Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Rafael Puente
Ante el nuevo escándalo de la fuga del empresario Belaunde, aparece como primera reacción la sustitución del ministro de Gobierno, Hugo Moldiz, aparentemente por no haber sabido -o podido- controlar a la Policía. Me parece poco serio. En general el uso de chivos expiatorios es una forma de eludir el contenido profundo de los problemas, en este caso la calidad de nuestra Policía Nacional.
¿Será que en los últimos nueve años algún ministro o ministra de Gobierno ha sabido controlar a dicha institución? Toda la prensa se ha esmerado en comentar la ya larga serie de prófugos célebres a los que la Policía no pudo -o no quiso- controlar (desde Reyes Villa hasta Marcelo Soza, pasando por Mario Cossío, Roger Pinto y el famoso Ostreicher).
¿Por qué en cada caso no se cambió al correspondiente ministro de Gobierno?
¿O cuando desapareció de manera misteriosa el tristemente célebre teniente Clavijo, amparado además por su supuesta muerte y amparada ésta, a su vez, por el respectivo ministro de Gobierno?
Probablemente el error que sí cometió Hugo Moldiz fue el de aceptar un cargo cuyo amplio campo de acción está, se puede decir, minado, empezando por la Policía Nacional.
A mí me consta que una de las principales preocupaciones del presidente Evo Morales, cuando asumió el cargo el 2006, era la reestructuración de la Policía, pero a todos nos consta que su primera ministra de Gobierno interpretó que esa reestructuración consistía en cambiarles el nombre a las instituciones policiales (empezando por llamarle FELCC a la PTJ, ¡qué cambio fundamental!), de manera que ese proceso acabó diluyéndose del todo.
Cierto que en los últimos años se ha realizado cambios importantes, como apartar a la Policía del servicio de Identificación para entregárselo al Segip y lo mismo con una parte de las licencias para conducir, pero esos cambios no afectan a la Policía como tal, que sigue siendo la institución de siempre.
¿Recuerdan ustedes aquel reportaje de ATB donde se posesionó al séptimo comandante general designado por Evo, donde se mostraba que los seis anteriores -nombrados por el propio Presidente- tenían antecedentes de corrupción? ¿Y recuerdan que nada menos que el comandante de la FELCN cayó preso en Estados Unidos por estar metido en el mismo narcotráfico al que se suponía que debía combatir?
La conclusión evidente es que el Presidente no tiene dónde elegir, ya que los mandos que llegan a esos niveles ya están estructuralmente contaminados, y no por una opción personal de contaminarse, sino por haber pasado toda su vida profesional en un "ambiente contaminado” (como le oí formular a un capitán de la propia Policía).
Lo que aparentemente no ha vuelto a haber es la voluntad de cambiar la institución policial. ¿Qué se hizo -fuera de discursear- cuando ocurrió el tremendo escándalo de Palmasola? ¿Qué se está haciendo ahora, salvo limpiar, pintar y disminuir el número de internos con motivo de la visita del Papa (que por lo visto tiene la incómoda idea de visitar a los más pobres de los pobres que son los presos y presas)?
Y, por supuesto, no se trata de descargar las culpas en las personas de los y las policías, que en muchos casos son más bien las primeras víctimas de una institución que ni siquiera paga un sueldo decente a sus miembros, llegando al extremo de que ellos y ellas mismas tienen que pagarse sus uniformes…
En todo caso, no se le puede echar la culpa al sexto o séptimo ministro de Gobierno, que se encuentra con semejante problema cuando recién está haciéndose cargo de tan pesada herencia (en la que además de la Policía y las cárceles está el servicio de Migración, otro agujero negro de la actual administración).
Cuando no hay voluntad política en el conjunto del aparato estatal, no se le puede pedir a un ministro que haga milagros. Por tanto, no nos engañemos: la "renuncia” de Hugo Moldiz no resuelve nada. (Otra cosa es que nos alegremos de que Hugo pueda descansar…)
El autor es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba
y Twitter: @escuelanfp
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