Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por Gabriel Loza Tellería
El último reporte sobre el desarrollo financiero global del Banco Mundial llama paradójicamente a repensar el rol del Estado en el sistema financiero. Cabe recordar los programas de ajuste estructural de la troika (FMI, Banco Mundial y BID) en los 90’, cuando exhortaban a la privatización, a la reducción del papel del Estado en la economía, a la liberalización financiera y al libre flujo de capitales. Bolivia fue el alumno más brillante; fue el primero en el ranking de las reformas estructurales y en las privatizaciones. En el área financiera fue incluso más lejos que Chile al cerrar el Banco del Estado y quedarse sin banca de fomento.
Ahora, 20 años después, el informe analiza la intervención directa del Estado en los países emergentes durante la crisis financiera, y concluye que los bancos estatales que jugaron un rol contra-cíclico orientado a restaurar las condiciones crediticias, inyectando liquidez en los mercados financieros, compensaron parcialmente la caída del crédito proveniente de los bancos privados, especialmente en América Latina, como en los casos de Chile y Brasil.
Sin embargo, llama la atención que en el informe esa evidencia no le sería “concluyente”, puesto que alguna otra evidencia a nivel macro muestra una alta volatilidad en el crédito de los bancos estatales. Además, advierte que esos beneficios de estabilización del crédito en el corto plazo pueden derivar en costos de una mala asignación de recursos y de ineficiencia debido a las conexiones políticas.
Estas recomendaciones, justamente en el cuarto aniversario del colapso de Lehman Brothers que incendió la mecha de la crisis financiera global en 2008, parecen no estar ubicadas en el contexto de los problemas pasados y actuales del sistema financiero global.
Así, no es muy apropiado hablar de volatilidad de la banca estatal, basados en estimaciones econométricas cuando una característica de la crisis financiera es justamente su alta volatilidad, impredictibilidad y sobre reacción, con un comportamiento similar al de un rebaño. Lo mismo cuando se habla de una mala asignación de recursos de la banca estatal, no suena bien si se compara con el desempeño de los grandes bancos de inversión, los cuales justamente hicieron una eficiente inversión en hipotecas, bonos basura y derivados financieros de alto riesgo, que tuvieron que recoger los bancos centrales de los países avanzados. Esa si que fue una pésima asignación de recursos.
Por último, suena un poco ridículo hablar de “conexiones políticas” de la banca estatal cuando la gran banca de inversión tenía conexiones de todo tipo, desde políticas hasta mafiosas, como se demostró con los recientes escándalos financieros mundiales que salieron a la luz pública.
Más bien hubiese sido pertinente que este reporte financiero global se focalice en los países avanzados que están en crisis, para analizar los casos y costos de la otra intervención directa del Estado, que no fue en la banca de fomento, la que no sucedió en los mercados emergentes, sino en los países del centro, cuando el Estado, a través de los bancos centrales o los departamentos del Tesoro, “estatizaron” bancos en quiebra, recuperaron activos tóxicos y rescataron empresas, solamente basados en el posible riesgo sistémico, en el efecto contagio y, obviamente, con los recursos de los contribuyentes que han visto bajar sus pensiones de jubilación y sus beneficios sociales. Creo que los países avanzados están más bien “repensando” en el salvataje que hicieron a los bancos en crisis.
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