Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por Rafael
Bautista S.
Si el propósito del bloqueo a Cuba fue aislar a esa
revolución y, de ese modo, condenarla a la inanición; el reciente anuncio de
apertura de relaciones bilaterales entre USA y Cuba, ¿es el fin del bloqueo o
el anuncio de uno nuevo? Porque a partir de la caída del precio del petróleo,
la nueva contraofensiva occidental (contra los BRICS) contempla un nuevo
bloqueo en ciernes; no se trata sólo de una guerra declarada contra Rusia e
Irán, sino también contra Venezuela (y, en definitiva, contra el ALBA). Como consecuencia
del desplome inducido del petróleo, la revolución bolivariana parece perfilarse
hacia otra inanición, coadyuvada esta vez por una jugada geopolítica maestra de
Washington; pues el discurso antimperialista de Maduro se desinfla una vez que
Cuba“normaliza” sus relaciones con el Imperio.
En toda jugada estratégica, hay siempre un tercero,
pero en el caso presente, ya no se trata sólo de Venezuela sino de todo el
ALBA, pues esta decisión no sólo descoloca a los gobiernos de la región sino
que nos muestra que, en definitiva, más allá de la retórica integracionista,
prima demasiado la sobrevivencia propia. Desgraciadamente esa es la tónica en
toda nueva reconfiguración geopolítica global; todo se trata de sobrevivir en
un nuevo orden. Eso lo sabe muy bien el Imperio, por eso prefiere la
bilateralidad y no tratar con bloques conjuntos (que era a lo que apuntaba la
creación del ALBA). Más allá del triunfo moral que representa, para la isla, la
admisión del fracaso de la política gringa con respecto a Cuba, llama la
atención el desconocimiento que los gobiernos del ALBA tenían al respecto y,
más aun, el “oportuno” anuncio de Obama, en medio de dos cumbres
latinoamericanas importantes. Aunque no significa el fin del bloqueo a Cuba, en
las palabras del presidente Maduro –en el MERCOSUR– se podía conjeturar lo
bloqueada que quedaba, con esa decisión, Venezuela (¿será que para
desbloquearse hay que bloquear a otro?).
Para colmo, el silencio de Fidel hace más incómodo el
asunto (¿también habrá sido sorprendido como lo fue Maduro?); pues si ya se
sabía del pragmatismo político que venía mostrando el gobierno de Raúl Castro,
nadie podía sospechar un acuerdo de tal magnitud y, sobre todo, envuelto en
medio de una guerra híbrida que patrocina Washington, valiéndose de toda su
infraestructura financiera global. ¿Se precipitaron los presidentes o todo
formaba parte de una estrategia que preparaba USA después de que China le
arrebatara la iniciativa del libre comercio en el pacífico? Recordemos que el
reciente “Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico”, culminó con la creación
del “Área de Libre Comercio Asia-Pacífico”, donde China sienta hegemonía
incluso con los países del TPP y de la Alianza del Pacífico (bastiones de USA
contra el ascenso chino).
Si en toda recomposición geopolítica global, todo se
trata de sobrevivir, pareciera que la apuesta cubana se precipita y es
subsumida por la geopolítica imperial, que no considera favorable a sus
intereses una franca integración económico-política de Latinoamérica. Bolivia
también anunció una reanudación de relaciones diplomáticas con USA, dejando
incómoda a una Venezuela que se verá también en la necesidad de pelear por lo
suyo. Si es así, ¿en qué queda el ALBA, la CELAC, la UNASUR y el MERCOSUR? Si
no hay una clara perspectiva geoestratégica, todas podrían quedar
refuncionalizadas bajo las prerrogativas de una nueva recomposición hegemónica
imperial. Nadie objeta la repatriación de los héroes cubanos o el cese de
hostilidades, pero lo que se quiere subrayar es que la supuesta apertura no es
ajena a la contraofensiva reciente que ha desatado USA y la OTAN contra los
BRICS, el grupo de Shanghai, el ALBA y todo bloque hostil a la supremacía
gringa. Y Venezuela es, en la mirada imperial, el eslabón decisivo para iniciar
una ofensiva contra toda la región. No sólo se le quita el sostén económico a
la revolución bolivariana (con la caída el precio del petróleo) sino también el
sostén discursivo (pues su antimperialismo se queda sin su mejor argumento).
Las reacciones de nuestros países han sido demasiado
ingenuas y, por lo dicho, no sólo ha descolocado a todos sino que ha logrado
desunirlos. Venezuela resulta la más afectada pero, si no hay un serio balance
de situación geoestratégica (que sólo podría ser común), esa afectación podría
expandirse a todo el conjunto ahora en desequilibrio. Como en los episodios
anteriores (el golpe a Honduras, o el secuestro del avión presidencial
boliviano), nuestros países todavía no sopesan la magnitud de las apuestas de
recomposición geopolítica que asume el Imperio; pues al no consolidar una
efectiva comunidad político-económica, cada una sigue velando por su
estabilidad de manera unilateral. Esa es la mejor forma de arrinconar a
nuestros países a una suerte de sobrevivencia marginal, sin nunca consolidar
una unión efectiva. Esa ausencia alimenta las pretensiones imperiales. La
apuesta del gobierno cubano es sumamente pragmática: ante un eventual recorte
de ayuda venezolana (debido a la inestable situación de su economía), opta por
una normalización de las relaciones, lo cual conduciría a la apertura comercial
y ello, a una peligrosa asimilación vertiginosa al mercado norteamericano. Lo
que no pudo el bloqueo bien podría lograrlo el comercio: liberalizar la
economía para disolver la revolución.
Fue en la reunión del MERCOSUR que se notó la
incomodidad que produce un anuncio que desinfla uno de los argumentos bandera
del anti-imperialismo latinoamericano. También hay que recalcar que, al no
actualizar, de modo estratégico, el discurso anti-imperialista, éste se
encuentra a merced de la pura nostalgia sin repercusión decisiva en el
presente. La sola insistencia de la condena al bloqueo fue la carta que le
sirvió al Imperio para desinflar el anti-imperialismo de nuestros gobiernos,
dejando sin argumentos a los presidentes que no pudieron hacer otra cosa que
saludar las declaraciones del presidente Obama. En eso hay que destacar la casi
nula perspectiva geopolítica que nuestros Estados manifiestan y que les impide
diagnosticar de mejor modo la transición hacia un mundo multipolar (que podrían
direccionar regionalmente hacia la cero-polaridad, más pertinente al Sur
global). Parece que el episodio del secuestro del avión presidencial boliviano
sirvió de muy poco, pues la nula respuesta de carácter estratégico que muestran
nuestros países ante las arremetidas imperiales, no hace sino constatar, para
desgracia nuestra, que nuestros gobiernos son todavía incautos en materia
geopolítica.
Los términos que enuncia la declaración del gobierno
cubano, guarda los amargores que representa el haber vivido el “periodo
especial” y, sobre todo, el haber vivido aquello solitariamente. Cuando toda la
OEA le dio la espalda a la revolución cubana, ésta persistió heroica, sin más
apoyo que el que pudo encontrar en la ex URSS. Cuando sucedió la crisis de los
misiles, y el mundo estaba al borde de una guerra nuclear, Cuba fue el chivo
expiatorio que cargó con todas las penas, pues gringos y soviéticos negociaron
todo, a espaldas de la más afectada, que se quedó para siempre estrangulada y,
sin embargo, sobrevivió. Y sobrevivió inspirando la liberación de nuestros
pueblos.
Desde entonces la liberación se entendía no como una
apuesta aislada sino mancomunada. Ese fue el legado de Fidel y, cómo no, de
Hugo Chávez. Desde Bolívar esa fue la única posibilidad efectiva de
independencia hemisférica. Por eso preocupa que la unidad se vea menguada por
gambetas geopolíticas que descolocan de tal modo a nuestros países, que la
reacción que pueden ofrecer muestra la pervivencia de estructuras coloniales
aun en los estamentos revolucionarios.
Aunque el bloqueo se levantara, otro bloqueo parece
estar en ciernes, pero ya no sólo contra Venezuela. No hay que olvidar que la
política norteamericana no es decidida por el presidente sino por el complejo petro-militar-financiero;
estando el Congreso en manos del Oil Party, podría producirse un acuerdo como
parte de un canje propuesto entre lobbies que acechan la Casa Blanca: “cedemos”
Cuba pero recapturamos Venezuela y su petróleo. Deslegitimar la revolución
bolivariana forma parte de las guerras híbridas, es decir, guerras no
convencionales que inciden en guerras de desinformación, ciberguerras y la
promoción de los letales “caos constructivos”.
Aunque el bloqueo a Cuba formaba parte de la guerra
fría, una vez acabada ésta y balcanizada la ex URSS, el bloqueo persiste, pues
éste no servía sólo de escarmiento sino significaba la prevalencia de la
Doctrina Monroe. El anuncio que hizo John Kerry, a propósito el fin de tal
doctrina, no hizo sino confirmar su actualidad en la política exterior
norteamericana (desde Madeleine Albright hasta Hilary Clinton, uno puede leer
entre líneas el Destino Manifiesto que funda el excepcionalismo gringo).
No sólo la creación de la Alianza del Pacífico sino
otras instancias han venido mostrando la insistencia norteamericana en minar
toda posibilidad de independencia regional. Lo más inmediato es mermar la
influencia china. En el Caribe, la presencia china es preocupante para USA
(sumado a ello la influencia rusa); por eso una recaptura estratégica del
Caribe se hace necesaria, y nada mejor que la cobertura mediática de la
reanudación de relaciones con Cuba. Se trata de una contraofensiva geopolítica.
USA no puede renunciar a su Mediterráneo, es decir, el Caribe. Como tampoco Obama
se puede permitir ser considerado como el presidente que perdió a
Latinoamérica. Si el partido republicano, considerado el Oil Party, no ve con
buenos ojos el anuncio de Obama, otro tipo de financiadores de la política
norteamericana (ligados a los demócratas) aplaude la decisión, pues se trata
siempre de la expansión del capital; por eso Thomas Donohue, quien es
presidente de la Cámara de Comercio, resalta, en términos que suenan a los
prolegómenos de los acuerdos de libre comercio que, “un diálogo abierto e
intercambio comercial entre sectores privados de ambos países generará
beneficios comunes”, y termina señalando que“la comunidad empresarial de
Estados Unidos da la bienvenida al anuncio de hoy”.
Al parecer, bajo sofisticadas estratagemas de política
exterior, se están detonando armas de destrucción masiva que, en medio de la
nueva reconfiguración planetaria, se busca asegurar áreas estratégicas para la
recomposición de la economía norteamericana (el poder militar es apenas un
apéndice del poder real, aquél se encarga de crear las condiciones para la
reproducción del dólar). Si de la reanudación de las relaciones entre USA y
Cuba se produjera un distanciamiento con los demás países el ALBA, se
confirmaría la intención del juego norteamericano. Aislando a Venezuela, los
demás no correrían mejor suerte; como ya se viene diciendo: donde no haya
procesos de regionalización económica sucederán inevitablemente procesos de
balcanización.
Lo que se proponía el ALBA, con Chávez y Fidel, era la
mancomunidad de esfuerzos para iniciar un proceso de independencia política y
económica conjunta. Cuba fue tenaz y fue ejemplo; y cuando aparecieron Chávez,
Kirchner, Evo, Correa, Lula, Pepe Mujica, etc., en palabras de Fidel, la isla
ya no era más isla. La integración parecía asegurada mientras el Imperio se
encontraba acorralado en Medio Oriente. Ahora que la aislada es Venezuela,
¿cómo se puede sostener una integración si, por sobrevivir, y a cualquier
precio, empieza a cundir el bilateralismo, pertinente siempre al dominio
imperial? Con China se había logrado un foro permanente con la CELAC, es decir,
una novedosa agenda de relaciones comerciales y económicas entre la región y
China, de forma simultánea; lo cual parecía dejar atrás la historia de
negociaciones bilaterales siempre funcionales al Imperio (aislados somos
fáciles de dominar), pues la asimetría constituye siempre el factor insalvable
para nuestros países.
El desplome del precio del petróleo tuvo su impacto en
las alternativas que se le presentaba al gobierno cubano; el deterioro de la
economía venezolana aparece como una sombra nada halagüeña para la isla: si los
venezolanos también optasen por sobrevivir, a toda costa, los cubanos también saldrían
afectados. Nos encontramos ya en medio de una guerra fría, donde la guerra
económica se expresa en el desplome deliberado del precio del petróleo; sólo
los ingenuos en geopolítica no se dan cuenta que el precio del petróleo ha sido
siempre político. Y lo que sucede actualmente no es producto de los vaivenes de
la oferta y la demanda sino de la manipulación de la mano del mercado, que no
es invisible sino bien visible y bien armada.
El mundo post-Crimea obliga a la decadente potencia
unipolar a realizar un retroceso táctico y hacer uso de su infraestructura
financiera global. Pero los riesgos son considerables. La ofensiva
multidimensional desatada contra Rusia, agravada por la caída del precio del
petróleo, que está seriamente dañado el equilibrio presupuestario de países
como Irán y Venezuela (sólo Qatar y los Emiratos Árabes podrían sobrevivir con
un crudo por debajo de los 70 $US), parece formar parte de una declaración de
guerra que USA y la OTAN anuncian al mundo entero: el mundo no será repartido.
Financieramente el mundo es rehén del dólar, desde que
el binomio dólar-petróleo ha sido el sostén del orden mundial desde Bretton
Woods, pero desde que el petróleo ha ido retornando a manos nacionales, el
orden ya no es más orden y el actual desorden desregulado del mercado petrolero
es lo que está originando, en gran medida, la incertidumbre planetaria. Todas
las arremetidas imperiales tratan de desordenar todo para imponer un orden
mucho más vertical, que se traduciría en un nuevo mapa energético; el TLCAN es
una muestra de ello, pues sobre aquella integración de USA, Canadá y México
(sobre todo por el petróleo del Golfo y del norte del país azteca), se trataría
de sostener la estabilidad energética norteamericana.
La estrategia gringa consiste en controlar áreas
estratégicas de acceso privilegiado a fuentes energéticas, lo cual le brinda
poder disuasivo ante otras potencias. Contrarrestar el ascenso chino es
combinado con una guerra multidimensional contra una Rusia económicamente
vulnerable (aunque ya cotiza el gas y el petróleo en otras monedas, lo cual le
hace menos dependiente del dólar); al igual que otras economías que,
curiosamente, conforman la lista gringa de países hostiles (es difícil que
Venezuela y Ecuador sostengan su presupuesto fiscal con los actuales precios
del petróleo). Pero esta guerra económica que promueve USA tiene también
consecuencias negativas en su propia producción que, gracias a los
hidrocarburos no convencionales, le garantiza (aunque discutible)
autosuficiencia.
Pero la arremetida contra el ALBA, su fracturación,
tiene que ver con un otro asunto que empieza a cobrar relevancia. Desde el
2006, USA viene promoviendo y preparando (en el TLCAN) las condiciones de la
transición hacia una nueva moneda, ante el probable y posible apocalipsis del
dólar. Pues para paliar la descomunal deuda gringa (que oscila por sobre el
600% de su PIB) y cuando los gastos militares superen los ingresos de la propia
Reserva Federal, produciendo el estallido de la burbuja del dólar, USA –se dice–
adoptará el amero, mientras congele los dólares del mercado global. Esto
conduciría a un colapso del sistema financiero y, en definitiva, al colapso de
la economía mundial. Mientras el mundo se venga abajo con todos sus dólares,
USA podría imponer un nuevo patrón monetario sostenido por el colchón
energético del TLCAN, además de la recoptación financiera de las economías del
Sur.
El bloqueo sería regional y supondría una sangría de
nuestras economías mucho más inaudita. En toda reconfiguración geopolítica
global, todo consiste en sobrevivir, incluso el Imperio pugna por aquello.
Sobrevivir a costa de los demás parece ser su apuesta, por eso la guerra se
convierte en una disposición latente de las potencias decadentes, como muestra
de su insana resistencia a un nuevo orden global mucho más democrático. El
ultimátum de los halcones straussianos, ahora que el Congreso norteamericano
está en control del Oil Party y el lobby financiero, suena más amenazante que
nunca: “si USA cae, haremos que el mundo entero caiga con nosotros”. Parece que
a Latinoamérica le ha tocado, en esta transición civilizatoria postcapitalista,
enfrentar el desafío de su definitiva independencia. Eso convierte a la región
en factor decisivo en la nueva geopolítica mundial. Las condiciones objetivas
están dadas. Falta saber si las condiciones subjetivas de la dirigencia de
nuestros procesos estarán a la altura de la definición de este culminante
momento histórico.
La Paz, Bolivia, 21 de diciembre de 2014
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