Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo D.
Villanueva Imaña
No se terminó de conocer los resultados de las elecciones nacionales, que
inmediatamente los partidos políticos, los líderes y dirigentes con
aspiraciones, y la generalidad de organizaciones sociales de cada departamento
y municipio, nuevamente se volcaron afanosamente a las campañas electorales.
Es como si se hubiese producido un contagio generalizado para pugnar por
apoderarse de los gobiernos municipales y departamentales. Se percibe una lucha
sin cuartel y paradójicamente a la dificultad manifiesta por encontrar
candidatos “potables” para las primeras autoridades (sean del oficialismo o la
oposición), se ha hecho patente la multiplicación de innumerables aspirantes
que pelean por alcanzar su nombramiento. No importa ya dónde está la derecha y
dónde se encuentra la izquierda.
Pero más allá de estas manifestaciones que no dejan de sorprender por el
inusitado afán de ganar y acceder al gobierno a como dé lugar, valgan algunos
apuntes sobre aspectos no tan evidentes.
La siembra del descontento
Muy a pesar de la alegría y satisfacción por el triunfo electoral que
embargó a las organizaciones y sectores sociales afines al gobierno, y muy en
contra de la predisposición negativa que suele surgir como resultado de la
aplicación de medidas antipopulares; sucede que esta fiebre electoral que ha embargado
a una gran parte de la sociedad, está dando lugar a un descontento creciente.
La imposición y nombramiento de candidatos que ya había sido motivo de duras
críticas en las elecciones nacionales, ahora adquiere un matiz más generalizado
y directo, porque afecta, divide y enfrenta a las organizaciones no solo a
nivel nacional, sino a nivel departamental y local. Las consecuencias no
tendrán efecto únicamente sobre los resultados electorales que pueden ser
negativos y adversos, sino para la futura gobernabilidad que puede avizorarse
conflictiva por la emergencia y siembra del descontento y la división. No hay
peor enemigo que el que surge del rechazo y la discriminación.
La bonanza como señuelo y espejismo
No es posible entender la fiebre electoral que se ha empoderado en el país,
sin la bonanza económica ni la apuesta por el desarrollismo, la atracción de
inversiones y la pretensión de construir grandes obras faraónicas, porque
sencillamente se la asocia al prebendalismo y la oportunidad de crear y/o
reproducir redes de lealtad que permitan ganar y conservar el poder. Dándose
por supuesto que la bonanza económica será permanente y que la economía
nacional se encuentra blindada; pero principalmente habiendo privilegiado la
toma y reproducción del poder a como dé lugar, abandonado la oportunidad de
construir un Proyecto Nacional alternativo al capitalismo; sólo se podrá
establecer la grave equivocación y decisión adoptadas, cuando la drástica
reducción de los precios internacionales de las materias primas (minerales y
principalmente hidrocarburos), afecte la economía nacional y revierta la
bonanza económica. Se olvida o ignora que si puede producirse
circunstancialmente un predominio circunstancial de lo político, en perspectiva
no puede sustraerse de la necesidad de una base material económica que lo
sustente. Ello obligará a pensar qué tipo de economía y sociedad necesitamos y
si verdaderamente queremos continuar dependiendo de la venta de materias primas
y del extractivismo primario exportador que ha alimentado hasta ahora la
bonanza económica. Es decir, nos hará caer en cuenta que aquella disputa por
ganar el poder y elegir candidatos era inconducente, y que lo que se requiere
urgentemente es que las organizaciones y sectores sociales se vuelquen a construir
colectivamente un Proyecto de país, un programa nacional, que se complemente
con la Constitución y las especificidades regionales y locales. Entonces se
podrá calibrar en su justa dimensión la crítica al desarrollismo extractivista
vigente.
Desgaste y desacumulación de la potencia social
La instrumentalización exclusivamente electoral de organizaciones y
sectores sociales, no solo provoca disputas y divisiones alrededor de caudillos
que sustituyen y embargan la representatividad popular. Lo que pasa es que a
tiempo de favorecerse individualmente del respaldo circunstancial del pueblo,
el electoralismo contribuye al desgaste y la desacumulación de la potencia
social, al mal utilizar su iniciativa, capacidad y fuerza en tareas
inmediatistas de interés sectario. Y así como la ilusión del desarrollismo hace
imaginar un bienestar para todos, aquí se produce una inversión similar en la
que se termina creyendo que el poder y el gobierno son el único instrumento del
cambio, sustituyendo de esta forma a la conciencia y potencia social para
convertirla únicamente en una fuerza electoral.
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