Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por Silvia Ribeiro
Dos de las mayores crisis planetarias que
vivimos, la crisis alimentaria y la crisis climática, tienen como causa
principal el sistema alimentario agroindustrial: desde la agricultura y
pecuaria industrial a los supermercados forman una cadena que oprime a la gente
y exprime al planeta, con Monsanto firmemente tirando de un extremo y Walmart
del otro.
México es un triste ejemplo de ello (Ver Comer o no comer ¿quién decide?
La Jornada,
25/8/12)
El papel de esta cadena en provocar el caos climático es fundamental,
pero como esta realidad es muy diferente de lo que nos dice la propaganda
empresarial, muchos se preguntan en qué se basan estas afirmaciones. Una
referencia obligada es el documento de Grain Alimentos y cambio climático, el
eslabón olvidado (www.grain.org), que da cuenta de las principales entre más de
350 fuentes de las que parten.
La mayoría de los estudios oficiales –desde el Informe Stern del Reino
Unido al Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) y otras
instituciones– ubican a la agricultura industrial –a gran escala, en
monocultivo, con alto uso de insumos (fertilizantes, agrotóxicos, semillas
híbridas o transgénicas)– como causante de 11 a 15 por ciento de las emisiones de gases de
efecto invernadero (GEI), dándole el tercer o cuarto lugar entre los factores
causantes del cambio climático.
Sin embargo, esto no refleja la totalidad del problema, porque el
sistema alimentario agroindustrial está directamente relacionado a porcentajes
importantes de otros grandes factores identificados como causantes del cambio
climático (transportes, producción de energía, deforestación).
La deforestación y cambio de uso de suelo, a lo que se atribuye hasta 20
por ciento de la emisiones de GEI globales, se debe entre 70 y 90 por ciento a
la expansión de la frontera agrícola, que invade sabanas, cerrados, bosques y
humedales para instalar monocultivos industriales de commodities controladas
por trasnacionales, como soya, caña de azúcar, palma aceitera, maíz industrial
y canola. Por tanto, entre 15 y 18 por ciento de las emisiones adjudicadas a
deforestación son en realidad parte del sistema agroindustrial.
Otro factor es la gran cantidad de transportes que exige ese sistema
alimentario, desde el traslado de cosechas a depósitos centralizados, a centros
de procesamiento, puntos de distribución, venta y además una enorme cantidad de
desplazamientos internacionales de alimentos que en su mayoría son
innecesarios, pero se hacen por el lucro que obtienen las corporaciones
comprando barato en un país y vendiendo caro en otros, o vendiéndonos caro el
lujo de comer cualquier producto fuera de temporada en cualquier parte del
mundo. Grain calcula que 5-6 por ciento de los gases debidos a transportes se
deben al sistema alimentario.
Otro 8-10 por ciento lo atribuyen, basados en numerosos datos, a la
industria de procesamiento y empacado de alimentos, 1-2 por ciento a la energía
para refrigeración y otro 1-2 por ciento a la venta en almacenes. Por tanto, el
procesamiento, empacado y venta al menudeo de alimentos es responsable de entre
15 a 20
por ciento adicionales de emisiones de gases de efecto invernadero.
Esta forma de producción, distribución y consumo industrializado produce
un desperdicio de comida gigantesco: desde los establecimientos agrícolas a los
procesadores, distribuidores y comerciantes, se estima que ¡la mitad de la
comida se desecha! Esto, muestra Grain, sería suficiente para alimentar seis
veces a todos los hambrientos del mundo. La mayor parte de esa comida
desperdiciada se descompone en basureros. Según informes oficiales, de 3 a 5 por ciento de las
emisiones de gases proviene de grandes basureros urbanos. El 90 por ciento de
esos gases se debe a descomposición de alimentos.
Resumiendo, el sistema alimentario agroindustrial es responsable de
emisión de gases de efecto invernadero de entre 11-15 por ciento por
agricultura industrial, 15-18 por ciento por deforestación, 15-20 por ciento
por transportes, procesamiento, empacado, refrigeración y venta en
supermercados y 3-4 por ciento por descomposición de alimentos que van a parar
a los basureros. En suma es responsable por entre 44 y 57 por ciento de las
emisiones que provocan el cambio climático. Otros estudios sobre las emisiones
de la cría intensiva de animales –no desglosados en los datos anteriores–
sitúan los porcentajes en la franja superior.
Además, la agricultura industrial usa (y contamina con agrotóxicos) 70
por ciento del agua potable global. De lo que queda, entre sólo cinco corporaciones
del sistema alimentario global –Danone, Nestlé, Unilever, Anheuser-Bush y Coca
Cola– consumen, privatizando de facto, suficiente agua para satisfacer los
requerimientos domésticos diarios de agua de cada persona en el planeta.
Paradójicamente, esta cadena agroindustrial ni siquiera da de comer a la
mayoría: el 70 por ciento de la población del mundo se alimenta gracias a lo
producido por campesinos y agricultores familiares, indígenas, recolectores,
pescadores artesanales, huertas urbanas. (Ver Quién nos alimentará?, Grupo
ETC).
Las alternativas existen y están a la mano: salir de la cadena
agroindustrial, apoyando y fortaleciendo la red alimentaria campesina, la
producción culturalmente diversa y descentralizada, sin tóxicos, los mercados
locales. Así además se pueden reconstituir los suelos, el mayor factor de
absorción y retención de carbono del planeta.
Silvia Ribeiro es
investigadora del Grupo ETC
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