Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Édgar Arandia
De niño, en
las noches de invierno, me gustaba echarme de espaldas sobre el césped húmedo
del parquecito de mi barrio y estremecerme mirando el brillo de las estrellas y
el negro profundo del cielo. Luego, darme la vuelta y mirar con mi linterna,
buscando hormigas. Mucho después me enteré de que esos dos campos de la
realidad objetiva que se diferencian entre sí por el nivel de organización
estructural de la materia son el macrocosmos y el microcosmos. Siempre me
sentía como un insecto ante tanta majestad, porque somos tan pequeños en el
universo que cuesta entender cómo los seres humanos hemos resuelto los
problemas a través del perverso invento de la guerra. Grupos humanos
enloquecidos por el poder pensaban y piensan que acumulando riquezas y
despojando a los otros pueden lograr la felicidad eterna. Sin embargo, la
historia está llena de ejemplos de que nada es para siempre.
El imperio
romano, rodeado de pueblos considerados bárbaros, sucumbió ante el
envilecimiento de sus autoridades, y tuvo que adaptarse a los tiempos nuevos,
languideciendo y agonizando en el sentido que Unamuno da a la resistencia
pasiva, sin retorno e inevitable. Todas las guerras de conquista fueron
ocasionadas por intereses económicos de grupos que expandieron sus propiedades
y se inventaron países y Estados para preservar intereses de clases y cultura.
Los mapas
están demarcados con una línea punteada que separa a unos de otros, son
parcelas de tierra donde establecieron su dominio grupos humanos que se juran
fidelidad a través de la identidad del linaje y del origen étnico o la
identidad religiosa, como afirma Mahmoud Husein; entre estos dos factores se
mezclan vínculos corporativistas y redes de confraternidad, y sobre ellos (como
una sobreimpresión) un tercer círculo: el de la identidad nacional. En nuestro
caso, un grupo humano ligado por estos linajes se inventó Bolivia, lo mismo que
Chile.
Alihuén, un
dirigente mapuche, recalca que el Estado chileno, a través de leyes como la de
Seguridad Nacional, los sigue considerando “terroristas”, y que esta norma
establecida durante la dictadura militar fue acogida por la izquierda señorial
chilena sin ninguna intención de abrogarla. Es lógico, la identidad de linaje
está intacta, de ahí la explicación del recule del actual Ministro de Defensa,
un comunista a la deriva que se cubre con el manto de la identidad nacional
para justificar su cambio de rumbo.
Durante el
proceso de la chilenización, después de la Guerra del Pacífico (1879), mapuches
del sur, aymaras del norte y changos del desierto fueron engullidos por una
historia oficial que ocultaba la invasión de territorio boliviano y pretendía
mostrar un Estado incluyente y homogéneo, para tranquilidad de la clase
hegemónica.
Durante mis
estadías en Antofagasta, conversé con varios grupos de jóvenes que tienen la
consciencia lúcida sobre lo que aconteció, porque nada se puede ocultar para
siempre, y más de una vez me trasmitieron su sensación de habitar un territorio
ocupado, y que culturalmente se sienten más cerca de Bolivia que de Chile.
Saben que una
probable solución pasa por acuerdos bilaterales o multilaterales con la
condición sine qua non de que Bolivia dote de gas a la primera región, que es
la más vulnerable porque depende del cobre, que, como toda riqueza mineral, es
inestable. Saben también que toda la costa chilena tiene dueño transnacional y
que cualquier lejano arreglo pasa por remover intereses muy poderosos de las
grandes fortunas del mundo capitalista.
Detrás de
ellos están los intereses de las transnacionales que remontan identidades
ideológicas y nacionalidades. La fatalidad geográfica nos une, bolivianos y
chilenos tenemos vínculos culturales, familiares y económicos desde hace
siglos, y un acuerdo inteligente y creativo nos beneficiaría de sobremanera.
Sin embargo, como una fractura del siglo XXI, todavía existen grupos
refractarios a todo acercamiento que nos les permite ver el universo, pensando
que todo es para siempre.
Pero nada es
para siempre, y no nos debe sorprender que el Vaticano haya decidido reconocer
el Estado de Palestina, un acto de justicia impensable hace una década.
El
autor es artista y antropólogo
y Twitter: @escuelanfp
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