Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo D. Villanueva Imaña (*)
Antiimperialismo cipayo fue el denominativo que René
Zavaleta Mercado utilizó para identificar y caracterizar a aquellos sectores
políticos entreguistas, pronorteamericanos y antinacionales, cuya suerte está
asociada a los intereses del imperialismo y que, por tanto, aunque
discursivamente pueden aparecer circunstancialmente como razonables o muy
agresivos y radicales; en la práctica son totalmente ineficaces e
ideológicamente incongruentes y engañosos, porque sencillamente no responden al
interés ni al empuje de las clases populares, y tampoco conducen al
cumplimiento de la tarea de la liberación nacional y la descolonización.
Esta especie de alienación del antiimperialismo, por el cual
se le otorga a éste de un contenido totalmente diferente y contradictorio a la
lucha por la liberación nacional y la soberanía, para ceder paso a los
intereses capitalistas y transnacionales, constituye un aspecto central del
proceso de cambio y transformación democrático cultural, porque de ello
dependerá finalmente si el contenido y orientación del Estado plurinacional se
traducirá en la construcción del socialismo comunitario para Vivir Bien en
armonía con la naturaleza, o simplemente en un capitalismo dependiente,
desarrollista y extractivista, aun a pesar de que el país logre industrializar
las materias primas (hidrocarburíferas, mineras y naturales) que explota.
Estas ideas introductorias, como seguramente se podrá
deducir, están asociadas a las preocupaciones y el debate que se han originado
como consecuencia de dos hechos trascendentales que están estrechamente
vinculados con el modelo de desarrollo que Bolivia discute y busca encarar a
futuro. Se trata del conflicto del TIPNIS que (entre otros asuntos) ha puesto
en cuestión el tipo de desarrollo que el gobierno está dispuesto a impulsar, y
la denominada “Agenda Patriótica” que el Presidente Evo Morales perfiló hacia
el año 2025 en su discurso informe del 6 de Agosto pasado.
En el primer caso, ha quedado clara la disonancia e
incongruencia que existe entre el discurso de defensa de los derechos de la Madre Tierra y la
formulación de un nuevo paradigma alternativo al desarrollismo capitalista que
discursivamente el gobierno plurinacional ha impulsado en diversos foros
internacionales, y la intencionalidad manifiesta de construir una carretera que
atraviese “quieran o no quieran” el Territorio Indígena y Parque Nacional
Isiboro Sécure (TIPNIS), que está claramente asociado al modelo desarrollista,
extractivo y procapitalista que supuestamente se rechaza.
En el segundo caso, el Presidente Evo Morales ha sorprendido
a la opinión pública nacional, porque luego de bastante tiempo de un accionar y
una gestión gubernamental caracterizada por el inmediatismo, la atención y
solución de asuntos y conflictos coyunturales, plantea una agenda de 4 puntos
que espera cumplir hasta el año 2025, cuando
se cumple el segundo centenario de la independencia nacional.
Al margen del aporte loable de perfilar una agenda de
mediano plazo, lo sorprendente de su contenido está relacionado a las tareas
que busca cumplir, en vista de que siendo menos completa e integral que los
“Objetivos de Desarrollo del Milenio” (ODM) que se acordaron desarrollar en una
Cumbre de las Naciones Unidas hasta el año 2015 (lo cual ya marca
incumplimiento, limitaciones y deficiencias preanunciadas a un compromiso
firmado internacionalmente), en realidad responde muy claramente a un enfoque y
un modelo de desarrollo capitalista que se concentra en la lucha contra la
pobreza, que implica renunciar implícitamente a la lucha contra las causas que
lo originan.
Veamos, aunque evidentemente la lucha contra la pobreza, el
hambre (seguridad y soberanía alimentaria) y la provisión de servicios básicos
que se han planteado en la
Agenda Patriótica, son objetivos loables e irrenunciables
para el país; la pregunta principal tiene que ver con el método y la forma de
conseguir erradicar estos males y no solamente combatirlos para reducir su
incidencia. No debe olvidarse que una agenda de desarrollo con enfoque
capitalista y neoliberal como los Objetivos del Milenio, no se plantea en
ningún caso atacar las causas que originan la pobreza, el hambre, la falta de
acceso a los servicios básicos, etc., sino únicamente reducir su incidencia y
aplacar los efectos que sufre la mayoría de la población. Una agenda de
desarrollo de ese tipo, solo busca combatir los efectos perniciosos de la
explotación del hombre y la naturaleza, pero nunca resolver y erradicar las
causas que originan el hambre, la pobreza, la contaminación y las demás
secuelas que origina el sistema. En otras palabras, debería considerarse que al
no atacar las causas que originan los males, en realidad lo que se hace es
contribuir a perpetuar el sistema y la lógica de desarrollo extractivista que
constituye su base de sustento.
Desde esa perspectiva, los objetivos del Milenio acordados
en el marco de la ONU,
constituyen el instrumento (sutil y perverso) que el sistema capitalista y
neoliberal ha creado para perpetuar la lógica de desarrollo extractivista del
capitalismo salvaje, porque si bien muestra una voluntad para mejorar y reducir
la incidencia de los males que aquejan al mundo, en realidad anulan toda
posibilidad de atacar y resolver las causas que los originan y, mucho menos,
cambiar y transformar el sistema de explotación que da lugar al hambre, la
pobreza y la desigualdad que supuestamente se combate.
Señalado aquello, es pertinente retornar a las reflexiones
relacionadas con la descolonización y el antiimperialismo que, a decir de
Zavaleta Mercado, deberían formar parte de las acciones de aquel “horizonte de posibilidad”
que se abre junto y a partir del proceso de cambio (pero que sintomáticamente
no son mencionadas como parte de las tareas de la Agenda Patriótica).
A pesar de lo que pudiera pensarse (lamentablemente parece
predominar un criterio superficial en el gobierno), la descolonización no es
(exclusiva ni principalmente) una tarea para deshacerse de taras y prácticas
heredadas del pasado en diversas esferas, como si la condición colonial solo
fuese un resabio y una herencia del pasado histórico. En realidad y quizás
constituya lo más importante de este fenómeno que suele ser muy complejo y
esquivo a la comprensión ciudadana, la descolonización consiste en romper la
condición de país penetrado, ocupado y acosado, en diferentes niveles y grados,
por el sistema imperialista predominante actualmente. Se trata por tanto de una
tarea de liberación nacional, de recuperación de la soberanía y la dignidad
nacional, que se traduce en la conformación de un Estado nacional independiente,
pero ya no de los estados monárquicos de los siglos XVII y XVIII, sino del
imperialismo capitalista predominante.
La persistencia del (neo)colonialismo se explica porque el
bienestar y la riqueza de los países capitalistas desarrollados, se subvenciona
con la pobreza y el sometimiento de los países marginales. Estos países
sometidos a la condición de semicolonias dependientes, son destinadas y
forzadas a proveer de materias primas a las grandes industrias transnacionales
a costa de su soberanía y de su hambre. El
imperialismo no es un adjetivo resultante de un esfuerzo intelectual, sino del
crecimiento de la gran industria que provocó el agotamiento de mercados
nacionales, para dar lugar al expansionismo y la internacionalización de la
economía capitalista. La única forma de garantizar la expansión de la economía
y garantizar la obtención del lucro y la ganancia que constituyen el fin último
del sistema capitalista, ya no es únicamente explotar la naturaleza y la fuerza
de trabajo del hombre, sino de acceder, someter y dominar al conjunto de los
países y las economías del mundo, a fin de imponer su modelo y su lógica de
explotación. Por estas razones no solo se explica el por qué a los países
dependientes y subdesarrollados solo les queda la alternativa de someterse a la
condición de semicolonias del imperialismo, o luchar por la soberanía y la
liberación nacional; sino también el de discutir y definir el tipo (modelo) de
desarrollo que se empleará para la construcción del Estado nacional. Queda
claro de esta forma que no todos los tipos de desarrollo liberan, sino que
inclusive dependiendo del modelo y el contenido del desarrollo que se adopte,
bien puede favorecerse la condición colonial o semicolonial y la dependencia
del país.
Retornando a lo que sucede en Bolivia a esta hora, y
habiendo podido advertir las implicaciones que van perfilándose en el modelo de
desarrollo que se deduce del propósito gubernamental y la lectura de la Agenda Patriótica
planteada por el Presidente, así como de la decisión de llevar adelante la
construcción de la carretera por el TIPNIS, que también refleja una opción de
desarrollo para los pueblos indígenas que lo habitan, así como también para el
país, por todos los componentes que están inmersos en esta iniciativa; la
pregunta obvia es si se ha decidido abandonar la lucha por la liberación
nacional y la construcción
de un Estado nacional acorde
a la
Constitución Política del Estado.
Al respecto, no parece constituir un argumento serio y
consistente, afirmar que la construcción de la carretera por el TIPNIS sea
parte de una lucha nacional para derrotar los resabios de dominación
latifundista y patriarcal que subsisten en el Oriente boliviano (e inclusive en
alguna dirigencia indígena que también es acusada y descalificada por haber
absorbido supuestamente dichas prácticas), cuando en realidad lo que se
promueve es la participación de capitales transnacionales para la construcción
de la carretera que, al margen de reforzar la dependencia nacional respecto de
dichos intereses capitalistas, al mismo tiempo implicarán el desarrollo de
iniciativas extractivas y depredadoras del medio ambiente y la naturaleza.
Tampoco resulta convincente entender que la Agenda Patriótica
de 4 puntos que el
Presidente hizo pública en el aniversario patrio, pueda ser entendida como
parte de las tareas de liberación nacional y la construcción de un Estado
Nacional antiimperialista y soberano, que dista mucho del modelo desarrollista
que implica emprender solamente tareas de mitigación de la pobreza, acceso a
servicios básicos, seguridad y soberanía alimentaria e industrialización de los
recursos naturales explotados que se ha planteado realizar hasta el año 2025,
por la sencilla razón de que estas acciones cuadran perfectamente con una
agenda de desarrollo capitalista y, específicamente, con la Agenda del Milenio a la que
se hizo referencia más arriba.
Para terminar y reproduciendo textualmente conceptos que
René Zavaleta Mercado utilizó en su ensayo “Estado Nacional o Pueblo de
Pastores”, se puede reafirmar que “por nuestra parte, debemos establecer que
hay un desarrollo que libera y un desarrollo que no libera. Precisamente por la
falta de elección clara de las prioridades específicas, nuestro plan puede
elegir cualquiera de los 2 cursos (liberación nacional o entreguismo
neololonial, aclara el suscrito), y está demás decir que los intereses
antinacionales pugnan a estas horas por la elección de un camino que represente
cierto aumento del consumo, mayor número de escuelas, obras sanitarias y hasta
ciertos renglones inofensivos de la industria liviana, es decir, todos los
aspectos que, aun siendo interesantes y atractivos, no son liberadores”.
Diferir o, peor aún,
distorsionar la responsabilidad de llevar adelante una agenda de liberación
nacional para conformarse con el desarrollismo, equivale a reforzar la
condición colonial y el sometimiento a los intereses de las transnacionales y
el imperialismo. Las iniciativas a emprender están en manos del gobierno.
(*)
Sociólogo, boliviano. Cochabamba – Bolivia, 7 de Septiembre de 2012.
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