Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Entrevista
a Silvia Federici
Nacida en Parma, Italia,
Federici fue una de las principales exponentes de los distintos feminismos que
explotaron en la década de 1970, y cuando tiene que presentarse no duda en
plantar en ese momento las raíces de su pensamiento. Catalogarla de “marxista”
como dicen los manuales, no alcanza porque en realidad es más. Lo ha ampliado y
transformado, como ella misma ha dicho. ¿Dónde quedan las mujeres en la lucha
de clases? La clave de esa respuesta fue centrarse en la división del trabajo y
el “gran territorio de explotación” que significa el trabajo doméstico. “El
capitalismo se apropió del trabajo no pagado, se construyó sobre la degradación
del trabajo de reproducción y del cuidado. Pero no es un trabajo marginal sino el
más importante, porque produce sobre todo la capacidad de la gente de poder
trabajar”, ha dicho.
Su obra fundamental se titula
“Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria”, editada en
2004, en la que hace un estudio histórico de la Caza de Brujas que se da a
partir del siglo XV. Ese momento en que la división de la tierra en Europa, en
los orígenes del capitalismo, fraccionó las tierras comunales en pos de
propiedades individuales, que fueron entregadas al varón. En aquella instancia en
dónde el cultivo para el sustento se separó del cultivo para el mercado,
expulsando a las mujeres a un segundo plano, en cuyos cuerpos se libraron las
batallas que llevaron a muchas de ellas, sobre todo a las viejas depositarias
de saberes y cultura, a la hoguera.
¿Hay una explicación histórica
para el aumento de la violencia contra la mujer?
Es importante reconocer que la
violencia ha estado siempre presente en forma potencial en la relación entre
hombres y mujeres en esta sociedad. Muchas mujeres son golpeadas si no han
preparado la comida, a muchas mujeres se les dice que no deben salir de noche,
que deben quedarse en casa atendiendo a sus hijos como una parte de reglamento
del trabajo doméstico. Creo que hay muchas razones para el aumento de la violencia.
La primera es la búsqueda de autonomía, por el rechazo a cumplir con los
servicios que tradicionalmente han brindado a los hombres. Es una búsqueda que
las orilla al peligro. Por ejemplo, con la inmigración: las expone a la
violencia con las autoridades en la frontera, en el trabajo en casas de
personas que no conoce, que la maltratan. Esto no quiere decir que las mujeres
deban quedarse en casa, sino denunciar una situación de mucho riesgo en el
empleo para alcanzar la independencia económica. En segundo lugar, pienso que
las mujeres han estado y están involucradas en tantas luchas que la violencia
no les viene solo de hombres individuales, sino que es violencia de Estado y de
los paramilitares.
Federici se planta en este
punto de su discurso que no es menor, dice. “Las mujeres han defendido un uso
no comercial de la riqueza natural porque tienen una concepción distinta de qué
es lo valioso ¿Qué te da la seguridad? No tienen confianza en el dinero, sino
en la seguridad de tener animales, vacas, árboles. Hay violencia en contra de
ellas porque son las protagonistas de tantas luchas”.
¿Puede trazarse un puente entre
aquellas violencias de la Edad Media con las actuales?
En las últimas dos décadas se
ha dado una nueva forma de lo que Marx llamó “acumulación primitiva u
originaria”: una nueva ola de ampliación sin mesura del mercado global, para lo
cual debe desplazarse y destruir muchas comunidades. Se ataca a las tierras
comunales pero también a las relaciones que produce la gestión comunitaria de
la tierra. El ataque a la mujer es fundamental hoy como lo fue en el siglo XVI
y XVII porque son las mujeres quienes mantienen unida la comunidad, son las que
están involucradas en el proceso de reproducción, son las que defienden más
directamente la vida de la gente. Atacar a las mujeres es atacar a la
comunidad.
¿Qué es lo que ha generado esta
nueva etapa de producción capitalista orientada únicamente al mercado
financiero?
Otro problema que me parece
importante es que nos han hecho un lavado de cerebro exactamente sobre estos
temas, nos convencieron que la producción es un fin en sí misma, que nada la
equipara en valor, que lo sabio es someter la vida humana a la producción. Es
uno de los principios fundamentales del capitalismo y para ello todo es legítimo:
el asesinato, el despojo, la guerra. Pero esto también ha penetrado en nuestra
personalidad, lo hemos incorporado. Hace muchos años que siento que el monstruo
está en nosotros mismos. Por ejemplo, que se tiende a reducir el tiempo que se
da a la amistad, al amor, a la convivialidad. Raúl Zibechi me comentaba que el
tiempo compartido es una de las claves en las comunidades zapatistas. Me parece
fundamental y a la vez tan difícil, porque debemos cambiarnos a nosotros
mismos, convencernos que una de las riquezas más grandes son las relaciones con
los otros. Y que una de las tareas más grandes es desarrollar nuestra
personalidad. Se le da valor a un teléfono nuevo, pero no a la capacidad de los
seres humanos de ser más solidarios, de no tener hostilidad, de no tratarnos
como enemigos. No se da valor al desarrollo de la capacidad de comprensión,
compasión y empatía con el resto. La colaboración es importante en el
capitalismo sólo cuando sirve para producir algo que se puede comercializar,
por eso es que necesitamos un cambio de subjetividad. Encontré estas mujeres en
una villa de Buenos Aires que me impresionaron por la personalidad tan rica que
tenían. Habían hecho asambleas y discutido sobre lo que necesitaban. Esto
significaba un montón de trabajo, pero sobre todo, un montón de decisiones.
Cuando te mueves fuera de la lógica del Estado y del mercado todo es riesgo, y
debe medirse bien qué es lo importante y qué no lo es. Solamente en una
relación de solidaridad eso se puede definir.
¿Las nuevas formas de
resistencia pasan por el encuentro?
El concepto de crear lo común
significa también reconstruir el tejido de nuestras sociedades. Cada ola de
desarrollo capitalista ha destruido las relaciones de confianza, de
conocimiento, el vecinado. Por ejemplo, en Estados Unidos en los últimos 30
años, la reestructuración territorial ha destruido todas las comunidades del
noreste. Allí donde la gente trabajó durante años y habían construido formas de
contra poder porque se conocían, y sabían que cuando había una huelga, tu
vecino estaba a tu lado, podía apoyarte. Todo ha sido destruido. ¿Por qué es
tan fácil hoy expropiar, gentrificar (recambiar la población de un lugar)?
Porque no hay nada que una a la gente a los lugares. Hay ciudades americanas
donde toda la población es nueva. No se conocen, entonces, no tienen capacidad
de resistencia. La gente no es loca. No puedes resistir a la opresión y la
dominación si no tienes confianza de que otros van a luchar contigo.
¿Qué efectos tiene esta etapa
global sobre nuestros cuerpos?
El cuerpo de la mujer es
tratado cada vez más como una máquina. Un ejemplo son los vientres de alquiler,
en que a las mujeres que son fertilizadas no se las trata como a las madres de
los bebes que engendran. Se les prohíbe, en los contratos que firman,
desarrollar afecto por ese niño que van a parir. Otro ataque tiene relación con
la cosmética. En el movimiento feminista, las mujeres habían luchado contra la
estética como disciplina, que había sido usada para dividir a las mujeres. Esta
comercialización del cuerpo de la mujer está regresando. Aunque creo que el
campo donde se ve mejor es en la salud. El cáncer al pecho es un ejemplo
paradigmático de cómo se imponen terapias que no tienen consideración de lo que
las mujeres sienten, de sus miedos, de la posibilidad de curas alternativas.
Otro capítulo importante es el de la maternidad. En Estados Unidos, en
Tennessee, se aprobó en Agosto del año pasado una ley que establece la pena de
“asalto agravado” a las mujeres que usan marihuana cuando están embarazadas,
por las que se las puede dar una pena 15 años. Lo consideran como una forma de
homicidio del feto, que tú lo asaltas. Muchas veces digo que el cuerpo de la
mujer es la última frontera del capitalismo, producir vida por fuera de su
cuerpo. Es la última frontera que no ha sido capaz de vencer.
y Twitter: @escuelanfp
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