Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Juan Collque
En el presente
artículo no queremos debatir sobre la forma en que deben “negociar y consensuar”
actores con intereses contrapuestos. Simplemente intentamos esbozar algunos
elementos de debate sobre una política
minera que tienda a transformar las relaciones de producción en el sector
minero en beneficio del pueblo boliviano. Acudimos a la comprensión del
lector para que nos licencie la abstracción de detalles en las cifras que hacen
al sector minero, aunque parezca paradójico lo hacemos por razones de
exposición.
Durante los
últimos años se han venido suscitando decenas de conflictos en el sector
minero. Los menos motivados por reivindicaciones laborales de los trabajadores
asalariados de empresas formalmente establecidas. La mayoría de las pugnas
están vinculadas a tomas y avasallamientos protagonizados por grupos de
pobladores de regiones mineras y/o cooperativistas mineros, el último enfrenta
a trabajadores asalariados de la Comibol con los cooperativistas de la Cooperativa
26 de Febrero por la Veta Rosario de la Mina Colquiri.
Sin duda estas
movilizaciones tienen su incentivo principal en el auge de precios de los
minerales, presente en el mercado internacional durante la última década, que
permite la generación de rentas mineras o ganancias extraordinarias
fundamentadas en la explotación monopólica de un yacimiento minero. Añadido a
esto se presentan interpretaciones interesadas de la Constitución Política del
Estado sobre el derecho propietario y/o las formas de organización económica.
El sector
minero, en tanto actividad extractiva, está compuesto por cuatro actores: las
empresas mineras estatales, las privadas nacionales, las privadas extranjeras y
las cooperativas. El mayor productor en volumen y valor, consecuentemente
también en contribuciones impositivas y regalitarias, son las empresas
transnacionales, sin embargo es el subsector que menos empleo genera. Inversamente,
el mayor empleador es el subsector cooperativo aunque su producción en volumen
y valor es mínimo, lo mismo que sus contribuciones en regalías e impuestos. Por
su parte, el Estado es marginal en términos de producción, impuestos y regalías,
pero emplea aproximadamente una y media veces el número de trabajadores que usa
el conjunto del sector privado transnacional. Las empresas fundadas con
capitales bolivianos son irrelevantes en el contexto minero nacional.
La explicación
de estas proporciones radica en los distintos tipos de tecnología que
determinan las diferentes formas de organizar técnicamente los procesos de
producción como tales. Por ejemplo, la empresa transnacional es totalmente
maquinizada y su nivel de productividad elevado. En el caso de la empresa
estatal la organización se la puede asimilar a la manufactura compleja, propia
de la minería boliviana de la primera mitad del siglo XX, cuya productividad es
baja. En el caso de las cooperativas las formas de organizar la producción van
desde las artesanales hasta las manufacturadas, y su productividad exigua. Para
tener una idea de la diferencia de productividad podemos decir que por cada tonelada de tierra
mineralizada que mueve un trabajador de la minería estatal uno de una empresa
transnacional mueve al menos cien. Huelga hacer la relación entre la minería
transnacional y la cooperativizada.
En este contexto,
las transnacionales utilizando su posición en el sector pretenden conservar las
condiciones que les benefician merced a la normativa neoliberal que hoy sigue
vigente (leyes de minería, inversiones, impuestos, políticas de incentivos,
etc.) y que les permiten explotar y usufructuar los yacimientos y/o proyectos
mineros más ricos o con mejores condiciones de rentabilidad (la mayoría eran de
la antigua Comibol), sobre éste tema volveremos después.
Los
cooperativistas igualmente tratan de mantener intactas sus ventajas utilizando
su capacidad de movilización como mecanismo de presión. Sin embargo acá es
imprescindible hacer una aclaración en cuanto al término cooperativista. Consideramos que, producto de una larga evolución
histórica, en las cooperativas mineras
existe una marcada diferenciación social que devino en al menos dos tipos
de cooperativistas: El primero sería el que conceptualmente se acerca al de la
Ley de Cooperativas, vale decir aquella persona que en igualdad de condiciones es copropietaria de los yacimientos e
instrumentos de trabajo, que trabaja y que participa del resultado de la
producción en la misma proporción que todos los miembros de la cooperativa,
donde todas las personas serían iguales
en los hechos, en derechos y en obligaciones. El segundo estaría conformado
por una clase de propietarios privados,
que son socios “cooperativistas” en
tanto esta personería jurídica les permitiría acceder al yacimiento, una vez
obtenido cada uno se vuelve propietario
privado individual de una parte del yacimiento (paraje), de sus
instrumentos de trabajo y de su dinero, los cuales convierte en capital al comprar la fuerza de trabajo
de peones por un jornal o salario diario, en moneda o a destajo, en otras
palabras se convierte en una suerte de
capitalista bajo la apariencia de “cooperativista”[1],
este hecho sería común tanto en la minería del oro como en la de estaño, zinc,
plomo y plata.
Estos
“cooperativistas” en busca de una mayor renta minera, y dadas sus
características técnicas, explotan selectivamente el yacimiento (persiguiendo
la veta), ocasionando altos niveles de contaminación ambiental y bajo
condiciones inhumanas de explotación laboral. Sin embargo fueron sujetos de
varios programas de apoyo del gobierno (dotación de ingenios, parajes,
exenciones impositivas, etc.) a título del modelo de economía plural. Estos
programas que no distinguen a unos cooperativistas de otros “cooperativistas”, debido
posiblemente a la inexistencia de información fidedigna, hacen que las riquezas
que son de todo el pueblo beneficien sólo a unos cuantos.
Creemos que el capitalismo como relación social de
producción está caduco y es depredador. En busca de la maximización de
ganancias explota a los seres humanos llevándolos a situaciones extremas y
destruye irremediablemente el medioambiente, además atraviesa por una crisis severa que debe aprovecharse para imponer
otra sociedad. En el caso del “cooperativismo” minero los grados de explotación de los trabajadores asalariados (bajo
cualquier nombre: peones, jornaleros, aprendices, nuevos, etc.) son extremos e
inhumanos, no cuentan con las mínimas condiciones de trabajo, no gozan con
los elementos básicos de seguridad industrial, ni de salud industrial, no
tienen beneficios sociales, no están sujetos a la ley del trabajo, no tienen
derecho de sindicalización, no cuentan con seguro ni de corto ni de largo plazo,
en otras palabras no se cumple ninguno de sus derechos a pesar de que la
Constitución en varios de sus artículos ordena la defensa de la vida humana y
el trabajo en condiciones dignas. El irrespeto a la Madre Tierra es también alarmante
a pesar de que la Constitución manda su cuidado, la contaminación ambiental que generan es muy alta y la aplicación
de la normativa actual es impensable para ellos, aun cuando es sabido que los
procesos de remediación ambiental duran décadas.
Si se quiere
construir un modelo social y comunitario se deberían implementar programas de
apoyo a todas las actividades económicas, pero cuidando que en su interior no se reproduzcan relaciones de producción capitalistas
(Capital – Trabajo Asalariado) y que, contrariamente, se establezcan formas
de producción alternativas, diferentes al capitalismo. Por ejemplo, el apoyo a los “cooperativistas” mineros
debería estar condicionado, al menos, al cumplimiento de las leyes de cooperativas, del trabajo, del
medioambiente, etc., vigiladas
continua y celosamente por el Estado. De manera que el uso de los recursos del Estado garantice verdaderas cooperativas
donde todos sean iguales en hechos, derechos y obligaciones; cuyos
excedentes puedan ser utilizados en parte para la continuidad de la propia
cooperativa y en parte para un fondo
común que financie más iniciativas donde no exista explotación del hombre por
el hombre.
Paralelamente, el Estado debería fortalecer Comibol y la
minería estatal nacionalizándola,
invirtiendo en tecnología e incrementando su productividad para retomar
el verdadero sentido de la empresa social, estableciendo el monopsonio de la comercialización interna y
externa de todos los minerales, y otras medidas sobre las que volveremos en
otra ocasión.
Mientras alguien
ayuda a los “cooperativistas” mineros a comprender el Vivir Bien y el sentido
de los principios y valores como la solidaridad, complementariedad, armonía con
la naturaleza y otros establecidos en la Constitución y sostenidos por este
gobierno, se debería trabajar en la organización
de las decenas de miles de jornaleros asalariados de estos
“cooperativistas” quienes podrían ser los más interesados para la transformación
hacia el cooperativismo verdadero.
[1] Pueden darse una variedad de tipos de sociedades entre los
“cooperativistas” propietarios del paraje y particulares u otros
“cooperativistas” que pueden aportar instrumentos de trabajo o dinero, que
funcionan como cualquier sociedad capitalista.
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