Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Rafael
Archondo
Bolivia
acaba de ser elegida para presidir el “Grupo de los 77 más China”. ¿Quién ha
tomado tal decisión, que, dicho sea de paso, tendrá sólo un año de vigencia
(2014)? Han sido los miembros del grupo, reunidos para votar en Nueva York, y
que ya no suman 77, sino 130. Pocos saben cuál es la relevancia de este
nombramiento, otorgado a Bolivia por segunda vez en su vida (ya estuvimos en
esos menesteres en 1990). Tratemos acá de calibrarlo.
Si
miramos un mapamundi coloreado, constataremos que el “G-77 más China” abarca
más de dos tercios de la membresía de Naciones Unidas, es decir, de la
Humanidad organizada en Estados. Se podría decir entonces que quien manda sobre
el grupo, manda en el concierto internacional. No vaya a creérselo así tan
fácil.
El
G-77 no es tan importante por quienes incorpora, como por quienes excluye.
Quedan fuera de su espectro las grandes potencias del mundo, con las notables
excepciones de China, Brasil o la India. Así, no forman parte del G-77, Estados
Unidos, Rusia, la Unión Europea, México o Australia. Visto así, el G-77 vendría
a ser algo así como la voz del llamado Tercer Mundo o la gran plataforma del
sur. Tampoco esto es tan exacto.
El
G-77 es una alianza súpernumeraria, que cuando sea presidida por Bolivia, lo
será cumpliendo medio siglo de funcionamiento. En estas cinco décadas, el
llamado Tercer Mundo ha perdido su cohesión de partida. Bajo la misma sombrilla
caminan naciones tan diferentes como el próspero Singapur, el atormentado
Zimbawe o el diminuto Fidji. Si uno repasa la lista de sus miembros, lo único
que podría salvar es una tenue convergencia entre América Latina, África y
Asia. Una revisión más detallada, por ejemplo, de visiones de desarrollo,
arroja, sin embargo, una explosión de posturas no sólo distintas, sino
antagónicas. En verdad muy pocas ideas comparten Estados como Corea del Norte,
Costa Rica o Afganistán.
Entonces,
¿qué es lo que mantiene unido a un grupo tan variopinto? Precisamente lo dicho
hace instantes. Existe y funciona porque en él no participan los principales
financiadores del sistema de Naciones Unidas. Es el club de los más numerosos,
menos acaudalados, y funciona por exclusión. La abrumadora mayoría de los
miembros del G-77 recibe más de lo que aporta a Naciones Unidas. Por eso, su
restringida utilidad se confirma a la hora de negociar el presupuesto de la
institución cada fin de año. El G-77 se reúne con los dueños de la billetera y
plantea sus demandas en pareja discusión de asignaciones y gastos. De ese modo
se consigue balancear el interés de quienes erogan fondos y el de quienes
entregan legitimidad, acompañada por un mayor número de banderas.
Sí,
es cierto, el G-77 también debate posiciones y acuerda documentos. De hecho fue
un actor central en la última gran conferencia de “Río más 20”. En estos casos,
sin embargo, opera bajo la misma lógica. Es un extenso abanico de posturas que
aspiran a contraponerse a las exhibidas con nitidez categórica por los países
más poderosos. Y así, de ese océano de opiniones divergentes, emerge, de cuando
en cuando, un pronunciamiento replegado y defensivo, sembrado de salvaguardas y
acotaciones neutralizadoras. En medio de ese exuberante panorama, en lo que
concierne a Bolivia, es ciertamente mejor presidir que ser presidido.
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