Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Antonio Peredo Leigue
Abril 11, 2012
La Central Obrera Boliviana
convocó para este miércoles 11 de abril, a un paro general en demanda de un
salario básico equivalente al costo de la canasta familiar, que supera los
8.000 bolivianos. No vamos a tratar de evaluar el alcance de la convocatoria
laboral. Veamos, más bien, las razones del planteamiento y las posibles
soluciones a un tema que no debiera alcanzar el nivel de conflicto.
Que la canasta familiar en
Bolivia tenga un costo de 8.300 bolivianos, puntos más, puntos menos, es así.
Que un aumento salarial de tal proporción fuera aceptado, dentro de cualquier
programa que pudiese ocurrirles a los expertos, desataría una inflación
incontrolable durante mucho tiempo. Quienes tienen edad suficiente, deben
recordar la época de la hiper inflación (1982-1985) y, quienes somos más
viejos, agregamos la inflación de los primeros años ’50. Las causas de ambos
desastres son todavía motivo de grandes disputas entre adeptos y enemigos de
los cambios, como lo hemos leído en estos días.
El gobierno, respondiendo al
pliego de la COB, anunció un reajuste del salario mínimo hasta 815 bolivianos
(aproximadamente 117 dólares) y un aumento salarial de 7%. Por supuesto, las
primeras protestas surgieron de los empresarios que, todos los años, se oponen
a cualquier aumento. Pero, casi al mismo tiempo, los trabajadores anunciaron
medidas de presión, como el paro de hoy, por lo que consideran un aumento que
no está en la vía del ‘vivir bien’. Si, como se conoce, el aumento propuesto no
es sino la restitución del valor adquisitivo que tenía el salario el año
pasado, no estamos mejorando las condiciones de vida de los trabajadores.
Un poco de historia nos
orientará. La hiperinflación que se desató entre octubre de 1982 y agosto de
1985, enloqueció al país. De ese tiempo es la consigna: “salario básico con
escala móvil”. Era algo así como tener un cambista de moneda en cada empresa
para saber cuánto se pagaba hoy, porque mañana habría que hacer otros cálculos.
Ni siquiera hay que mencionar las fabulosas ganancias que tuvieron los
empresarios. Sánchez de Lozada, al colocar la banda presidencial a Paz
Estenssoro en 1985, con el tono socarrón que le caracterizaba en esa época
dijo, en su discurso, que los empresarios debían erigir una estatua en homenaje
al presidente Siles Zuazo, porque nunca habían tenido tantas ganancias.
Pues bien, tres semanas después
de asumir el mando, Víctor Paz promulgó el decreto 21060 que estabilizó la
moneda, a cambio de drásticas restricciones en la productividad del país. Miles
de obreros fueron echados a la calle y el comercio menor prácticamente quedó
paralizado. Entonces, el designado Ministro de Planeamiento y Coordinación,
Gonzalo Sánchez de Lozada, inventó dos fórmulas: una para igualar los impuestos
y otra para mantener bajos los sueldos.
El Impuesto al Valor Agregado
(IVA) que se aplicaba en casi todos los países, pero no en Bolivia, se impuso
con una tasa única de 10%, posteriormente aumentada al 13%. La explicación que
dio el ministro, cuando se debatía la ley en el Congreso, fue que el Estado
boliviano no tenía capacidad para controlar las utilidades de las empresas y,
un impuesto igual para todos, garantizaba ingresos estables al Tesoro General
de la Nación. 27 años después, parece regir la misma fórmula, porque el IUE
(Impuesto a la Utilidad de las Empresas) sigue cobrándose sobre una ganancia
declarada que el Estado no verifica, porque no se han creado los mecanismos
para hacerlo.
El otro pie de esa economía
impuesta por el 21060, fue el control salarial. Cada año se anunciaba el índice
de inflación ocurrido en la gestión anterior y, en consecuencia, el salario era
restituido en su capacidad de compra. Claro que no es cierto que fuera así.
Además de subir los precios durante el año anterior, volvían a elevarse con el
aumento salarial. Si agregamos la eventualidad del empleo tanto en el sector
privado como en el público, se completa el marco neoliberal de la economía.
En el periodo que comienza en
2006, con la gestión del presidente Evo Morales, el salario mínimo ha tenido
aumentos considerables que, al menos, tienen la virtud de prohibir, cuando se
constata, que empresarios ilegales y explotadores, paguen miserias por trabajos
agotadores. Pero, en cuanto se refiere al salario, sigue manteniéndose la regla
de proponer un aumento equivalente a la inflación de la gestión anterior. Un
regateo, después de huelgas, bloqueo en las calles, huelgas de hambre y otro
tipo de presiones, terminan con unos puntos más que dejan, en los trabajadores,
la sensación de que siguen transitando por el mismo camino que los echó a la calle.
Casi al mismo tiempo que el
anuncio de tan magro incremento, se publican los resultados de las
recaudaciones en la gestión administrativa. Los impuestos subieron en tanto por
ciento, la aduana recaudó tanto más que antes, las regalías entregan fondos que
superan la capacidad de gasto de gobernaciones y otras instancias de gobierno
local. Pero los salarios siguen el cansino avance que impuso el régimen
neoliberal.
Es más. El Presupuesto General de
la Nacional o Ley Financiera, como quiera llamarse, muestra que las
proporciones siguen siendo las mismas que hace 20 o más años. No parece que se
haya hecho un esfuerzo para cambiar esa relación. El trabajador, obrero o
empleado, sigue teniendo un trato restrictivo en tanto que se aumentan las
partidas destinadas a la defensa y al orden público, al cumplimiento de la
deuda pública y al enorme aparato que se ocupa de esa tarea.
Talvez, sólo como sugerencia,
sería importante que los expertos del Ministerio de Economía y Finanzas, sean
capaces de encontrar una fórmula que combine el índice de inflación más los
índices de aumento en los ingresos fiscales, para obtener un porcentaje
adecuado a los salarios. En cuanto a los empresarios, de todas maneras van a
protestar.
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