Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Alfredo Rada Vélez
Desde el
año 2013 en los países de la región comenzó a sentirse el impacto de la crisis
global del capitalismo -a través del deterioro en los términos del intercambio
comercial mundial que se expresó con la caída de los precios del petróleo, los minerales
y los bienes primarios alimenticios- con fuertes efectos en Argentina, Brasil y
Venezuela, cuyas exportaciones soyeras, mineras y petroleras representan gran
parte de sus ingresos fiscales.
Si a ello le
agregamos la especulación financiera internacional que ha llevado al
fortalecimiento del dólar con efectos erosivos en casi todos los países
sudamericanos, que se vieron obligados por razones de competitividad comercial a
devaluar sus respectivas monedas, se ha configurado un complejo panorama económico,
en el que confrontan problemas de financiación las políticas sociales de
carácter protectivo y redistributivo que impulsaron los gobiernos de Cristina
Fernández, Djilma Roussef y Nicolás Maduro. En el caso venezolano, existe además
como agravante el sabotaje interno que con el ocultamiento, desabastecimiento y
especulación de productos efectúan los grupos económicos privados más
poderosos.
Para no
caer en el determinismo económico hay que puntualizar que, si bien es cierto
que la derecha restauradora del neoliberalismo cabalga sobre el malestar social
cuyo origen está en la economía, aprovecha también las fallas programáticas y las
debilidades políticas de los propios gobiernos genéricamente denominados
progresistas.
La
ajustada victoria del empresario de ideas neoliberales Mauricio Macri en las
presidenciales de Argentina, el sorprendente triunfo de la Mesa de Unidad
Democrática (MUD) en Venezuela y la apertura de un juicio político en el
Congreso contra la presidenta Roussef en Brasil, son parte de una arremetida derechista
en Sudamérica, que opera sobre la base de partidos políticos nacionales pero
que coordinan a nivel regional, en una especie de “internacionalismo contrarrevolucionario”.
A partir
de la experiencia boliviana de los años 1982 – 1985, a la que ahora se agrega lo
ocurrido en Argentina y en Venezuela, se puede formular la siguiente hipótesis:
tratándose de procesos políticos que
ocurren dentro del campo democrático, no hay posibilidades de forjar alternativas
revolucionarias de poder en confrontación y ruptura con aquéllos gobiernos que con
respaldo popular emprenden reformas políticas, económicas y sociales. Se
puede complementar la hipótesis: Cuando
ocurre el desgaste de esos gobiernos que van perdiendo el apoyo popular que les
dio origen, se terminan fortaleciendo las facciones más conservadoras que son
las que finalmente pueden retornar al poder.
Recordemos
lo que ocurrió durante el gobierno de la Unidad Democrática y Popular (UDP) en
los años ochenta. Hernán Siles Zuazo presidía un gobierno nacionalista y
popular con limitados ribetes reformistas, al que se enfrentaron la Central
Obrera Boliviana (COB) y el Partido Obrero Revolucionario (POR) bajo la premisa
de la “superación revolucionaria del udepismo”. El resultado fue catastrófico:
la UDP se hundió, la COB se deslegitimó y los partidos de derecha de ese
momento, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y la Acción
Democrática Nacionalista (ADN), terminaron ganando las elecciones de 1985 con
lo que encabezados por Víctor Paz Estenssoro dieron inicio a la larga noche neoliberal.
En
Argentina, la ultraizquierda que hace años se organizó en el Frente de
Izquierda y de los Trabajadores (FIT), desplegó varias estrategias de desgaste
del kirchnerismo, acusándolo de ser “un otro gobierno burgués con tendencia a
derechizarse”. Bajo esa aberrante lógica que no observa matices, el FIT que obtuvo
812.000 votos (poco más del 3%) en la primera vuelta en Argentina, para la
segunda vuelta llamó a votar en blanco “no importando cuáles sean los
candidatos”. Macri ganó esa segunda vuelta por una diferencia de 680.000 votos
y ahora es presidente. Los aventureros del FIT tendrán que explicarle al pueblo
por qué facilitaron con su abstención el retorno al gobierno de la burguesía
neoliberal, que se apresta a tomar medidas de recorte de los subsidios, rebaja
de los salarios y retroceso en los derechos laborales.
En Venezuela,
la variopinta oposición contó al principio entre sus filas con organizaciones
“revolucionarias” de nombres tan radicales como Bandera Roja o Movimiento al Socialismo,
así como disidentes del chavismo. Pero con el apoyo económico y el aparato mediático
de la burguesía, con el tiempo pasaron a prevalecer las corrientes de Leopoldo
López y Henrique Capriles, admiradores del fascista colombiano Alvaro Uribe.
Estos son los que han logrado mayoría calificada en la Asamblea Nacional de
Venezuela y desde allí pretenden, a pedido de la burguesía venezolana, anular
la “Ley Orgánica del Trabajo, los Trabajadores y las Trabajadoras” en la que
están plasmadas las conquistas sociales logradas los últimos quince años.
Ojalá no
se olvidaran estas lecciones de la historia y la política contemporáneas, pero
como en Bolivia la memoria es frágil otra vez se escuchan frases como “la
derecha está en el gobierno” u “otra izquierda es posible”. Afirmo aquí y ahora
que esa verborragia es sólo un taparrabos de las corrientes políticas que, con
su desmedido ataque al gobierno de Evo y a la Coordinadora Nacional por el
Cambio, están tendiendo la alfombra para el retorno de los neoliberales. De
todas las oposiciones la que más ha avanzado es el derechista Movimiento
Demócrata Social (MDS) de Rubén Costas. Tiene personería jurídica nacional y
aunque perdió la Gobernación del Beni ganó la alcaldía de Cochabamba, donde los
disidentes del masismo Alex Contreras y Rebeca Delgado cohabitan de lo más
cómodos con esa derecha. Costas también ha logrado acuerdos con el alcalde de
La Paz, Luis Revilla, cuya agrupación ciudadana Sol.Bo –despojada ya del tenue discurso
izquierdista del extinto Movimiento sin
Miedo- terminará siendo funcional al conservadurismo.
En
sintonía con Jorge Quiroga y el propio Rubén Costas –y con Manfred Reyes Villa
y Carlos Sánchez Berzaín que desde Miami agregan lo suyo- la ultraizquierda
hace campaña por el No para el referéndum próximo. Consultado por un periodista
sobre esta coincidencia con los neoliberales, Miguel Lora, militante del POR,
respondió: “nuestro no es diferente”. ¿Dónde exactamente radica la diferencia?,
¿en la “n” o en la “o”?
La amenaza
de la restauración neoliberal obligará a las fuerzas populares, obreras e
indígenas a cohesionarse para defender sus conquistas históricas. Y no debe ser
en ruptura con el proceso de cambio sino a su interior, criticando todo lo que
haya que criticar y planteando la necesidad de la profundización de las
transformaciones. Es una estrategia que se la viene trabajando desde hace años,
desde el reencuentro entre la COB y el Gobierno de Evo, que ha logrado el
fortalecimiento de la Conalcam, y que nuevamente se pondrá a prueba en la
campaña por el triunfo del SI en el referéndum de febrero de 2016.
y Twitter: @escuelanfp
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