Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
El
hallazgo de oro suele relacionarse con prosperidad y oportunidades de
enriquecimiento allí donde ocurre el portento. Sin embargo, esto no siempre
sucede. De hecho, muchas veces su descubrimiento trae consigo más problemas que
beneficios; realidad que por ejemplo se vive en estos momentos en Arcopongo.
En
efecto, desde que se descubrieron yacimientos de oro en el río Chaquety, esa
región paceña, ubicada al norte de la provincia Inquisivi, se ha llenado de
cooperativistas ávidos por devorar sus riquezas, dispuestos a superar cualquier
obstáculo que se les ponga en frente, aunque se trate de vidas humanas.
Por
ello, no resulta casual que días atrás una persona haya fallecido y otras
cuatro resultaron heridas tras un enfrentamiento entre comunarios y
cooperativistas por el derecho a explotar el tesoro escondido debajo de las
aguas del Chaquety. Ya en 2014 un choque similar se cobró la vida de tres
personas, luego de que los cooperativistas incendiaran tres comunidades a fin
de amedrentar a los pobladores para poder explotar el río sin ninguna
oposición.
Y
lo peor de todo es que, además de esta violencia extrema, los comunarios se han
contagiado de esta euforia minera, orientado gran parte de sus esfuerzos tras
el oro, descuidado así sus habituales actividades como la cría de ganado y el
cultivo de alimentos. Todo ello en pro de una actividad que genera una riqueza
efímera que tarda más en llegar que en irse, pero que deja una estela de
destrucción a su paso, particularmente en el medio ambiente, por el uso del
mercurio, un metal altamente tóxico prohibido en todo el mundo, pero
ampliamente utilizado en el país.
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