Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Leonardo Boff*
Desde sus inicios a fines de los años 60,
la Teología de la Liberación adoptó una perspectiva global, enfocada en la
condición de los pobres y oprimidos en el mundo entero, víctimas de un sistema
que vive de la explotación del trabajo y de la depredación de la naturaleza.
Este
sistema explota a las clases trabajadoras y a las naciones más débiles. Y
además reprime a los que oprimen y por lo tanto contrarían sus propios
sentimientos humanitarios. En una palabra, todos deben ser liberados de un
sistema que perdura desde al menos tres siglos y ha sido impuesto en todo el
planeta.
La
Teología de la Liberación es la primera teología moderna que ha asumido este
objetivo global: pensar el destino de la humanidad desde la condición de las
víctimas. En consecuencia, su primera opción es comprometerse con los pobres,
la vida y la libertad para todos. Surgió en la periferia de las Iglesias
centrales, no en los centros metropolitanos del pensamiento consagrado. Por ese
origen ha sido siempre considerada con sospecha por los teólogos académicos y
principalmente por las burocracias eclesiásticas y la de la Iglesia más
importante, la romano-católica.
De su
cuna en Latinoamérica la Teología de la Liberación pasó a África, se extendió a
Asia y también a sectores del primer mundo identificados con los derechos
humanos y la solidaridad hacia los desposeídos. La pobreza entendida como
opresión revela muchos rostros: el de los indígenas que desde su sabiduría
ancestral concibieron una fecunda teología de liberación indígena, la teología
negra de la liberación que resiente las marcas dolorosas dejadas en las
naciones que fueron esclavistas, el de las mujeres sometidas desde la era
neolítica a la dominación patriarcal, la de los obreros utilizados como
combustible de la maquinaria productiva. A cada opresión concreta corresponde
una liberación concreta.
La
cuestión teológica de base que hasta ahora no acabamos de responder es: ¿Cómo anunciar creíblemente un Dios que es
un Padre bondadoso en un mundo atestado de miserables? Sólo tiene sentido
si implica la transformación de este mundo, de manera que los miserables dejen
de gritar. Para que un cambio semejante tenga lugar ellos mismos tienen que
tomar conciencia, organizarse y comenzar una práctica política de
transformación y liberación social. Como en gran mayoría los pobres en nuestros
países eran cristianos, se trataba de hacer de la fe un factor de liberación.
Las Iglesias que se sienten herederas de Jesús, que fue un pobre y que no murió
de viejo sino en la cruz como consecuencia de su compromiso con Dios y con su
justicia, serían las aliadas naturales de este movimiento de cristianos pobres.
Este
apoyo se ha verificado en muchas iglesias en las que ha habido obispos y
cardenales proféticos como Helder Camara y Paulo Evaristo Arns en Brasil, Arnulfo
Romero en El Salvador, (Luis Espinal en Bolivia) y muchos otros, así como
numerosos sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos
políticamente.
En
razón de su causa universal ya a inicios de los años 70 la Teología de la
Liberación era un movimiento internacional y convocaba verdaderos foros
teológicos mundiales. Se estableció un consejo editorial integrado por más de
cien teólogos latinoamericanos para compilar una sistematización teológica
desde la perspectiva de la liberación en 53 tomos. Ya se habían publicado 13
tomos cuando el Vaticano intervino para hacer abortar el proyecto. El entonces
cardenal Joseph Ratzinger fue riguroso. Cortó de raíz un trabajo promisor y
benéfico para todas las iglesias periféricas y especialmente para los pobres.
Pasará a la historia como el cardenal -y después Papa- enemigo de la
inteligencia de los pobres.
La
Teología de la Liberación creó una cultura política. Ayudó a formar
organizaciones sociales como el Movimiento de los Sin Tierra, la Pastoral
Indígena, el Movimiento Negro y fue fundamental en la creación del Partido de
los Trabajadores en Brasil cuyo líder, el Presidente Lula siempre se reconoció
en la Teología de la Liberación.
Su
fuerza mayor no reside en las cátedras de los teólogos sino en las innumerables
comunidades eclesiásticas de base (sólo en Brasil existen cerca de cien mil),
en los millares y millares de círculos en los que se lee la Biblia en el
contexto de la opresión social y en las llamadas pastorales sociales.
Roma incurre en la profunda ilusión de
creer que con sus documentos doctrinarios emitidos por burocracias frías y
distantes de la vida concreta de los fieles conseguirá frenar la Teología de la
Liberación. Ella nació oyendo el grito de los pobres y hoy la conmueve el grito
de la Tierra.
Mientras
los pobres continúen lamentándose y la Tierra gimiendo bajo la virulencia
productivista y consumista, habrá mil razones para sentir el llamado de una
interpretación libertaria y revolucionaria de los evangelios. La Teología de la
Liberación es la respuesta a una realidad injusta y salva a la Iglesia de su
alienación y de un cierto cinismo.
(*)Teólogo
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