Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Lourdes Montero
La semana pasada, la investigadora Carmiña Sanabria presentó
en Santa Cruz de la Sierra los avances de su investigación sobre la sociedad
boliviana en torno a las ideas y creencias que naturalizan la violencia contra
las mujeres. Su hallazgo es revelador: a pesar de los avances en el campo
político, de gozar de mejores condiciones económicas, contar con una ley contra
la violencia... tal parece que las normas sociales en torno a las mujeres se
mantienen inalterables desde el siglo XIX.
Debo confesar que estas afirmaciones me llenaron de dudas.
Vinieron a mi mente los avances sobre el uso de la anticoncepción por parte de
las jóvenes, la tecnología que nos permiten acceder a ideas del mundo
globalizado, el ingreso masivo de las mujeres al mercado de trabajo y la
cantidad de leyes (incluida la Constitución Política del Estado) que en la
actualidad prohíben la discriminación por razón de género. No puede ser que
nada haya cambiado.
Sumergida en estas reflexiones me atrapa por sorpresa la
noticia de que comunarios de Caquiaviri en La Paz vistieron a su alcalde con
pollera, manta y sombrero como un “castigo” por supuesta mala administración de
los recursos del municipio. Un acto simbólico cargado de significado sobre esas
ideas y creencias que todavía circulan en nuestra amada Bolivia. Los líderes
sociales de la población de Marka Achiri buscaron “humillar” al alcalde Bruno
Álvarez porque supuestamente no destina recursos a su región, y no se les
ocurrió nada mejor que vestirlo de chola. En situación similar, ¿podemos
imaginar que a cualquier autoridad femenina se la castigue vistiéndola de
hombre?
Imagino el acto público que presidió esta medida y me
remonto a las escenas descritas por Michel Foucault en su famoso libro Vigilar
y castigar. En él se describe cómo en la Edad Media se aplicaban medidas
disciplinarias que implicaban que el juzgado llevara físicamente sobre su
cuerpo la marca del castigo (paseo por las calles, carteles, letras
escarlatas). Todo ello consistía en un ritual político que tenía como fin hacer
respetar el orden establecido, entendido como “natural”, que permitía a la
sociedad recrear sus reglas y moral.
Es indudable que el acto cometido en Caquiaviri tiene la
misma función, pero la narrativa que utiliza está basada en la norma social
“natural” que establece la inferioridad de las mujeres en la sociedad. Así, si
un hombre comete algún agravio frente a la sociedad, será “degradado” a ser
mujer, un ser inferior; pero además utilizando la marca colonial, será
degradado a ser una “chola”, es decir, una mujer mestiza.
Algunos podrán llamar a esto usos y costumbres, otros
reconocerán el hecho como la aplicación de la justicia comunitaria. Yo llamo a
esto simplemente el despliegue institucional de una sociedad machista. No habrá
avances legales o institucionales, y lo que es peor, no pondremos fin a la
violencia contra las mujeres si es que este tipo de actos no son recriminados
drásticamente por el conjunto de la sociedad.
Por ello saludo el acto simbólico de Alberto Gringo
Gonzales, didáctico y creativo; pero también espero que el Viceministro de
Descolonización, quien ante el menor agravio sospechosamente “racista” se lanza
a la caza del desdichado, inicie un juicio contra los culpables. También
esperamos que nuestro Gobernador, preocupado por la salud ginecológica de las
mujeres, salga a la palestra pública a condenar el acto. Sería penoso si esto
se condena al silencio y se olvida.
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