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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...

La urgencia de un plan de desarrollo integral agropecuario



Por: Roger Carvajal Saravia

La realización de la Cumbre agropecuaria en la que participaron exclusivamente los productores, empresarios y el Gobierno, sin tomar en cuenta a diversos actores vinculados al tema -particularmente el sector académico, el de los consumidores y el de los productores orgánicos-, ha dejado en la población y en particular en los actores no convocados la sensación de que este evento, además de ser insuficiente en el tratamiento de su propia y estrecha agenda (marcada principalmente por los intereses de los empresarios agroindustriales), careció de los elementos mayores en la construcción de políticas sostenibles en el tiempo: la integralidad y la incorporación de conocimiento científico técnico en las propuestas y en el tratamiento de los temas.

Lo anterior obliga a repasar algunos puntos críticos que el Gobierno debiera tomar en cuenta por la emergencia de su tratamiento, toda vez que los mismos sólo fueron tratados sesgada y parcialmente en el evento de referencia. Estos aspectos no se incluyen habitualmente entre los temas ya conocidos de discusión con los productores, que, en general, giran en torno a sus intereses (créditos, propiedad del suelo, seguro agrícola, semillas, riego, seguridad jurídica, etc.). Los puntos aquí tratados (que no son todos los atingentes) tienen que ver más bien con los intereses del resto de la población, sus derechos y necesidades, así como con los de la nación y las regiones en su conjunto, y se nutren del conocimiento científico-técnico que existe y que rara vez (menos en este tipo de eventos) se aprovecha. Veamos.

Desertificación/Degradación/Fertilización

Más del 43% del territorio boliviano se encuentra en vías de desertificación debido a diversos factores entre los que se incluyen los físicos/ambientales y, en el caso de tierras agrícolas, el mal manejo de los suelos causado por la mecanización de cultivos no aptos para estos procedimientos (como la quinua), el sobre-pastoreo, la contaminación minera y la siembra en suelos con vocación no agrícola, entre otros. Existen múltiples posibilidades de mitigación para cada caso, las cuales rara vez se ejecutan, pero la que se requiere es la fertilización de los suelos agrícolas o de potencial agropecuario. Desafortunadamente, los fertilizantes comerciales producidos por unas pocas transnacionales son introducidos en el país a un alto costo por comercializadores que aprovechan los requerimientos y urgencias de los productores. Esto explica, en parte, por qué el mercado está invadido con productos peruanos, chilenos y argentinos: a sus productores, los fertilizantes les cuesta casi 50% menos. En Bolivia existen todos los insumos para fabricarlos, pero, paradójicamente, se los quiere exportar como materia prima para que se nos devuelvan mezclados. El potasio (KCl) es abundante en el Salar de Uyuni, el nitrógeno (úrea) se producirá en Bulo-Bulo y el fósforo existe en los valles cochabambinos como roca fosfórica.

Su preparación no es de alta complejidad, por lo que si existieran políticas de base científica se esperaría la instalación de una fábrica nacional de fertilizantes que incluyan los bioabonos (derivados de la lombricultura, el estiércol y otros) y agentes que combaten la degradación de suelos (tricoderma, mycorrizas y otros que son también útiles en la producción orgánica por su papel en la fijación de nitrógeno y otros beneficios). Tal industria sería realmente estratégica y debiera estar a cargo del Gobierno (a diferencia de las de papel, cartón, zapatos y otros), además tendría que ser parte de una estrategia boliviana de fertilización/re-fertilización de suelos, que incluya el riego en zonas áridas.

Este proceso deberá ser necesariamente llevado a cabo sobre la base de conocimientos hidrológicos sólidos (régimen de lluvia, cursos profundos, depósitos freáticos mediante hidrología isotópica, etc.) y tecnología para pequeñas represas, que prevengan la pérdida de agua mediante la impermeabilización en las quebradas próximas a las decenas de valles interandinos que están en vías de desertificación, las cuales bien podrían estar destinadas al cultivo de trigo, maíz y tubérculos, todos dirigidos a la soberanía alimentaria total.

Aprovechamiento de la biodiversidad

Según diversas fuentes internacionales, Bolivia deforesta cada año más de 300 mil hectáreas, lo que la ubica entre los seis países con mayor tasa de deforestación (aunque la propaganda dice lo contrario). Siendo uno de los 10 países mega-biodiversos y con importante presencia -aún- de conocimiento sobre el uso y manejo de los beneficios que nos brinda tal riqueza genética, debe pensarse que, en términos de desarrollo, es imprescindible aprovechar tanto la biodiversidad silvestre como la agro-biodiversidad, en función de recibir no sólo sus servicios (agua, oxígeno, reciclaje de nitrógeno, etc.), sino los bienes que, sobre la base de un conocimiento tecnológico, pueden ser colectados-domesticados-producidos.

Entre estos productos, tanto de origen vegetal, animal como microbiano, destacan los alimentos, resinas, fibras, frutos exóticos, medicamentos, colorantes, bio-polímeros, etc., que por ser novedosos para el mercado (innovación) tienen importantes posibilidades para un real desarrollo productivo. Entre los rubros que no deben descuidarse está el de los camélidos, los granos en los Andes y la piscicultura en la Amazonia, particularmente la que pueda desarrollarse en las ancestrales estructuras hidráulicas de Moxos. En este orden, todo lo anterior contribuiría a favorecer a los pequeños productores y a diversificar la producción agrícola, y también la pequeña industria a través del procesamiento de estos recursos.

Ampliación de la frontera agrícola

En general, los requerimientos en este rubro han estado orientados a la necesidad de dotar de más suelos que faciliten la siembra de oleaginosas para la exportación (soya, girasol, etc.). Desafortunadamente, la pretensión de los agroindustriales cruceños es atentatoria para la riqueza biológica del país, por la ampliación de la frontera agrícola a expensas de la tala de bosques. Estos agentes productivos no consideran el papel de dichos recursos bióticos en el aprovechamiento de la biodiversidad, en la mitigación de los efectos del cambio climático (control de inundaciones por el efecto de retención hídrica por su biomasa sumergida en los suelos, y también regulación del flujo hídrico mediante la condensación de agua ambiental, etc.) y en otros beneficios que se estarían afectando. Está claro que este rubro no es de interés de los agroindustriales, pero sí del resto del país que, según la Constitución, tiene sus representantes en el Gobierno.

En este marco, queda claro que generar políticas sólo en respuesta a los problemas de la producción y de los ingresos de los agroindustriales (que en gran parte son extranjeros) no sería una estrategia nacionalista y menos socialista; sólo sería una expresión más del desarrollismo a ultranza que ha emergido en tiempos recientes, tendencia que no vela precisamente por el ecosistema. Como alternativa, sería importante que la política de ampliación de la frontera agrícola se oriente más bien hacia zonas en las que no se tenga que practicar deforestación, pero que tengan gran potencial agrícola.

Desafortunadamente para los agroindustriales, estas zonas requieren inversión para hacerla productiva. Así, la región del Chaco tiene 5,4 millones de hectáreas aptas para el cultivo, siempre que se instalen sistemas de riego. El agua se encuentra en abundancia en los depósitos subterráneos que son acopiados por el río Parapetí -que se insume en el Izozog-. Sacar estos recursos hídricos requiere energía que bien pudiera ser la eólica (aerobombas), ya que precisamente es esa zona la de mayor viento en Sudamérica.

El agua recuperada, en lugar de que sólo vaya a alimentar el acuífero del Chaco paraguayo, sería distribuida por sistemas hidráulicos cuyos diseños ya son bien conocidos (goteo y otros). Existiendo todos los elementos, incluyendo los fertilizantes citados antes, para este tipo de propósitos, la región del Chaco bien podría constituirse en un amplio territorio de expansión agrícola para la producción de bienes cuyo desarrollo tiene base tecnológica generada en entidades científicas de Santa Cruz: la soya convencional libre de lipo-oxigenasa y apta para el consumo humano (desarrollada en Anapo), el algodón de fibra semi-larga (desarrollada en el CIAT) tan requerida por la industria textil, el trigo de espiga larga resistente a la roya (desarrollado en El Vallecito de la UAGRM), los pastos adaptados a la región para la cría del ganado más apetecido por la industria cárnica, las variedades de maíz (desarrolladas por el INIAF) y otros.

Biotecnología

Bajo este título se consigna la incorporación de transgénicos a gran escala, incluyendo al maíz, algodón y otros en la producción agropecuaria de Bolivia. Este procedimiento, efectivamente, baja los costos de producción a expensas de la disminución de mano de obra, pues ya no se requieren trabajadores para hacer el deshierbado; este se realiza mediante un herbicida altamente tóxico llamado Glifosato, al cual son sensibles todas las plantas, excepto las transgénicas. Este agente, cuyo efecto cancerígeno ha sido demostrado en muchos estudios y recientemente denunciado por la OMS, además de afectar a la población local y a los trabajadores agrícolas, queda en el alimento a consumir, provocando importante afectación de la salud de la población dadas las proteínas extrañas que entran como parte de la modificación genética -efectos alergénicos, autoinmunes, hepato y nefrotóxicos-. La afectación del suelo y agua, dañando la flora que fertiliza el suelo y a los otros elementos de la biodiversidad colindante, es especialmente grave cuando las especies afectadas son los batracios y peces de cursos de agua, pantanos y curichales, ya que son los controladores naturales de las larvas de los artrópodos que en su ausencia proliferan sin restricción, operando como vectores de enfermedades tales como el dengue, la fiebre amarilla, la malaria y otras.

Un hecho trascendental es que los productores, a partir de que siembran transgénicos, ya no pueden dejar de comprar las semillas a Monsanto o a sus distribuidores, ya que está prohibida la posibilidad de obtener semillas de la cosecha lograda, bajo pena de juicio y cárcel. Asimismo, la posibilidad de que a través de la difusión del polen (cientos de kilómetros), tal como fue demostrado en México, se contaminen otras variedades no transgénicas es una consecuencia particularmente grave, ya que los cultivadores de las cientos de variedades de maíz convencional se verían afectados por aspectos legales con Monsanto. De otro lado, la erosión genética que ocurre como consecuencia de la pérdida de mercado de las variedades convencionales, ya que la variedad transgénica por costos y producción masiva coparía el mercado, es un hecho a ser tomado en cuenta si el Gobierno y sus instituciones especializadas cumplen su misión de velar por el patrimonio genético del país y por la soberanía tecnológica y alimentaria.

Por lo demás, es necesario aclarar que los transgénicos autorizados (la soya) no son fuente común de alimentación humana (afortunadamente, hasta donde se sabe, la leche del desayuno escolar está hecho con soya convencional); la gran mayoría se vende al exterior para alimento de animales, por lo que no puede decirse que este producto interviene estrictamente en la seguridad alimentaria de Bolivia. Aunque los bolivianos, sin saberlo, consumimos transgénicos y glifosato a través de la cadena formada por los alimentos para cerdos y pollos.

Sobre esta base, los mercados europeos se van cerrando para estos productos bajo el principio de precaución tomado por sus gobiernos. Lo anterior señala que la siembra de productos convencionales, y preferentemente orgánicos, sería la salida tanto para la alimentación humana local (seguridad y soberanía alimentaria) como para mejorar la perspectiva comercial de la producción agrícola boliviana.

En fin, todo conduce a pensar que este modo de tratar los grandes problemas del país con todas las insuficiencias anotadas -como la ausencia del tema pecuario a pesar del nombre del evento-, debe constituir en principio un marco de reflexión crítica para plantear la necesidad de un plan integral de desarrollo agropecuario, con profunda incorporación de conocimiento, asumiendo totalmente la complejidad y multisectorialidad del problema.

El autor es investigador emérito de la UMSA

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