Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Verónica Córdova
David Santalla no es el primero y lamentablemente no será el último artista que debe depender de la solidaridad de extraños para superar un problema de salud. Conozco a músicos que debieron subastar sus instrumentos, a cineastas que vendieron platos en kermeses, a pintores que donaron obras para rifas y a colectivos de artistas que hicieron colectas en Facebook, todo para salvar la vida de un creador en desgracia. El arte en nuestro país sigue siendo un hobby sin cobertura de seguro, sin jubilación, sin legislación y —según algunos— sin futuro.
Habrá quien me diga que éste no es un problema solo de los artistas, y tendrá razón al señalarlo. Los gremiales, los choferes, las trabajadoras del hogar, los campesinos, las amas de casa... un porcentaje enorme de nuestra sociedad trabaja toda la vida sin acceder a los beneficios que las leyes laborales les ofrecen a los pocos privilegiados que detentan un ítem.
Todos estos sectores —al igual que los artistas— trabajan duro, mantienen familias y contribuyen a la economía del país. Pero los artistas generan algo de gran valor y que a veces se olvida: los artistas perpetúan para el mundo y para el tiempo nuestra memoria, nuestra identidad y nuestra cultura. Un país sin artistas es un país muerto. Un país donde los artistas no reciben espacios, formación, estímulos, seguridad, validación, es un país destinado a la mediocridad y el olvido.
En Bolivia se están haciendo importantes esfuerzos para mejorar la educación, para fomentar el deporte, para crear una generación de ingenieros y técnicos que permitan un salto tecnológico y un mejor aprovechamiento e industrialización de nuestros recursos. Todo eso está muy bien, ya era hora de que suceda. Sin embargo no veo el mismo esfuerzo puesto en fortalecer los centros de formación artística. No se construyen tantas bibliotecas, teatros o centros culturales como canchas de fútbol o coliseos deportivos. No hay bienales o festivales estudiantiles para que los artistas se encuentren y compitan, como hay juegos deportivos o olimpiadas científicas. No hay becas para disciplinas artísticas, como se han implementado becas para ingenierías o ciencias.
Hay quienes responderán que primero debemos apuntalar disciplinas que contribuyan al desarrollo económico del país, que generen ingresos y que aseguren el bienestar de la sociedad en el corto y mediano plazo. Primero el pan, dicen ellos, luego vendrá la poesía. Nada más falso. ¿De qué nos sirve el gas si no tenemos libros? ¿Para qué un satélite si no tenemos imágenes que sean nuestras y propias? ¿Para qué el cuerpo si no tenemos alma ni mente? ¿Qué tipo de país vamos a ser si dejamos a nuestros artistas librados a su suerte?
La autora es cineasta
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