Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
¿Del olvido a la política pública?
Por: Alfonso Hinojosa
El pasado 8 de mayo el Ejecutivo
promulgó la Ley
370 de Migración. Es la primera ley en Bolivia sobre el tema, ya que
anteriormente sólo se contaba con normativas de menor jerarquía (decretos supremos,
reglamentos, acuerdos).
Estas normas establecían las acciones
del Estado sobre las dinámicas poblacionales internacionales, y su principal
característica se basaba en la idea de “control y restricción”, a la par de una
mirada donde prevalecía la inmigración en desmedro de la emigración, de amplio
y diverso espectro y antigüedad en Bolivia, pero totalmente olvidada en las
políticas y esferas públicas.
Este elemento es central en las
continuidades del abordaje migratorio a lo largo de la historia, ya que tiene
que ver con la invisibilización de la emigración nacional frente a la
inmigración extrajera; es decir, existe un énfasis mayor respecto a normar la
presencia de los extranjeros frente al silencio respecto a la ausencia de los
nacionales.
En el anteproyecto de esta ley se
reconocía esta situación al señalar que la anterior legislación vigente sobre
el tema fueron “normas de extranjería restrictiva, discriminatoria y poco
flexibles para el ingreso de personas extranjeras a nuestro país, sin considerar
aspectos de emigración de la población boliviana hacia el exterior”.
Ya desde inicios del presente siglo el
tema migratorio en el país empezó a tomar mayor presencia en la opinión
pública, la mayoría de las veces mediatizado por la prensa escrita o la
televisión, pero sobre todo siguiendo una dinámica ya en efervescencia de éxodo
hacia España que visibilizó el hecho migratorio en Bolivia de una manera
impactante.
A la par de esta situación, numerosas
organizaciones, instituciones, ONG, redes de todo tipo (activistas de derechos
humanos, comerciales, festivas), Iglesia Católica, academia y otros empezaron a
nuclearse y discutir la cuestión, confluyendo en un primer momento, a fines de
2004, cuando La Paz
fue sede de la V
Conferencia Sudamericana de Migraciones y se conformó algo
así como una plataforma sobre la temática (años después denominada Mesa Técnica
de Migraciones).
Desde esos momentos y en mayor o menor
intensidad en los siguientes años se fue hablando e interactuando con distintas
esferas del Estado (Cancillería, Gobierno, Ministerio de Trabajo, Ministerio de
Justicia) sobre la necesidad de una ley de migraciones.
Un momento decisivo en esta
visibilización del hecho migratorio se da con la conquista del voto boliviano
en el exterior, ejercido por primera vez en diciembre de 2009. Ahí, la gran
masa de residentes bolivianos en el exterior entra en la agenda nacional.
A finales del año pasado la diputada
Ingrid Zabala, presidenta de la
Comisión de Relaciones Exteriores y Migración, presentó el
anteproyecto de ley afirmando que su objetivo era de regular el ingreso,
tránsito, permanencia y salida de personas en el territorio boliviano y
coordinar políticas migratorias que garanticen los derechos de las personas
migrantes bolivianas y extranjeras.
Es decir, en términos generales se
añadía a la mirada de control y restricción otra mirada referida a los derechos
de las personas migrantes. En este sentido, la Ley 370 es importante para la protección de los
derechos y las condiciones de vida de la elevada población que migra desde o
hacia nuestro país.
En el mismo documento se hacía
referencia también a los procesos de integración regional y subregional
orientados a promover la libre circulación y residencia de las personas; en ese
momento se hablaba de armonizar desde el Estado la legislación sobre movilidad
humana, a partir de la ley de protección a las personas refugiadas, la ley
integral de trata y tráfico de personas y la ley de migración.
Otro de los elementos emergentes en
los últimos años tiene que ver con la denominada “feminización de las
migraciones”, dimensión que también se halla explicitada en la ley ya que
considera de manera diferenciada la situación de las mujeres en el contexto de
la migración e incorpora algunas previsiones específicas para la prevención del
acoso, la violencia de género y sexual.
En la ley se ha tomando en cuenta
también el tema del retorno, aunque desde una perspectiva que considera a los
retornados en una condición final y/o definitiva más que como un momento activo
de los diversos ciclos de la migración.
Es así que la ley contiene un enfoque
del retorno como una situación definitiva, cuando lo más real es identificarlo
como uno más de los procesos altamente versátiles de circulación migratoria.
Asimismo, se habla del “migrante climático” sin dar mayores acotaciones sobre
lo que ello implica.
Sin embargo, hay que subrayar el hecho
de la persistencia de una lógica de seguridad nacional “securitista” y por
tanto policiaca al momento de definir y gestionar políticas públicas
migratorias cuando se establece que será la Dirección General
de Migración, bajo tuición del Ministerio de Gobierno, la instancia facultada
para dicho fin.
Por otro lado, si bien se reconoce y
se respalda la libertad migratoria y se reconoce el aporte al desarrollo
económico, social y cultural que realizan los migrantes en las sociedades de
origen y de destino, se proyecta una visión débil de las personas migrantes en
tanto actores económicos, políticos y/o sociales, susceptibles tan sólo de
protección.
Hacia adelante los retos en este
camino de reconocimiento y visibilización del hecho migratorio en el país
tendrán que ver sobre todo con la reglamentación de la ley, instancia en la que
garantizar las asignaciones presupuestarias mínimas y necesarias para la
protección de los derechos de los y las migrantes será una labor fundamental en
el cumplimiento de los avances adquiridos con esta normativa.
Por otra parte, se deberán definir
protocolos y procedimientos en la materia. Avanzar hacia la simplificación de
procedimientos en lo que hace a extranjería y otros trámites concernientes a
estas situaciones también deberá ser asumido como reto.
Finalmente, garantizar la
participación de la sociedad civil en el Consejo Nacional de Migración, instancia
establecida en la ley como ente coordinador, deberá ser una constante en las
agendas de ese sinnúmero de instituciones y organizaciones que, desde hace
mucho tiempo atrás, tienen un rol importante en la temática.
Si bien fueron las prácticas más que
las normas las que definieron una visión altamente funcional (política del
silencio) del Estado republicano frente al tema migratorio en nuestra historia,
serán también dichas prácticas las que muestren rupturas o continuidades en lo
que hace al accionar del Estado Plurinacional sobre las dinámicas migratorias
contemporáneas.
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