Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Descolonizar la
política en Chile
Por: Luis
Martín-Cabrera
Cualquiera que pasee estos días por las calles de Santiago y otras ciudades
de la geografía de Chile se encontrara en las medianas que dividen las avenidas
y las calles con un sinfín de imágenes de los distintos candidatos y candidatas
a las elecciones que se celebran este 17 de noviembre. Si esa persona no bajara
la mirada a pie de calle y se concentrara en la propaganda electoral, podría
tener fácilmente la sensación de que las elecciones son en Oslo o en
Copenhague, pues los candidatos de la mayoría de las dos grandes coaliciones
son de tez pálida, guedejas rubias y apellidos en su mayoría españoles,
franceses, alemanes o, en cualquier caso de raigambre Europea. Entre el pueblo
y las fotos, entre representados y representantes hay una abismo que se sigue
reproduciendo y que está, de hecho, naturalizado. Para evitar cualquier
confusión, no estamos hablando de esencialismos ni de determinismos biológicos,
sino de la configuración de poder de la élite política en Chile que sigue
estando altamente concentrada en un puñado de familias que exigen sin ningún
pudor en la propaganda electoral su pertenencia a estos clanes (Sabat,
Ossandon, Alvear, Ruiz-Tagle, etc.).
Esta elite de poder neocolonial y criolla ha sufrido obviamente mutaciones
e incorporaciones a lo largo de los siglos, pero en líneas generales también ha
mantenido su poder fundamentalmente intacto desde la independencia. De hecho,
cuando el oligopolio criollo ha visto su poder amenazado ha recurrido siempre a
la violencia como en sucedió palmariamente en 1973, pero también en numerosas
ocasiones antes. En Chile los que mandan son muy pocos y se apoyan en una
matriz de poder que es patriarcal, racista, clasista y homofóbica, aunque
acepte inclusiones y candidatos puntuales que rompan con la monótona y
monocromática imagen de los carteles electorales. Estamos hablando de personas,
pero sobre todo de una estructura que promueve que los dirigentes del país
vayan a los mismos colegios, vivan en los mismos barrios, hablen igual, se
vistan igual y piensen igual para asegurar la reproducción de un modelo
capitalista neoliberal y estractivista que ha generado más desigualdad y
pobreza que en ningún otro lugar del continente.
La campaña de Roxana Miranda, candidata del Partido Igualdad a la
presidencia de la república, dirigente social y líder del movimiento Andha
Chile Democrático (una organización de deudores habitacionales que luchan por
el acceso a una vivienda digna) y de la FENAPO (Federación Nacional de
Pobladores) ha venido a quebrar la hegemonía neocolonial del grupo que ostenta
el poder en Chile de manera inalterada desde el golpe de estado de 1973. Como
ella misma ha señalado, las otras candidatas, Evelyn Mathei y Michelle
Bachelet, son las hijas rubias de los generales, ella es la hija de un obrero.
En este sentido es meridianamente claro que Roxana Miranda es la única
candidata que no pertenece al oligopolio hegemónico criollo y colonial que
dirige el país y, por eso mismo, puede desplegar una serie de verdades encima
de la mesa electoral que son suyas, pero son sobre todo las verdades del chile
de los pobres, de los excluidos, de los sin casa, de los nadie, de los nunca,
como ella misma insiste en autodenominar al Chile de las y los de abajo.
Hoy día ya pocos dudan, incluso en los sectores más acomodados del país,
que la verdad de Roxana Miranda y sus iguales existe, que el Chile invisible
del que ella habla lo padecen millones de personas, que su discurso toca la
realidad material y la experiencia vivida de la mayoría de la población en
Chile mucho más que el de los otros candidatos. En su lugar, ha aparecido una
nueva racionalización, sobre todo entre las clases medias y ciertos sectores de
la intelectualidad, que podría resumirse así: “Roxana Miranda tiene razón en
todo lo que dice, pero no está preparada para gobernar porque es una pobladora
y además no tiene programa electoral”. Estas “justificaciones” son, en
realidad, producto de una mentalidad colonial que sigue siendo prisionera del
prestigio social de la elite dirigente y que, por tanto, sigue, contra toda
evidencia, negándole autonomía e inteligencia propia a todas y todos aquellos
que representan el vasto movimiento social que encabeza Roxana Miranda. Por
eso, en las líneas que siguen trataré de mostrar que descolonizar el imaginario
político y votar por Roxana Miranda son una y la misma cosa, una condición
necesaria para la emancipación de la parte de los y las que no tienen parte en
Chile.
“Chasconear la política”: un experimento en comunicación política y
pedagogía popular
Cuando le preguntamos a Roxana Miranda qué esperaban de las elecciones, nos
contestó “Chasconearles la política”. Chasconear para los que están afuera del
dominio lingüístico del español de Chile y Bolivia, significa desordenar,
revolver, Neruda Llamaba a Matilde Urrutia “La chascona” porque tenía el
cabello revuelto. ¿Cómo chasconea la política electoralista la campaña de
Roxana Miranda? En primer lugar dividiendo el campo político y su audiencia
para construir su discurso político a partir de una serie de antagonismos que
son lo opuesto del consenso que apuntaló la transición a la democracia: el
retorno de la Política como desacuerdo y conflicto. En los debates televisados
y en sus intervenciones en los medios es claro que Roxana Miranda no le está
hablando a los otros políticos de la Concertación o de la Alianza. No tiene
absolutamente nada que decirle ni a Michelle Bachelet ni a Evelyn Mathei que no
sea señalarles con el dedo por ser responsables de la situación de miseria y
exclusión que viven ella y los que son como ella. En uno de los primeros
debates en CNN Chile Miranda pronunció un emotivo discurso en el que pedía que
se fueran las cinco familias que dominan el país y todos los políticos
lamebotas que les sirven, porque hoy los convocados a cambiar la situación son
la gente como ella, la voz de los sin voz; “yo Roxana Miranda no represento al
pueblo, yo soy pueblo, soy parte de ese sector pisoteado” afirmó.
En el programa electoral se puede leer de manera mucho más específica el
fundamento teórico de esta ruptura y desbordamiento de la política como
representación vertical: “Que el movimiento popular empiece a ser protagonista
significa, entre otras cosas, que será sujeto de su propio proyecto y no objeto
de la representación. Agradecemos a las vanguardias y a aventureros/as
iluminados/as que han ofrecido sus servicios de conducción de este ponerse en
pie de la sociedad. Pero estamos convencidos y convencidas de que el movimiento
ha alcanzado suficiente madurez para conducirse a sí mismo a través de sus
propios liderazgos”. Esto, entre otras cosas, es lo que separa la campaña de
Roxana Miranda de las otras campañas de izquierdas que encabezan Marcel Claude,
Afredo Sfeir y Marco Enriquez Ominami: Roxana Miranda viene de otra parte y
habla desde otro sitio, es un sujeto popular empoderado, una mujer pobre que le
habla a su pueblo de tú a tú.
En sus alocuciones Miranda utiliza el vocativo “vecinas y vecinos” tan común
entre los miembros del movimiento de pobladores, repite “le quiero hablar a mi
pueblo” y desde ahí empieza a mostrar algo que, en realidad, todos saben, pero
que es preciso hacer visible, re-presentar: las múltiples formas de opresión,
explotación y violencia a que está sometido el pueblo chileno. Estos gestos
constituyen una pedagogía popular en el mejor sentido de la palabra. Roxana
Miranda acude a los debates y muestra las tarjetas del Transantiago y de los
servicios médicos y les pregunta a los otros candidatos si saben de qué color
son, si saben cuánto hay que esperar para que te atiendan en un consultorio
médico, si saben cuánto se tarda en ir desde una población al trabajo. Al
preguntarles Miranda no busca que le respondan los otros candidatos, sino más
bien mostrarle a su pueblo que los que les gobiernan no saben cómo viven y no
les importa, que los únicos que pueden cambiar este estado de cosas son ellas y
ellos.
En este sentido, el lenguaje de la campaña no está plagado de abstracciones
teóricas, aunque sea más teórico y sofisticado que todos los demás, está
expresado con el humor y el ingenio populares: Miranda llama a la Nueva Mayoría
(la coalición que encabeza Bachelet) la “nueva pillería”, se dice magíster en
economía porque cualquier mujer lo tiene que ser para llegar a fin de mes con
los salarios de miseria que ganan, cuando Don Francisco le preguntó si no le
daba miedo haberse ahogado en el Mapocho cuando lo ocuparon para protestar,
Miranda contesta que “no le da miedo porque ya está ahogada por las deudas”.
Roxana Miranda se divierte con su pueblo, les interpela, les muestra y ellas y
ellos se identifican como no podrían identificarse con ningún otro candidato
porque no hablan su idioma ni comparten su historia.
La semana pasada fui con un grupo de estudiantes de la Universidad de
California a una reunión del Andha Chile. Allí no había cámaras ni periodistas.
Roxana Miranda llegó como hacia las 10 de la noche después de un día entero de
campaña para participar en una reunión donde se discutían casos específicos de
deudores habitacionales, estrategias del movimiento, campañas de apoyo a
quienes lo están pasando peor. Roxana Miranda conoce con nombre y apellido a
sus vecinos, sabe de qué comunas vienen, en qué estado se encuentra su vivienda,
si está a punto de rematarse, tiene, en una palabra, los pies puestos en la
calle incluso en campaña electoral. Se me hace muy difícil imaginarme a ningún
otro candidato presidencial con esa capacidad de entrega y de amor a su pueblo.
No puede sorprender, por eso, que nada más entrar en la sala las personas que
participaban en la reunión se identificaran con ella. Le contaban que se habían
conmovido con esto u otro que había dicho en la televisión. Ana María Cepeda,
una de las pobladoras de Villa Francia que están entrevistando las estudiantes
de la Universidad de California que trabajan conmigo, siempre nos dice, “yo soy
como la Roxana” por fin alguien le cuenta a Chile y al mundo lo que nos pasa de
verdad.
Violencia simbólica y programa político
En el debate de ANATEL (Asociación Nacional de Televisión) los periodistas
no dejaban de preguntarle a la candidata del Partido Igualdad si estaba a favor
de los encapuchados si no pasaban directamente a acusarla de usar tácticas
violentas en las ocupaciones de bancos y las “funas” de políticos emblemáticos
cono Bachelet y Piñera que hizo el Andha. Miranda contestaba siempre dándole la
vuelta a la tortilla al modo Bertold Brectch –“Qué es robar un banco comparado
con fundarlo”-- y mostrando que los que sufren la violencia son la gente como
ella que tiene que lidiar con las consecuencias del sistema neoliberal
implantado en Chile por la dictadura. Sin embargo, además de darle la vuelta a
la pregunta, cabe señalar, como han mostrado Nicolás Angelcos y Miguel Pérez, que
la presencia de Roxana Miranda en los medios ha generado también grandes dosis
de violencia simbólica dirigida contra ella por lo que representa como mujer
pobre de Chile. De partida, es frecuente que los periodistas se dirijan a ella
como “la Roxana” o “Roxana”, mientras que las dos candidatas de los grandes
partidos son “la sra Bachelet” y la “sra Mathei”. Como la propia Miranda ha
señalado, para los otros candidatos yo soy simplemente “la nana”.
En parte la violencia simbólica se ejerce contra ella por su discurso, pero
también porque una mujer pobre de piel cobriza con voluntad de poder genera en
la elite colonial que detenta el poder reacciones agresivas veladas y no tan
veladas. Por ejemplo, casi todas las historias de vida que han hecho los canales
de televisión mayoritarios (CNN, Chilevisión, Canal 13) preguntan obsesivamente
a la candidata Igualdad por su vida sentimental. Roxana Miranda es madre de
cuatro hijos, pero está separada del padre de éstos. Un modo de tapar el
discurso y la agencia colectiva del Partido Igualdad consiste en centrarse
obsesivamente en la sexualidad de la candidata. Los periodistas, casi todos
varones, le preguntan obsesivamente a Roxana Miranda si tiene pareja, si la
piensa tener, si le gusta bailar pegado… ¿Le hacen estas preguntas a los
candidatos varones? ¿Qué tipo de miedos genera en la clase dominante una mujer
que se asume sin pareja pero empoderada y con capacidad para alzar la voz?
Estas contradicciones llegaron al paroxismo en el programa “Las caras de la Moneda”
dirigido por Don Francisco, ese siniestro personaje del entretenimiento popular
en América Latina. En su entrevista con Roxana Miranda Don Francisco le
pregunta a Roxana: “¿qué se siente durmiendo sin un hombre al lado? Obviamente,
una mujer sin la tutela de un hombre sólo puede estar triste y desamparada,
pero si esto no fuera poco don Francisco también pregunta si ha pasado hambre y
cuando la candidata del Partido Igualdad responde afirmativamente, Don
Francisco no tiene reparos en preguntarle, ¿Qué se siente cuando uno tiene
hambre?
Estas preguntas son cualquier cosa menos inocentes son agresiones dirigidas
contra el cuerpo de la candidata por lo que es y lo que representa. Una mujer
del pueblo no puede osar quebrar la jerarquía neocolonial de poder y, sin
embargo, Roxana Miranda y todas y todos los candidatos/as del Partido Igualdad
se han atrevido a hacerlo sin dejarse victimizar. A pesar de las preguntas
insquisitoriales Miranda todavía consigue hacer llegar su discurso que, de
todas maneras, podría escucharse mucho más sin las múltiples distracciones y
agresiones que la han salpicado en sus alocuciones públicas. Sorprende la
acusación recurrente de que el Partido Igualdad tiene una buena crítica del
sistema neoliberal pero no tiene propuestas cuando el programa tiene 125
páginas y contiene las propuestas más innovadoras y detalladas que yo haya
podido leer sobre el futuro de la sociedad chilena. Por ejemplo, el Partido
Igualdad propone un nuevo modelo productivo autogestionado, respetuoso de los
pueblos, anti-estractivista y en armonía con la naturaleza, una salida
progresiva del modelo neoliberal capitalista mediante medidas específicas que
van desde un nuevo modelo impositivo, a la reindustrialización pasando por la
reforma del sistema político a través de una asamblea constituyente y social.
En materia social la propuesta toma como eje el modelo indigenista del “buen
vivir” como filosofía para la felicidad sustentable de los pueblos, defienden
el aborto y el matrimonio igualitario y muchas, muchas más cosas. Pero esto no
puede salir en los medios porque a Don Francisco le interesa mucho más saber si
a Roxana Miranda le gusta bailar cumbia.
Electoralismo y frentepopulismo
Llegados a este punto muchas personas se preguntaran cuántos votos pueden
obtener los candidatos del Partido Igualdad y/o por qué no formaron una
coalición con el movimiento “Todos a la Moneda” de Marcel Claude o con los
ecologistas de Sfeir. Sobre la posibilidad de formar una coalición cabe decir
que el comando de Marcel Claude es cuando menos desleal, porque lo que no se
puede hacer, como sucedió la semana pasada, es llamar a formar una coalición a
una semana de las elecciones a través de los medios. Eso no es más que un intento
de acaparar votos, pero lo más grave es que Marcel Claude no se dé cuenta de
todo lo que he tratado de exponer aquí: que es la hora de los pueblos y que a
los intelectuales orgánicos de la clase media nos toca sumarnos a ese proceso
de emancipación colectiva con humildad y con determinación, renunciando a
nuestros privilegios y poniendo nuestro capital cultural y simbólico al
servicio de un pueblo que ha decidido ser sujeto de su propia historia. Ser
iguales y libres o no ser nada, esa es la cuestión.
En cuanto al electoralismo, es impredecible lo que pueda pasar, pero creo
que es un error pensar en términos cuantitativos el éxito o el fracaso de la
campaña del Partido Igualdad. Creo firmemente que por de pronto Roxana Miranda
le ha dado un ejemplo de dignidad a Chile y al mundo, ha puesto encima de la
mesa un “secreto abierto” (la explotación, la desigualdad, la miseria) sobre el
que después seguir creando poder popular y formas de emancipación colectiva.
El tiempo revolucionario mapuche se expresa con la palabra “Marichiweu”,
literalmente “diez veces venceremos” o “venceremos siempre”. No puedo votar en
las elecciones porque no soy chileno pero si pudiera votaría 10 veces por todas
y todos los candidatos del Partido Igualdad, porque estoy seguro de que con
ellas y ellos el pueblo chileno y el pueblo mapuche vencerán y serán por fin
libres . ¡Qué el pueblo mande!
Siguenos en: Facebook https://www.facebook.com/escuelanacional.deformacionpolitica
Twitter @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios