Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
“La fuerza es la ley del universo; la fuerza es la ley de la Naturaleza,
y esta nueva fuerza descubierta hace a todos los hombres iguales,
y por tanto libres”.
Albert Parsons, Mártir de Chicago
No podríamos explicarnos la vigencia de una idea si ésta no ha sido traspasada casi siempre con sangre de generación en generación. Y esta idea plasmada hace 165 años, se renueva todos los días como una deuda de la humanidad con su propia historia, sus héroes y heroínas. No es una idea utópica, superficial, ni busca darle un rostro humano a la opresión. Es una tesis que desde su origen define la radicalidad de transformar la sociedad sin medias tintas, impresentable en los salones intelectuales de la época donde los obreros no tenían voz. Por eso se apellidaba “comunista”.
No vuelve una y otra vez como una memoria muerta decimonónica, que se abstrae de la realidad y cae en el fundamentalismo. No. Revive diariamente en las manos rechazadas de los trabajadores y trabajadoras, en el hambre de los niños, y contextualizado por el uso de la dialéctica y el materialismo histórico tiene la capacidad de mostrarse plenamente vigente en las demandas que hoy transversalizan la sociedad en pleno Proceso de Cambio, en plena Integración Latinoamericana y en plena crisis estructural del Capitalismo.
CONTEXTO HISTÓRICO
El Manifiesto Comunista debe ser evaluado en razón de su momento histórico para comprender la grandeza de su esencia transgresora, pues si bien como el mismo Marx explica que las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes en cada época, en todas las épocas hay también otras ideas (incluyendo ideologías), que expresan las aspiraciones de la clase revolucionaria que lucha por afirmarse.
En el marco de la Revolución Industrial, el movimiento obrero inicia su organización y movilización contra las condiciones de explotación que durante jornadas de más de 12 horas buscaban rentabilizar al máximo la producción sin importar las condiciones laborales de hombres, mujeres y niños. En Europa alrededor de 1.780 las manifestaciones se inician con la destrucción de maquinarias industriales, pero los primeros procesos de sindicalización se iniciaron en 1.834 conformando The Great Trade Unión que enarbolaba reivindicaciones económicas en beneficio de los trabajadores sin interpelar al sistema capitalista con ideales políticos que disputen el poder del Estado. Mientras, a través del Cartismo, los sindicatos obreros ingleses buscaban presionar al parlamento -instrumento político de la burguesía- para obtener derechos como el sufragio universal masculino; por último Estados Unidos se encontraba convulsionado por las incansables huelgas de trabajadores que en 1.886 hicieron estallar Chicago y condujeron a 5 revolucionarios a la horca.
Estas acciones aisladas acompañadas de sustentos teóricos como “El Socialismo Feudal”, “El socialismo utópico” o “el Socialismo Alemán”, fueron echadas por tierra en todo el Capítulo II del Manifiesto Comunista por naturalizar las relaciones de propiedad de los medios de producción, negar el carácter histórico de la lucha de clases y el uso de la violencia revolucionaria, además de intentar conciliar antagonismos a través de utopías sociales.
Es en medio de este periodo de amplia movilización, carente aún de un sustento teórico científico, que surge el Manifiesto Comunista como una revelación contemporánea de las contradicciones de la época, fundamentada en la lucha de los trabajadores y su experiencia, buscando transgredir las reivindicaciones puramente economicistas y delineando un horizonte revolucionario con fines, tácticas y estrategias a seguir por el movimiento obrero internacional.
El carácter dialéctico de su metodología y su profundo sentido histórico, hacen del Manifiesto un documento cuya aplicación práctica dependerá siempre y en todas partes de las circunstancias históricas existentes, elemento que le permite volver a sí mismo una y otra vez para contextualizarlo y convertirlo en una guía de acción sobre nuestras realidades.
Pero ¿qué sucede con aquellos críticos de la “letra muerta del marxismo” que buscan confrontar dicho Manifiesto con el antiimperialista pensamiento bolivariano, con las luchas de los movimientos indígenas o las demandas por equidad de género?
MARX Y LA PRIMERA INDEPENDENCIA LATINOAMERICANA
El 13 de Marzo de 1.965, Fidel Castro pronuncia un discurso en la Universidad de la Habana donde explica el carácter de las luchas emancipadoras y libertarias de América Latina: “Por el camino se han juntado todos los hombres dignos de esta tierra, en la larga lucha han muerto muchos hombres dignos de esta tierra. Los primeros no eran marxista-leninistas. Carlos Manuel de Céspedes no lo era, Martí no lo era, porque en la época en que vivió y en las condiciones históricas en que se desenvolvió su magnífica lucha no podía serlo”.
¿Pero acaso esto niega las banderas revolucionarias que transgredían los poderes clasistas de ese entonces? ¡En Absoluto! Pues así como Bolívar habló de Patria Grande, también avizoró el rol del Imperio Norteamericano en relación a Latinoamérica y la necesidad de impulsar la unidad de nuestros Pueblos frente a esta amenaza. Hombres de la talla del General San Martín cruzaron los Andes y el continente para impulsar ideas rebeldes que se anticiparon a Marx en su época, o como el Coronel Ignacio Warnes en Santa Cruz, cuyo Gobierno en 1.813-1.816 decretó la libertad y la prohibición del trabajo gratuito de los esclavos negros y mozos en las haciendas patronales, confiscó las tierras ociosas y las distribuyó a los campesinos obligando a los ricos a pagar impuestos al nuevo Estado revolucionario, y otras medidas revolucionarias que explican una rebelión social que llegó a conformar un ejército patriota de más de 2.000 hombres y mujeres en una aldea con apenas 10.00 habitantes.
Ellos, al igual que Marx y muchos otros, son revolucionarios que diseccionaron científicamente su realidad. Hoy, en vano pretenden los detractores del marxismo mostrarnos un Manifiesto Comunista que no toma en cuenta la cuestión Latinoamericana cuando se detienen a analizar a Marx como un pensamiento estático o eurocéntrico, pues si bien hasta 1.847 los autores del Manifiesto argumentaban su complacencia con la invasión norteamericana a México y justificaban las invasiones en nombre del “progreso histórico”, a partir de 1.860 incluyen en sus documentos análisis de los países considerados periferias cuestionando el rol expansionista del capital europeo.
Aún así, en su documento sobre Bolívar, donde Marx analiza las acciones del Libertador según la óptica de la liberación de las fuerzas productivas, podemos resolver nuestras dudas como el mismo Fidel argumenta: “Lo que determinó en cada época fue el espíritu revolucionario de nuestro pueblo, la tarea en cada momento de nuestro pueblo. Y lo que puede decirse es que, desde entonces hasta hoy, largo ha sido el camino, larga ha sido la evolución de nuestro pensamiento revolucionario, porque a principios de la segunda mitad del pasado siglo no eran en nuestra patria las tareas de la revolución proletaria las que estaban planteadas, sino: la lucha por la independencia contra el poder colonial español.
EL MOVIMIENTO INDÍGENA Y EL MARXISMO
Las discusiones sobre cómo se suman a la lucha revolucionaria los pueblos cuyos modos de producción eran precapitalistas fueron ligeramente abordadas a través de la siguiente pregunta: “Podría la comunidad rural rusa pasar directamente a la forma superior de la propiedad colectiva, a la forma comunista, o, por el contario, deberá pasar primero por el mismo proceso de disolución que constituye el desarrollo histórico del Occidente?”
Sobre la situación actual de las naciones que sustentan su propia existencia en modos de producción pre-capitalistas, es necesario aclarar de la mano de Jorge Veraza que “son naciones que se encuentran subordinadas y subsumidas formalmente y realmente bajo el capital […]se encuentran lastimadas en su contenido interno, aunque en menor medida. Pero todavía hay mucho que rescatar ahí, que es vivificante, que tiene futuro; que viene del pasado y que tiene futuro. Mismo argumento que es rescatado desde Mariátegui al proponer que las propiedades colectivas de los Pueblos Indígenas sean la base para el socialismo en el campo y la propuesta de Socialismo Comunitario que considera estos sistemas como fuerza productiva para el socialismo
Hoy, junto a aquellas comunidades que mantienen sus formas de producción comunitarias, solidarias, complementarias, que están profundamente ligadas a la producción de la vida del ser humano, en respeto con la Madre Tierra y el equilibrio de la vida es que se levanta un puño más que se alza contra el capitalismo. Es ese grito que se hace parte de aquel sujeto revolucionario que no tenía nada más que perder, salvo sus cadenas; que junto a más de dos tercios del planeta no tiene absolutamente nada más que perder, pues todo se halla ya en otras manos y sólo queda empuñar la gran afirmación por la vida.
Esta fue la propuesta de Bolivia para el Mundo: “Aquí en Bolivia tenemos esa fuerza, lo que para algunos es sinónimo de retraso, para nosotros, los revolucionarios, es una fuerza productiva del socialismo, es el porvenir, que ahora está mutilado y maltratado porque tiene que deshacerse de todo lo que lo aplasta, expandirse, irradiarse, universalizarse y tecnificarse. El socialismo comunitario es la expansión de nuestra comunidad agraria con sus formas de vida privada y comunitaria, trabajo en común, usufructo individual, asociatividad, revocatoria, universalizado en condiciones superiores”
Podemos tener la plena seguridad que renovando permanentemente su compromiso revolucionario asumido en el capítulo IV, el Manifiesto Comunista incluiría no sólo el rol del Movimiento Indígena a nivel Mundial como ente interpelador del modo de producción que percibe el desarrollo como algo lineal e infinito, sino también continuaría cuestionando la instrumentación y administración de las clases dominantes en relación a los recursos naturales y los territorios indígenas.
LAS MUJERES Y EL MANIFIESTO COMUNISTA
Si bien es cierto que el Manifiesto Comunista no toma en cuenta temas como la doble jornada laboral femenina, las formas de dominación con las que se justifica el patriarcado y que están transversalizadas por relaciones de clase; sí incluye elementos que son parte de las agendas de lucha femeninas como la “cosificación de la mujer”, y la falsa moral burguesa masculina referida a la vida familiar y la decisión referente a su maternidad:
“El burgués, que no ve en su mujer más que un simple instrumento de producción, al oírnos proclamar la necesidad de que los instrumentos de producción sean explotados colectivamente, no puede por menos de pensar que el régimen colectivo se hará extensivo igualmente a la mujer.
No advierte que de lo que se trata es precisamente de acabar con la situación de la mujer como mero instrumento de producción. Nada más ridículo, por otra parte, que esos alardes de indignación, henchida de alta moral de nuestros burgueses, al hablar de la tan cacareada colectivización de las mujeres por el comunismo.”
Sin embargo, en textos posteriores desarrollaron elementos como la división sexual del trabajo y sus consecuencias en la estructuración de un modelo familiar donde la lealtad y la fidelidad se justifican en razón del hombre y la propiedad privada que éste posee y transmite por herencia.
“Famulus quiere decir esclavo doméstico, y familia es el conjunto de los esclavos pertenecientes a un mismo hombre […] Esta expresión la inventaron los romanos para designar un nuevo organismo social, cuyo jefe tenía bajo su poder a la mujer, a los hijos y a cierto número de esclavos, con la patria potestad romana y el derecho de vida y muerte sobre todos ellos”.
(La familia moderna) Encierra, in miniature, todos los antagonismos que se desarrollan más adelante en la sociedad y en su Estado".
Elementos como éstos son gérmenes portadores de teorizaciones revolucionarias del feminismo marxista, una joya revolucionaria inspiradora que alimenta el pensamiento emancipador de la mujer rebelde. Plenamente vigentes porque nos muestran la anterioridad del patriarcado como una institución pre-capitalista que ha sido permanentemente refuncionalizada para garantizar de esta forma la dominación de clase y de género; y también cómo la dominación se traslada a la vida familiar sirviéndose de ésta para perpetuarse desde la subjetividad.
Hoy, no podemos cometer la torpeza de revisar una y otra vez el Manifiesto Comunista como si fuera un documento muerto, pues precisamente es la misma dialéctica y el uso del materialismo histórico el que nos conduce a pensarlo como un documento inspirador para nuestras acciones. Un documento que tiene plenamente vigencia si se lo interpreta como un compromiso histórico de la humanidad con su propio destino.
Debemos interpretarlo teniendo la seguridad de que hoy, probablemente las mujeres tendríamos un capítulo entero, que nuestros pueblos indígenas serían parte de la resistencia en las trincheras obreras y campesinas; y que América Latina sería descrita como la luz que hoy ilumina la esperanza revolucionaria. Debemos analizarlo comprendiendo cómo sus autores y el movimiento obrero que los inspiró, se adelantaron a su época para interpretar la realidad y proponer cómo transformar las sendas de la historia. Debemos tener la seguridad que como dijo Fidel en una clase de materialismo histórico: “Nosotros entonces hubiéramos sido como ellos, y ellos hoy hubieran sido como nosotros”.
Biografía
Adriana Salvatierra Arriaza (24)
Militante del MAS-IPSP y del Frente de Jóvenes Socialistas “Columna Sur”
Comunista y feminista (creyente de los “ismos”)
Egresada y trasquilada en Ciencias Políticas y Administración Pública
de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno
(Santa Cruz de la Sierra)
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