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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás

Para la olla


Por: Lucía Sauma
La semana pasada una mujer productora rural del municipio El Puente (Tarija) contaba que en su comunidad están en consulta para decidir si quieren ser municipio urbano o no. Ella a su vez preguntó: ¿Nos conviene? “Ni a usted, ni al país compañera”, le respondió una mujer, también productora rural que provenía de Porongo, un municipio cruceño que quedó dentro de la mancha urbana de Santa Cruz. ¿Por qué? Quiso saber la tarijeña. “Sencillo, a partir de ser urbano su municipio, usted tendrá que pagar impuestos como en la ciudad, es decir por metro cuadrado y no por hectárea. Sólo por eso usted terminará vendiendo su parcela, dejará de cultivar y de ser productora de alimentos, y tendrá que pasar a consumir los plásticos que le vendan otros”.
La productora de Santa Cruz sabía perfectamente de lo que hablaba, puesto que eso sucedió con más del 50% del municipio de Porongo, desde finales de los 90, donde en la actualidad se levantan casas que producen ingentes cantidades de basura inorgánica, bolsas plásticas y cajas de plastoformo, fruto del consumo de pizzas, hamburguesas, pollos broaster... Desechos que son arrojados al vertedero que está en los márgenes del río Piraí y con cuyas aguas se riegan los cultivos de Porongo, Buena Vista y Montero. Por el otro extremo, Porongo ha presenciado cómo sus tierras cultivables en los márgenes del Parque Nacional Amboró día a día se depredan con la tala indiscriminada que llevan a cabo brasileños y menonitas, quienes alquilaron o compraron tierras en la zona para la siembra de monocultivos.
¿Así nos preparamos para afrontar la seguridad alimentaria con soberanía? En su más reciente informe sobre la demanda de alimentos, la FAO insiste en la necesidad de aumentar la producción de alimentos trazando una meta del 70% para 2050, año en el que se prevé que la población mundial llegue a los 9.100 millones de habitantes.
Según una investigación de la Fundación Tierra, en la actualidad hay aproximadamente 700.000 hectáreas en manos de brasileños principalmente, argentinos, peruanos y colombianos, quienes se dedican a la producción de soya y la crianza de ganado.
El crecimiento de las manchas urbanas perjudica profundamente la provisión de alimentos a la población. Los países del mundo están en busca de tierras para sembrar papas, zanahorias, arroz, choclos, cebollas, naranjas, manzanas, duraznos. Los monocultivos no hacen la comida diaria que llega a nuestras mesas.
Las políticas de seguridad y soberanía alimentaria deberían puntualizar sus esfuerzos de financiamiento, provisión de semillas nativas, agua para riego y consumo en la agricultura familiar, que se fundamenta en una cultura comunitaria capaz de generar empleos en el área rural, respetando el medio ambiente y la biodiversidad.

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