Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo
D.Villanueva Imaña
Preámbulo
Luego de haber firmado un Acta de Entendimiento con el gobierno que aprobó los incrementos salariales en esta gestión, la sorpresiva huelga general decretada por la COB, que derivó inesperadamente en 13 días de movilización y bloqueos que paralizaron el país y que ahora se encuentra en una tregua de un mes que ha sido decretada como una especie de armisticio que podría ser roto a la conclusión del plazo; ha provocado innumerables reacciones, muchas de ellas contrapuestas y hasta llamativamente irónicas, como aquella por la cual el gobierno acusa a dicha movilización de la otrora gloriosa COB y la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), de estar liderada por una minúscula dirigencia extremista y trotskista, de carácter desestabilizador y subversivo, siendo que, a su turno, la dirigencia trotskista y el POR (su partido político), señalan a la misma dirigencia del COB como traidora, capituladora y progubernamental.
Preámbulo
Luego de haber firmado un Acta de Entendimiento con el gobierno que aprobó los incrementos salariales en esta gestión, la sorpresiva huelga general decretada por la COB, que derivó inesperadamente en 13 días de movilización y bloqueos que paralizaron el país y que ahora se encuentra en una tregua de un mes que ha sido decretada como una especie de armisticio que podría ser roto a la conclusión del plazo; ha provocado innumerables reacciones, muchas de ellas contrapuestas y hasta llamativamente irónicas, como aquella por la cual el gobierno acusa a dicha movilización de la otrora gloriosa COB y la Federación Sindical de Trabajadores Mineros de Bolivia (FSTMB), de estar liderada por una minúscula dirigencia extremista y trotskista, de carácter desestabilizador y subversivo, siendo que, a su turno, la dirigencia trotskista y el POR (su partido político), señalan a la misma dirigencia del COB como traidora, capituladora y progubernamental.
A nuestro
modesto entender, los análisis y las reacciones que provocó la movilización de la COB y de los diversos sectores
sociales que salieron a las calles y caminos, se han concentrado en la dinámica
misma del conflicto, el contenido de las demandas planteadas y los efectos
(perniciosos o positivos según la óptica y los intereses en pugna) que
provocaron sobre la ciudadanía, la gobernabilidad y el propio proceso. No es
poco y evidentemente se requiere tener claridad a la hora de efectuar un
balance de los acontecimientos sucedidos, pero en este caso la idea es
contribuir a realizar una mirada algo más amplia sobre los mismos hechos,
porque inexplicablemente se
olvidaron algunos asuntos de gran trascendencia que no deberían pasar
desapercibidos y que vale la pena evidenciar.
Los vacíos y olvidos
Por ejemplo,
la perplejidad ciudadana y gubernamental por la sorpresa de evidenciar una
movilización que en sus inicios parecía destinada al fracaso (al pensarse por
un momento que solo se trataba de una especie de maniobra destinada a cobrar
vigencia y posicionar electoralmente el partido de los trabajadores que la COB ha decidido conformar),
pero que con el paso de los días y la incorporación de los mineros de Huanuni
(que representan el más importante centro minero que además ha sido
recientemente nacionalizado), fue tomando una fuerza y una contundencia que
hizo mencionar la palabra “subversivo” y “desestabilizador”, cuando en realidad
de lo que se trataba era de la reemergencia insurgente (increíble!), de una
clase obrera que hasta ese momento se había presentado (o se la quería mirar)
como la expresión de una organización debilitada, desideologizada y soterrada
como consecuencia del D.S 21060 que los relocalizó y dispersó como clase,
además de haberle asestado una durísima derrota física con la violenta
represión que se produjo a la
Marcha por la
Paz del año 1986 y que resultó ser la última movilización
histórica obrero-minera (pero agónica y desesperada) que intentaba enfrentar a
las medidas neoliberales
que en ese momento se encontraban en su auge con el gobierno de Paz Estenssoro.
Esta mezcla
paradojal que se expresa en una imagen (ya borrosa por los años transcurridos y
los embates sufridos) de aquella poderosa organización de los trabajadores que
se pensaba que había quedado en el pasado y que, a pesar de aquella histórica
desestructuración y dispersión material de sus fuerzas que le provocó el
neoliberalismo (lo cual explica también su desideologización y la pérdida de su
norte como clase), vuelve a resurgir
con una fuerza inusitada que, luego de más de 20 años de haber permanecido
arrinconada y más de 7 años de iniciarse el proceso de cambio y transformación
a la que teóricamente estaba llamada a constituirse en un actor protagónico,
plantea por primera vez y en voz de los propios voceros gubernamentales que la
caracterizaron como subversiva y desestabilizadora, nada menos que la
reversibilidad del proceso; hecho que también se había considerado como
impensable, hasta que la COB,
esta nueva COB, decidió declarar la huelga general indefinida por una medida
que si bien está relacionada con las reivindicaciones salariales y los ingresos
de las clases trabajadoras, en realidad y estrictamente, corresponde a los
sectores que están a punto o ya pasaron al sector pasivo.
Como se puede
apreciar, no se trata de asuntos menores y por más paradojales y
contradictorios que pudieran aparecer, tienen la virtud de explicar mejor y
permitir apreciar aquella otra serie de ironías y “descubrimientos” que la
opinión pública se ha percatado al conocer por ejemplo que habían existido
muchos más sectores y grupos de privilegiados de lo que se podría desear, de
trabajadores asalariados del Estado con ingresos muy superiores a los del
Presidente del Estado Plurinacional; que al mismo tiempo de efectuar ajustes
económicos para reducir la brecha en la desigualdad de ingresos que habían
provocado en el pasado enormes asimetrías y profundas brechas entre pobres y
ricos, paralelamente y en la actualidad se permiten y pagan jugosos salarios en
varios sectores de la producción y la economía, con lo cual se ayuda a
perpetuar una casta minoritaria de privilegiados; que la fundamentación
gubernamental para rechazar las demandas para el mejoramiento de las rentas que
plantearon los sectores sociales movilizados alrededor de la COB, no solo son entendidas
como una dádiva del Estado y el Gobierno en favor de los trabajadores, sino que
contienen los mismos argumentos capitalistas que corresponden a una visión
rentista, paternalista y asistencial de
la economía que ha sido una constante en gobiernos neoliberales pasados; que al
mismo tiempo de rechazar vehementemente la demanda cobista, el gobierno
convalida y consiente el pago de la renta militar que asciende al 100% de sus
salarios y corresponde exactamente a lo que reclaman los demás trabajadores;
que en vez de referirse a un cambio en las relaciones de producción imperantes
que corresponden a un régimen de propiedad y producción capitalistas, siendo
que todas las empresas (y principalmente las nacionalizadas que dependen del
Estado), deberían haber iniciado ya un proceso de transformación para construir
las verdaderas bases para una redistribución equitativa, justa e igualitaria de
los ingresos percibidos, en realidad se habla de garantizar una sostenibilidad
que solo es posible al racionalizar planillas para reducir costos e incrementar
ganancias.
En vista de
ello y al margen de algunas opiniones disparatadas que “olvidan” la condición
de clase proletaria (con todo lo que ello significa política y económicamente)
para mostrar a la COB
y la FSTMB como
un sector minoritario e irrepresentativo de la población nacional; no resulta
un accidente el hecho de que paralelamente se hayan producido diverso tipo de
caracterizaciones sobre las movilizaciones de la COB, en la que cada una de las mismas contiene
una lógica de argumentos razonables, pero incompletos y parciales. En unos
casos se ha mencionado que se trata una justa lucha de los trabajadores para
mejorar sus rentas; en otros casos que se trata de una conjura subversiva que
buscaba desestabilizar el gobierno y el proceso; también se ha dicho que se
trata de un conflicto social emergente de la disputa por la redistribución de
la renta nacional; también se ha planteado como la reemergencia de la clase
obrera, luego de más de 20 años desde que se produjera la relocalización
neoliberal.
A la par de
dichas formas de ver el conflicto, también se han ejercitado argumentos para
fundamentar lo dicho en los que, al mismo tiempo de descalificar la
movilización, se hacía referencia a que en vez de ser un movimiento
revolucionario en consonancia a su historia y antecedentes, es más bien
desestabilizador y subversivo; que se trata de un movimiento salarialista, no
revolucionario; que es derechista y conservador, porque va en contra del
proceso; que sirve a la derecha y el imperialismo; que favorece los intereses
de una cúpula privilegiada de la “aristocracia obrera”; que no responde al
interés nacional y ni siquiera al sectorial porque solamente favorece a un
grupo de dirigentes y obreros que ganan más, etc.
Nuevamente se
puede apreciar que este
tipo de razonamientos esgrimidos respecto de la movilización de la COB, son más o menos
convincentes; sin embargo, se extraña la ausencia de otros elementos como los
siguientes: qué conciencia revolucionaria se exige, cuando lo que se puede apreciar
cotidianamente en relación a las organizaciones sociales es prebendalismo,
rentismo, paternalismo, asistencialismo social y cooptación dirigencial con
regalos y dádivas, al margen de la execración y descalificación, cuando las
mismas no son afines o plantean disidencia. También cabe preguntarse por qué se
cuestiona la movilización de la
COB, si ella utiliza la forma de acción preferida de los
movimientos sociales; es más se sabe (y se ha defendido en el pasado cuando se
trataba de movilizaciones afines) que la insurgencia popular es una nueva forma
de hacer política y que la acción directa profundiza la democracia
representativa (pactada y delegativa) que prevalecía entre los partidos
tradicionales y reaccionarios. Aun más, se parece olvidar que la COB (independientemente de
algunos dirigentes oportunistas y comprobadamente reaccionarios), representa a
la clase obrera nacional, y que esta misma clase obrera y proletaria constituye
un aliado estratégico de todo proceso de cambio y transformación, que no es
posible despreciar...
A modo de conclusión
En fin, para
terminar estas reflexiones y aunque pudiera parecer que se defiende un
movimiento calificado como conservador que a todas luces todavía arrastra las
secuelas de su desmovilización, dispersión y aniquilación material sufrida como
consecuencia del embate neoliberal de mediados de los años 80, en realidad lo
que se critica por una parte, es que no se tenga la capacidad para distinguir
entre una locomotora y un vagón, que en el caso de la realidad social, la lucha
de clases y la construcción de un sujeto social hegemónico, tienen evidente e
indudablemente muchísima gravitación, por la misma razón de que no es lo mismo
construir un proceso sobre la base de clases y sectores subalternos,
secundarios y hasta conservadores, que hacerlo con la participación de una
clase social revolucionaria por excelencia.
Por otra
parte y al mismo tiempo de correr el riesgo de cometer un error parecido al que se
produjo con el conflicto del TIPNIS, donde se perdieron otros aliados
estratégicos del proceso (sobre todo en la perspectiva de materializar el
Estado Plurinacional) y que constituyen los pueblos indígenas, no parece lo más
razonable ni políticamente atinado, atacar, descalificar y despreciar como si
se tratase de un enemigo, a la clase obrera nacional representada en la COB y la FSTMB, aun a pesar de que
coyunturalmente esté en manos de una dirigencia oportunista y hasta
reaccionaria. El hecho de haber convocado y efectuado una contramarcha social
en varias capitales y que fue reclamada por el propio Presidente Evo Morales,
si bien muestra la capacidad de convocatoria, representatividad y movilización
de los sectores sociales que apoyan el gobierno, también puede ser interpretada
como una clara expresión de rechazo y desprecio, que no solo impide y perjudica
la necesidad y responsabilidad de reconstituir el sujeto social hegemónico y la
consolidación de alianzas con sectores sociales estratégicos, sino que, muy
equivocadamente, los tratan como si fuesen enemigos.
Bajo esos términos, la tregua de facto
establecida no puede dejarse pasar y debería convertirse en una oportunidad
para tomar la iniciativa y replantear la situación con la COB y la clase obrera, salvo
el riesgo de sufrir una nueva avalancha social que emerja del claro descontento
social que ya se expresó en los 13 días de movilización anteriores.
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