Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Rafael Puente
No digo que
debamos copiar el modelo cubano -no debemos copiar ningún modelo, sino
construir el nuestro-, pero sí debemos aprender de las experiencias positivas
habidas en otros países, y en el caso de Cuba es evidente que la gran lección a
aprender es la que tiene que ver con la salud, entendida ante todo como un
derecho de toda la población, y por tanto como un servicio que no puede tener precio,
y como la tarea central del Estado; ése es el mensaje que la misión médica
cubana viene distribuyendo entre nuestra población -sin contar el beneficio
inmediato de millones de atenciones y operaciones que vienen beneficiando a
nuestros sectores más necesitados-, un mensaje que tiene un contenido político
de consecuencias irreversibles, como dijo en su momento Javier Campero Paz
(entonces jefe nacional del MNR), y del que él deducía que “tenemos Evo para
rato”.
¿Y por casa
cómo andamos? Para empezar la salud es cara -incluso en los hospitales
públicos- cuando no es un lujo que sólo pueden pagarse los sectores pudientes.
Cierto que existe la medicina tradicional, con su respectivo cuerpo de médicos,
yatiris y comadronas, que juegan un papel muy importante, pero en ningún caso
suficiente. Los hospitales están atestados, las medicinas hay que comprarlas, y
en muchos casos los y las pacientes están ante la alternativa de endeudarse
para acudir a centros de salud privados, o irse preparando a morir.
Y encima ahora
el país se encuentra convulsionado porque el gremio de los médicos protagoniza
una huelga movilizada en defensa de su derecho a trabajar menos que el resto de
la gente. Otra cosa sería que todas y todos lucháramos para incorporar en la
Constitución la jornada laboral de seis horas como un derecho universal (que
respondería al hecho de que el empleo existente debe repartirse entre todas las
personas en edad de trabajar). Pero no, al cuerpo médico sólo le preocupa su
sector, y es sólo para él que exige esa jornada de seis horas, que en el
contexto nacional actual equivale a tremendo privilegio. ¿O no lo es en un país
donde la mayor parte de la población trabaja normalmente mucho más de ocho
horas, empezando por los funcionarios públicos y terminando con los
trabajadores y trabajadoras por cuenta propia?
- Con excepción
de los maestros y maestras, que sólo trabajan cinco horas'
- No nos
metamos ahora con el magisterio, donde los bajos salarios fuerzan a la mayoría
a trabajar en dos y hasta tres turnos. En perjuicio de los y las estudiantes'
Puede ser, pero ahora estamos hablando de la huelga médica.
Arguyen sus
protagonistas que, precisamente en beneficio de los y las pacientes, un médico
tiene que estar descansado; pero sabemos que la gran mayoría de médicos que
trabajan seis horas en hospitales públicos luego se van a sus consultorios y
clínicas privadas y siguen trabajando -y cobrando- sin que parezca importarles
mucho lo de estar descansados (¡en beneficio de los y las pacientes!).
Lo que ocurre
es que aquí estamos acostumbrados a que la salud no sea un derecho sino una
mercancía. Afortunadamente hay numerosas y saludables excepciones de médicos y
médicas con auténtica vocación, pero la tónica es que la salud está al servicio
del gremio, y no el gremio al servicio de la salud.
¿Que todos los
trabajadores en salud deberían estar incluidos en la Ley General del Trabajo?
Eso sí parece coherente, pero no tiene por qué ser condición para que la
jornada laboral sea la de ocho horas.
Una cosa más.
Alguien ha hecho circular por internet una nota que pretende descalificar al
actual ministro de Salud porque no tiene título en provisión nacional. ¿Y qué?
¿Desde cuándo los títulos en provisión nacional garantizan eficiencia y
responsabilidad? Ésas son las dos cualidades que habría que exigirle a un
ministro, y hasta hoy no hay fundamento para negar que el actual ministro las
tenga. Ojalá que la decisión con que está enfrentando este conflicto la pueda
aplicar también a la urgente reforma del sistema nacional de Salud.
Rafael Puente es miembro del Colectivo
Urbano por el Cambio de Cochabamba.
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