Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Felipe
Pigna
Algunos almanaques todavía insisten: 1º de Mayo "Día del
Trabajo". Pero siempre fue más justo hablar del día de los trabajadores.
Todo comenzó a fines de abril de 1886, cuando un grupo de obreros anarquistas
lanzó en Chicago una campaña para lograr la jornada de ocho horas, cuando se
trabajaban 14 y a veces más.
No había límites para la explotación y, como lógica contrapartida, tampoco
los había para la utopía de los dueños de nada, que querían dar vuelta un mundo
que ya estaba patas para arriba. El 1º de mayo convocaron a una gran
manifestación. Allí estaban los obreros con sus mujeres y sus hijos. Para ellos
querían las ocho horas, para poder estar con su familia, para poder ver crecer
a su hijos, para terminar con el oprobio de llegar con todo el cansancio en el
cuerpo a sus casas, ver dormir a sus hijos y levantarse a las pocas horas para
volver a la fábrica, para leer y formarse, para poder compartir la vida y los
sueños con sus mujeres.
Pero sus justos reclamos fueron violentamente reprimidos por la policía y
quedaron tendidos sobre el empedrado dos trabajadores muertos. Tres días
después se convocó a otra marcha y esta vez la represión fue peor. En medio de
la confusión alguien arrojó una bomba y murieron varios uniformados.
El agresor nunca pudo ser identificado y se sospechó que pudo tratarse de
un provocador de la patronal. La mayor democracia del mundo respondió
brutalmente. Se desató de inmediato la furia policial y en pocos minutos los
muertos obreros se contaban por decenas. El saldo final fue de ochenta
trabajadores fallecidos y doscientos heridos.

Poco antes de morir, George Engel, que había nacido en Alemania hacía 50
años, alcanzó a decir ante el tribunal: "¿En qué consiste mi crimen? En
que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea
imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y
la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y
las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizadas en beneficio de
todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante
ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el bienestar".
Lingg prefirió suicidarse con una bomba que él mismo había preparado en la
cárcel antes de padecer la “justicia del sistema”. Michael Schwab y Samuel
Fielden fueron condenados a prisión perpetua y Oscar Neebe, a 15 años de
reclusión.
Miguel Schawb dijo al escuchar su condena que no reconocía en aquel
tribunal ninguna autoridad y que su lucha y la de sus compañeros era de una
justicia tan evidente que no había nada que demostrar y que ellos luchaban por
las 8 horas de trabajo pero que: “Cuatro horas de trabajo por día serían
suficientes para producir todo lo necesario para una vida confortable, con
arreglo a las estadísticas. Sobraría, pues, tiempo para dedicarse a las
ciencias y el arte". Porque, claro, las ciencias y el arte deben ser para
todos. Siete años más tarde los detenidos fueron indultados por el gobernador
del estado de Illinois.
En 1889, la Conferencia Internacional de Trabajadores, reunida en París,
acordó fijar el 1º de mayo de cada año como el día de los trabajadores, una
jornada que deberá ser de lucha y recuerdo de sus compañeros, de aquellos
"mártires de Chicago".
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