Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Reymi Ferreira
La
oposición debería reflexionar de la historia última de Latinoamérica, para
evitar seguir causando víctimas, que provienen del pueblo y no de los que
mueven los hilos tras bambalinas. Si la derecha quiere reemplazar a los
gobiernos populares en nombre de la democracia, no debiera hacerlo utilizando
métodos fascistas.
Andrés
Oppenheimer, un escritor light del neoliberalismo (calificarlo de intelectual
es una hipérbole), publicó en 1992 el libro La hora final, en el que sostenía
que el gobierno de Fidel Castro caería en meses. Han pasado 26 años y aún no ha
visto realizado su deseo. El 22 de octubre de 2013, el intelectual (éste sí
serio) Heinz Dieterich escribió que “Maduro no llega más allá de abril o marzo
de 2014”. Pronóstico erróneo, y antidemocrático, pues ese mismo año Nicolás
Maduro fue elegido presidente de Venezuela. Semanas atrás, un empleado de Doria
Medina que oficia de analista afirmó que “en Bolivia estamos ante un fin de
ciclo”.
Que
“analistas” consideren que los días de un gobierno popular están contados es
legítimo; lo malo es que tales opiniones impulsan a la oposición a querer
derrocar a esos gobiernos mediante protestas que apuntan a generar víctimas, y
así “comprobar” que existe una “dictadura”.
Las guarimbas
contra Hugo Chávez comenzaron el 2000 y continuaron contra el presidente Maduro
apenas iniciado su mandato. En Bolivia ocurrió algo parecido en 2008, cuando la
“media luna” lanzó una brutal arremetida contra las instituciones del Estado,
voló oleoductos y asesinó a campesinos en Pando. La razón se impuso en la
oposición venezolana, y unida logró ganar las elecciones legislativas de 2015.
En Bolivia, después de 2008, las tendencias golpistas se aplacaron y primó una
actitud democrática que permitió la sobrevivencia de la derecha.
Sin
embargo, la derecha venezolana, envalentonada con su victoria, optó nuevamente
por la violencia y buscó el derrocamiento del presidente Maduro en 2016. Se
quemó vivo a chavistas, murieron degollados en alambradas víctimas inocentes,
se tomaron cuarteles y se asesinó a policías. En plena crisis, el Gobierno
convocó a una Asamblea Constituyente, en la que la población participó de forma
masiva como rechazo al odio y la violencia sembrada por la oposición. Hoy
Venezuela vive en paz, y las protestas acabaron de súbito desde que los
financiadores dejaron de fomentar el gansterismo. ¿Qué habría pasado si en
lugar de seguir con la estrategia golpista la oposición hubiese optado por el
camino democrático?
La
pírrica victoria de la oposición boliviana en el referéndum de 2016, cuando se
fabricó un escándalo para confundir al electorado, causó el mismo resultado que
la victoria legislativa en Venezuela. Hay plataformas que desean conducir al
país a situaciones como las que vivió Venezuela y vive Nicaragua. Parten de la
premisa que vivimos un “fin de ciclo” y que hay que derrocar a la “dictadura”,
cuando la única dictadura es la de la intolerancia, que no acepta que la
Constitución tiene artículos vigentes que han sido interpretados por el
Tribunal Constitucional.
Dan por
sentado que la interpretación que ellos tienen es absoluta, irrefutable e
indiscutible, en una actitud típica de los fascistas de la posverdad. Si este
Gobierno es tan malo y corrupto, como afirman, la derecha debería ir a las
urnas con una alternativa, y no plantearse generar violencia con base en moldes
de pensamiento único.
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