Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Raúl Prada Alcoreza
Después
de la movilización prolongada que dura seis años de lucha (2000-2006), se dan
dos gestiones de gobierno (2006-2008, 2009-2012); entre ambos periodos podemos
observar contradicciones y dualismo. El periodo de las luchas es creativo e
intenso, debido al despliegue de la potencia social; el periodo de las
gestiones es, al contrario, poco creativo y escasamente ingenioso, debido a que
la actividad se relega al ejecutivo, deteniéndose la movilización de las
organizaciones sociales involucradas en el proceso. Entre las dos gestiones,
una es más conservadora que la otra o, incluso, podríamos decir que una gestión
se opone a la otra. La primera gestión cumple parcialmente la Agenda de
Octubre, impuesta por la guerra del gas (octubre de 2003), la segunda gestión
se opone a la Agenda de Octubre y a la Constitución aprobada. La opción que se
toma es claramente por la continuidad expansiva del modelo extractivista,
siguiendo las consecuencias de una política monetarista, obsesionada por el
equilibrio macroeconómico, trayendo como consecuencia compromisos con las
empresas trasnacionales y el capital financiero, además de establecer alianzas
con las burguesías y los nuevos ricos. El gasolinazo (diciembre de 2010) y el
conflicto del TIPNIS (2011-2012) muestran el desplazamiento del gobierno hacia
una política anti-popular y anti-indígena, contraviniendo a la misma
Constitución. La crisis y la deriva del proceso son evidentes e ineludibles.
Los problemas inherentes a la crisis del
proceso se pueden resumir en el perfil y la composición del conflicto. Al
respecto podemos decir que los conflictos mayores tienen que ver primero, con
el enfrentamiento del gobierno con las naciones y pueblos indígenas
originarios, centrados en la defensa de la madre tierra en el TIPNIS; segundo
con el costo social de la política monetarista y de equilibrio macro-económico,
descuidando la inversión productiva. Como consecuencias de esta política
conservadora se tiene un estancamiento del proceso de nacionalización, incluso
podríamos decir que se habría entrado a la regresión de la desnacionalización
en el mismo proceso; también se vive la gravitación del estancamiento en la
economía rentista, que funciona apropiándose de los ingresos devenidos de la
exportación de recursos naturales y destinados al gasto, no a la inversión
productiva. Se está entonces lejos de políticas que apuntan a la
industrialización de las materias primas, así como al cambio de modelo
económico, buscando el modelo productivo. No hay inversión productiva, tampoco
una inversión en la formación de recursos humanos, en la masa crítica de
científicos, que podrían sostener un proyecto industrial. Por lo tanto estamos
mucho más lejos de una discusión efectiva de cómo se aborda una
industrialización ecológica. Estas reminiscencias sólo se podrían explicar por
imaginarios de antiguos deseo de discusiones olvidadas o por recursos retóricos
de justificaciones imposibles.
La política monetarista también lleva a otros
problemas. La inversión en la estructura y logística de salud ha quedado
detenida en las transformaciones y construcciones del periodo de la revolución
nacional (1952-1964), se puede decir incluso que se hicieron algunas
inversiones con apoyo internacional en la infraestructura de salud hace medio
siglo. Estos problemas se agudizan en la medida que crece la población, sobre
todo la población que requiere atención médica. Estos problemas no se pueden
resolver ampliando el horario de trabajo de los médicos de seis a ocho horas.
Esta medida no es más que demagógica y oculta los problemas de fondo de la
salud; muestra además los límites estrechos de la política coyuntural de los
bonos. El conflicto con los médicos ha develado las profundas debilidades del
sistema de salud, además de una mentalidad de funcionarios que comprende a la labor
médica y de salud como parte de las tareas burocráticas del empleado público.
Estos empleados públicos no gozan de los beneficios de la ley del trabajo.
La falta de inversión productiva, la falta en
la inversión de la estructura y logística de la calidad de vida, por lo tanto
el ahorro monetarista, inciden también en las condiciones salariales de los
trabajadores. Bolivia tiene el perfil de los salarios más bajos del continente;
la necesidad de mantener el poder adquisitivo de los salarios es una demanda
básica y elemental de los trabajadores. El gobierno no puede responder ante
esta demanda, en periodos de paulatina sostenida inflación, recurriendo a
índices de precios al consumidor de estructuras de la canasta familiar no
realistas, que esconden la verdadera inflación en los precios de la
alimentación y la vestimenta. El conflicto de la COB se ha venido agudizando en
los últimos años, ante una doble demanda de los trabajadores; por un lado
nivelación de los salarios, por otro lado el interés de los obreros y
trabajadores en un modelo productivo. Las respuestas del gobierno han sido
evasivas y centradas en argumentos monetaristas. Sin embargo, el gobierno tiene
como espejo propagandístico el incremento de las reservas internacionales.
Otro conflicto periódico, anual, es el tenido
constantemente con los maestros. Esto tiene que ver con por lo menos cuatro
aspectos; el tema salarial y de sueldos, el tema de la jerarquización e
institucionalización, también el tema de la infraestructura y logística educativa
y el complicado tema de la transformación educativa. Comenzando por lo último,
el conflicto con los maestros debido a la reforma educativa, desde el periodo
de las reformas neoliberales, y debido a la revolución educativa, desde el
desarrollo y promulgación de la Ley de Educación Avelino Siñani-Elizardo Pérez,
en el gobierno de Evo Morales Ayma, viene arrastrándose desde hace años. ¿Por
qué no se ha incorporado a los maestros a este proceso, abriendo espacios de
discusión, pero sobre todo de participación? ¿Por qué esta discusión entre el
magisterio y el gobierno parece un diálogo entre sordos y mudos? ¿Por qué se
invita a muchas organizaciones sociales a debatir la ley, se las escucha, se
anota, pero no se incorpora nada de lo que proponen, pues ya se tenía una ley
preparada por el ejecutivo, que incluso amortigua la concepción
descolonizadora? ¿Cómo se puede hacer una revolución educativa sin la
participación de los profesores? Dejemos estas preguntas pendientes. Lo que se
constata, como en otros casos y en otras leyes, es la falta de participación y
la falta de voluntad del gobierno y la Asamblea Legislativa por abrir espacios
de participación en la construcción colectiva de la ley, como establece la
Constitución.
Por otra parte, en la coyuntura, han vuelto a
aparecer múltiples conflictos regionales y locales, vinculados a demandas de
departamentos, provincias, municipios y poblaciones limítrofes. También hay que
anotar las demandas por la distribución de regalías hidrocarburíferas; este es
el caso del conflicto entre Tarija y Chuquisaca por el campo Margarita. Estos
conflictos son como síntomas del atraso de la descentralización administrativa
y política y de las autonomías. La concepción centralista preponderante en el
gobierno, en el Estado y en la Ley Marco de Autonomías, ocasiona la repetición
de los problemas debidos a la pesadez de un Estado centralista y de un sistema
financiero del país también centralizado. No se quisieron sacar las
consecuencias del entramado de las competencias autonómicas, tampoco de las
trasformaciones estructurales que exige la Constitución en lo que respecta a la
condición autonómica del Estado. No se asume las potestades legislativa y de
gobierno de las autonomías. Por lo tanto estos conflictos regionales y locales
son recurrentes y derivados de los problemas que acarrea el centralismo.
Como se puede ver, el conflicto en Bolivia es
consecuencia de profundas contradicciones inherentes a las paradojas del
proceso. Estas contradicciones no solo muestran dilemas existenciales y políticos,
sino también devela las tendencias políticas de las fuerzas involucradas, la
encrucijada en la que se encuentra el proceso mismo. No se puede soslayar la
crisis del proceso y el dramatismo de la coyuntura minimizando las
contradicciones. Esta retórica política de la minimización de los problemas ya
muestra la desconexión de los gobernantes respecto de la realidad. Asombran no
solo los argumentos que se emplean, que tratan de expresar un desesperado
optimismo, cuando los conflictos tienden a extenderse e incrementar su
intensidad; también asombran en lo que respecta a la tarea primordial política,
tarea que tiene que ver con la aplicación de la Constitución, con las
transformaciones estructurales e institucionales necesarias en la construcción
del Estado plurinacional, comunitario y autonómico.
Los gobernantes creen que ya estamos en el
Estado plurinacional sencillamente porque ya se ha aprobado la Constitución y
se han cambiado los símbolos y los nombres. Aparentemente no se dan cuenta que
este sólo es el barniz, mientras no se efectúen las transformaciones
institucionales y estructurales, en el sentido del pluralismo institucional que
requiere el Estado plurinacional. Esta confusión no hace otra cosa que expresar
que nunca tuvieron una concepción del Estado plurinacional, siempre creyeron
que era el mismo Estado-nación con aditivos alegóricos a la plurinacionalidad.
La colonialidad continúa y está cristalizada en el gobierno.
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