidas son externas, mientras que la traición nace del corazón y anida en
el corazón.
¿O han resuelto algo aquellos países o
culturas que castigan con pena de muerte el adulterio, por poner otro ejemplo
de traición?
Y no se trata de aprovechar el desliz de
un viceministro para poner en apuros al Gobierno que él representa. Pero
tampoco se trata de quedarse tranquilos ante semejante advertencia (dirigida a
supuestos traidores al MAS, o a quien sea). De lo que se trata es de
reflexionar seriamente sobre las palabras y actitudes de personas que juegan un
papel importante, y de que quede claro que no se puede afirmar cualquier cosa,
y menos todavía de justificar esa afirmación a título de que se dijo en
"otro contexto” o de que se dijo en un "ambiente de confianza” (como
lo formulaba otro exviceministro de Gobierno).
Lo que debemos esperar de una autoridad
que se equivoca es que pida disculpas a la opinión pública -y al Gobierno, al
que ha dejado mal-, y que nos pongamos de acuerdo en que hay temas con los que
no se juega, y que uno de esos es la pena de muerte. Así lo entendió el
candidato Tito Hoz de Vila. Ojalá lo entendamos todos. Y todas.
El autor es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de
Cochabamba.
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