Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
El desarrollo: ¿paradigma incrustado en la estructura mental de los intelectuales orgánicos en Latinoamérica?
Por: W. Abraham Pérez
Alandia
Ha sido colgado en varios sitios de Internet un
artículo del profesor-investigador Eduardo Gudynas, referente a la vigencia de
las ideas sobre el desarrollo. Ideas que se resisten a ser radicalmente
cuestionadas incluso en aquellos procesos sociales que se muestran como
transformadores. Artículo por demás válido para ser tomado en cuenta, temática
que debe ser puesto en debates de las organizaciones sociales y los colectivos
intelectuales-académicos insurrectos frente al orden civilizatorio en actual
decadencia.
Dice Gudynas que, con las ideas sobre desarrollo
suceden tediosas rutinas temporales en las que se ponen de moda distintas
modalidades en su presentación. Desde su presentación, el desarrollo fue
impuesto como el paradigma redentor para todo el planeta, destruido por los
conflictos bélicos de la primera y segunda guerras mundiales. Al respecto
afirma que:
“Las ideas convencionales sobre
el desarrollo se consolidaron después de la Segunda Guerra Mundial. Éstas se
basaban en entenderlo como un crecimiento económico continuado, centrado en la
apropiación de los recursos naturales y que se expresaba por fases de creciente
complejidad”. (Gudynas).
Estas ideas, en los hechos, priorizaron la
reconstrucción de los países europeos y del Japón a costa de los recursos
naturales y el sacrificio de todo un continente, el africano. Todas las escenas
de hambre y miseria que nos conmueven, son el resultado de un proceso de
exclusión e injusticias que se hizo a este continente, en nombre del
desarrollo. Otras regiones también pagaron la factura de los “desastres de
desarrollo”.
Los constructos teóricos sobre desarrollo planteaban
un comportamiento ejemplar que había que imitar:
“Las sociedades rurales deberían
evolucionar hacia economías industriales, y éstas hacia el consumo y los
servicios. De esta manera el desarrollo era un proceso de progreso económico. A
su vez, las naciones industrializadas se convertían en el modelo cultural y
político que todos debíamos seguir.”(Gudynas).
El camino propuesto por estas construcciones teóricas
obliga al camino de la transformación capitalista de los pueblos, una burda
imitación a los países del norte, renunciando nuestra propia identidad. No solo
se trata de un “progreso economicista” sino de la imposición de una forma de pensar
y relacionarse con el entorno natural y social, de un modelo cultural y
político controlado desde los centros del capitalismo mundial.
A pesar de las críticas que se hicieron a esta
imposición ideológica del desarrollo, este término fue apareciendo insistentemente.
Siempre pegado a la necesidad del crecimiento económico y su indicador
tradicional del PIB, intento renovarse con diferentes adjetivos adicionales,
como: desarrollo humano, desarrollo sustentable, desarrollo y ética, etc., etc.
Gudynas afirma al respecto:
“Así como en la película Día de
la marmota, todas las mañanas se inician con la crítica al desarrollo
convencional, y al llegar la noche todos suponemos que esa vieja idea, caduca y
fuente de mil problemas, será abandonada.
Pero al día siguiente, al
despertar, nos encontramos ante el desarrollo una vez más, posiblemente con un
nombre distinto, pero con su misma esencia. Esto ha generado una nutrida
galería de desarrollos: sustentable, endógeno, a escala humana, local, humano,
“otro desarrollo”, etc.” (Gudynas).
Estas actitudes de aquellos que reconstruyen e
insisten en el sometimiento de nuestros pueblos al desarrollo, es un insulto a
nuestra inteligencia y capacidad de construir nuestros paradigmas propios,
aquellos que no desprecien nuestras raíces y reconozcan nuestras capacidades y
creatividades. No se trata de adaptaciones o pensamientos imitativos, no es que
hay que pensar en el desarrollo desde el sur, esa posición es de sometimiento
ante lo fracasado. El desarrollo, en su planteamiento teórico y su práctica
discriminadora ha fracasado.
Muerte y resurrección es el subtítulo que Gudynas propone en su
artículo. Parte en que se crítica la presencia del desarrollo en la
identificación de los nuevos paradigmas que se proponen en los procesos de
cambio de los países de la región, error que lo explica así:
“Frente a esa crítica, una vez
más el desarrollo convencional se adaptó y sus resultados fueron, en Ecuador,
reubicar al “buen vivir” como una forma de socialismo (entendido como un
crecimiento económico controlado por el Estado), y en Bolivia, concebirlo como
la meta de un “desarrollo integral”.(Gudynas).
Concurrimos al derrumbe de aquellos paradigmas,
modelos y teorías que han sustentado el orden institucional y civilizatorio del
sistema capitalista. Las crecientes injusticias sociales, el deterioro de la
Madre Tierra, los conflictos bélicos manipulados para favorecer la acumulación
y concentración de los capitales, la discriminación y los bloqueos
inexplicables a países que no comulgan las imposiciones y caprichos
imperialistas, etc. Todos los hechos claramente visibles ante la opinión
pública muestran la necesidad histórica de la caída de este modelo, aún
vigente, y de la necesidad imperiosa de un nuevo paradigma. Construcciones
críticas y constructivas que expliquen las fuerzas sociales emergentes y los
desplazamientos del poder político hacia las masas oprimidas y marginadas del
proceso en decadencia.
Este proceso crítico y constructivo, significa el
cuestionamiento de cada uno de los aspectos que nos impusieron, de constructos
teóricos y lógicas mentales que en los hechos resultaron ser falsas
explicaciones y erróneas predicciones, tóxicos que aún hacen de las ilusiones
de algunos ingenuos ilustrados.
Este es el caso de las tantas propuestas y
teorizaciones del “Desarrollo”, categoría al que hace mención el profesor e
investigador E. Gudynas en el artículo que comentamos.
La idea del desarrollo ha sido construido sobre la
bases de un fetiche racional-humanístico antropocéntrico, sobre bases
mecanicistas y economicistas. Estas ideas del desarrollo plantean hacer del ser
humano un ser viviente homogéneo en el pensamiento (ideología) aunque sea
heterogéneo en las oportunidades y diverso en sus aspiraciones colectivas o sus
prácticas culturales.
Los actuales colectivos de académicos e intelectuales
orgánicos a los movimientos sociales y los decisores de la política económica y
social de nuestra región, principalmente en los países del ALBA, deben tomar en
cuenta estos cuestionamientos críticos para no convertirse en meros sacerdotes
de la réplica y la adaptación de constructos teóricos en crisis.
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