Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Verónica Rocha
“Nos vemos
el próximo año”, señaló a modo de clausura del evento conmemorativo el Gringo
González en el Palacio de Telecomunicaciones, el pasado jueves 6 de junio; y de
cierta manera a todos/as ahí nos encantó la idea de volver a pasar dentro de un
año por los pasillos de la memoria a los que convida la vida de un compañero
mayor.
Y es que
hablar de la partida de Antonio Peredo implica necesariamente, hablar de su
vida. Y hablar de su vida, es una forma –quizás de las más entrañables- de
referirse al ser revolucionario, a la utopía.
Me acabo de sentir tentada de señalar que hablar del compañero Antonio,
sería una buena forma de entender varios pasajes de la historia de nuestro país
y aunque ello es cierto, no podemos dejar de recordar que para él la labor
revolucionaria no estaba circunscrita a las fronteras, sino a la acción “por
cualquier hombre del mundo, en cualquier casa”: y ese es su mejor testimonio.
Quienes
sabíamos que el espacio quedaría pequeño para tanta gente que aglutina y
aglutinó siempre Antonio, nos apresuramos en abandonar nuestra cotidianidad
para sumergirnos en un espacio de recuerdos, donde terminó reinando la
honestidad y el compromiso. No importa cuán temprano habíamos llegado toda la
parte baja del auditorio estaba llena ya, tuvimos que acomodarnos arriba, eso
nos permitió divisar inmediatamente las banderas que flanqueaban este
recordatorio: la del Ejército de Liberación Nacional, la de la Fundación Che
Guevara y la de la Escuela de Formación Política, no podía faltar ninguna.
El evento
empezó casi puntual, pronto; era demasiada la gente que tendría la oportunidad
de representar algunas voces que quisimos estar presentes en este homenaje y no
podíamos esperar más, después de todo el 6 de junio cada uno/a de nosotros/as
estuvo recordando al compañero Antonio en sus historias personales. Varios/as
compañeros/as no podían estar ausentes y se encargaron de estar en primera fila
(literalmente), estuvo Gabriela Montaño, la presidenta de la Cámara de Senadores
donde Antonio cumplió su última labor pública; estaba también la ministra
Teresa Morales, él y la embajadora de Cuba y Venezuela, respectivamente, así
como los embajadores de Uruguay y Nicaragua; con un perfil más discreto también
se pudo vislumbrar a tres viceministros,
dos ex - ministras y un ex – ministro, algún ex – prefecto, algunos ex –
embajadores, un flamante delegado presidencial, entre varios internacionalistas
de Argentina, Chile, Cuba y Venezuela. También era inevitable observar a un par
de revolucionarios en su puesto –en primera fila-, con la dignidad encima y sin
una sola medida de mayor importancia que el resto: Alfredo Rada y Carlos Nuñez.
Alex
Soliz, ex – miembro de la emblemática Funche, fue el encargado de abrir el
homenaje, recordando aquellos años en que varios de quienes componían este
colectivo habían sembrado y nutrido su pensamiento y acción política bajo las
enseñanzas de Antonio Peredo; varios/as de ellos/as fueron y son aún soldados
del proceso de cambio, con esa escuela: la de Antonio.
Sin duda
alguna una de las partes más emotivas del homenaje había llegado desde Uruguay,
un amigo me contó que la nieta de Antonio Peredo se había amanecido las noches
anteriores puliendo (cómo sólo se hacen las cosas con cariño) el video que presenciaríamos
la noche del jueves. Apenas se puso play
al video, el auditorio en pleno nos vimos envueltos en la música que acompañó
la guerrilla sandinista (nuestra Nicaragua, Nicaragüita…) y las imágenes que
acompañaron la maravillosa película Persépolis: la historia de Marjane y el
legado de su abuelo. “Esta es una película para abuelos/padres que nos
construyen a nosotras nietas/hijas con sus historias y de quienes siempre
heredamos sus convicciones”, pienso. Antonio fue pues también padre, hermano y abuelo;
no hay revolucionario que primero no sea hombre cabal y justo. Es lindo conocer
ese lado de él, es entrañable abrazar su historia particular.
No
faltaron las voces desde algunos países del continente, recordando el paso de
Antonio por la Nicaragua de Sandino y el Chile de Allende, o el exilio al que
fueron confinados varios de nuestros compañeros y compañeras. Así como tampoco
estuvo ausente el homenaje oficial por parte de la hermana república de Cuba,
en representación de su embajador.
Creo que
el repertorio de mis amigos de Negro y Blanco, en porcentaje, contiene una
pequeña cantidad de canciones digamos revolucionarias. Pero sin duda alguna “71” (la canción que escribieron
hace más de una década describiendo los horrores de la dictadura de Bánzer Suárez)
es una de las canciones con mayor fuerza que retumbó en el auditorio, en el
recuerdo. Lo cual no quiere decir, de ninguna forma, que el charango de Ernesto
Cavour no haya acompañado tantos pasajes de historia que visitamos esa
inolvidable noche del jueves seis de junio, día del maestro: recordando a uno
de talla.
Tampoco
podían faltar las voces de José Pimentel, Nila Heredia, Fernando Rodriguez y
Leonor Arauco, incólumes compañeros/as de Antonio desde los años del Ejército
de Liberación Nacional. Y por supuesto -como no- el saludo puño izquierdo en
alto de María Martha González, la compañera de ruta de Antonio; como pocas
veces esta vez ella no había acudido a dar, sino a recibir. A recibir todo el
aplauso y cariño que aún guardamos para Antonio y para ella, para esa historia
que hizo y aún hace a tantas generaciones, para ese acto de reafirmación
revolucionaria que implica siempre la memoria y la dignidad.
Media hora
después de finalizado el acto seguíamos rondando por ahí, abrazando a María
Martha y despidiéndonos entre nosotros/as una y otra vez, mientras aún
retumbaba el eco de todos los “¡compañero Antonio Peredo presente!” que
gritamos, como si no quisiéramos separarnos, como si nunca quisiéramos irnos de
ahí. Como quien tiene la certeza de que
la memoria es nuestro mejor hogar y los/as compañeros/as, nuestra más preciada
familia.


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