Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Discurso al recibir el doctorado honoris causa de la Universidad Central de las Villas (28 de diciembre de 1959)
Che
Guevara
Queridos compañeros, nuevos
colegas del Claustro y viejos colegas de la lucha por la libertad de Cuba:
tengo que puntualizar como principio de estas palabras que solamente acepto el
título que hoy se me ha conferido, como un homenaje general a nuestro ejército
del pueblo.No podría aceptarlo a título individual por la sencilla razón de
que todo lo que no tenga un contenido que se adapte solamente a lo que quiere
decir, no tiene valor en la Cuba nueva; y cómo podría aceptar yo personalmente,
a título de Ernesto Guevara, el grado de Doctor Honoris Causa de la Facultad de
Pedagogía, si toda la pedagogía que he ejercido ha sido la pedagogía de los
campamentos guerreros, de las malas palabras, del ejemplo feroz, y creo que eso
no se puede convertir de ninguna manera en un toga; por eso sigo con mi
uniforme del Ejército Rebelde aunque puedo venir a sentarme aquí, a nombre y
representación de nuestro ejército, dentro del Claustro de Profesores. Pero al
aceptar esta designación, que es un honor para todos nosotros, quería también
venir a dar nuestro homenaje, nuestro mensaje de ejército del pueblo y de
ejército victorioso.
Una vez a los alumnos de este
Centro les prometí una pequeña charla en la que expusiera mis ideas sobre la
función de la Universidad; el trabajo, el cúmulo de acontecimientos, nunca me
permitió hacerlo, pero hoy voy a hacerlo, amparado ahora, además, en mi
condición de Profesor Honoris Causa.
Y, ¿qué tengo que decirle a la
Universidad como artículo primero, como función esencial de su vida en esta Cuba
nueva? Le tengo que decir que se pinte de negro, que se pinte de mulato, no
sólo entre los alumnos, sino también entre los profesores; que se pinte de
obrero y de campesino, que se pinte de pueblo, porque la Universidad no es el
patrimonio de nadie y pertenece al pueblo de Cuba, y si este pueblo que hoy
está aquí y cuyos representantes están en todos los puestos del Gobierno, se
alzó en armas y rompió el dique de la reacción, no fue porque esos diques no
fueron elásticos, no tuvieron la inteligencia primordial de ser elásticos para
poder frenar con esta elasticidad el impulso del pueblo, y el pueblo que ha
triunfado, que está hasta malcriado en el triunfo, que conoce su fuerza y se
sabe arrollador, está hoy a las puertas de la Universidad, y la Universidad
debe ser flexible, pintarse de negro, de mulato, de obrero, de campesino, o
quedarse sin puertas, y el pueblo la romperá y él pintará la Universidad con
los colores que le parezca.
Ese es el mensaje primero, es
el mensaje que hubiera querido decir los primeros días después de la victoria
en las tres Universidades del país, pero que solamente pude hacer en la
Universidad de Santiago, y si me pidieran un consejo a fuer de pueblo, de
Ejército Rebelde y de profesor de Pedagogía, diría yo que para llegar al pueblo
hay que sentirse pueblo, hay que saber qué es lo que quiere, qué es lo que
necesita y qué es lo que siente el pueblo. Hay que hacer un poquito de análisis
interior y de estadística universitaria y preguntar cuántos obreros, cuántos
campesinos, cuántos hombres que tienen que sudar ocho horas diarias la camisa
están aquí en esta Universidad, y después de preguntarse eso hay que
preguntarse también, recurriendo al autoanálisis, si este Gobierno que hoy
tiene Cuba representa o no representa la voluntad del pueblo. Y si esa
respuesta fuera afirmativa, si realmente este Gobierno representa la voluntad
del pueblo, habría que preguntarse también: este Gobierno que representa la
voluntad del pueblo en esta Universidad, ¿dónde está y qué hace? Y entonces
veríamos que desgraciadamente el Gobierno que hoy representa la mayoría casi
total del pueblo de Cuba no tiene voz en las universidades cubanas para dar su
grito de alerta, para dar su palabra orientadora, y para expresarlo sin
intermedios, la voluntad, los deseos y la sensibilidad del pueblo.
La Universidad Central de Las
Villas dio un paso al frente para mejorar estas condiciones y cuando fue a
realizar su forum sobre la Industrialización, recurrió, sí, a los industriales
cubanos, pero recurrió al Gobierno también, nos preguntó nuestra opinión y la
opinión de todos los técnicos de los organismos estatales y paraestatales,
porque nosotros estamos haciendo -lo podemos decir sin jactancia- en este
primer año de la Liberación, mucho más de lo que hicieron los otros gobiernos,
pero además, mucho más de lo que hizo eso que pomposamente se llama la «libre
empresa», y por eso como Gobierno tenemos derecho a decir que la
industrialización de Cuba, que es consecuencia directa de la Reforma Agraria,
se hará por y bajo la orientación del Gobierno Revolucionario, que la empresa
privada tendrá, naturalmente, una parte considerable en esta etapa de
crecimiento del país, pero quien sentará las pautas será el Gobierno, y lo será
por méritos propios, lo será porque levantó esa bandera respondiendo quizás al
impulso más íntimo de las masas, pero no respondiendo a la presión violenta de
los sectores industriales del país. La industrialización y el esfuerzo que
conlleva es hijo directo del Gobierno Revolucionario, por eso lo orientará y lo
planificará. De aquí han desaparecido para siempre los préstamos ruinosos del
llamado Banco de Desarrollo, por ejemplo, que prestaba 16 millones a un
industrial y este ponía 400 mil pesos, y estos son datos exactos, y esos 400
mil pesos no salían tampoco de su bolsillo, salían del 10 por ciento de la
comisión que le daban los vendedores por la compra de las maquinarias, y ese
señor que ponía 400 mil pesos cuando el Gobierno había puesto 16 millones, era
el dueño absoluto de esa empresa y como deudor del Gobierno, pagaba plazos
cómodos y cuando le conviniera. El Gobierno salió a la palestra y se niega a
reconocer ese estado de cosas, reclama para sí esa empresa que se ha formado
con el dinero del pueblo y dice bien claro que si la «libre empresa» consiste en
que algunos aprovechados gocen del dinero completo de la nación cubana, este
Gobierno está contra la «libre empresa», siempre que esté supeditada a una
planificación estatal, y como hemos entrado ya en este escabroso terreno de la
planificación, nadie más que el Gobierno Revolucionario que planifica el
desarrollo industrial del país de una punta a la otra, tiene derecho a fijar
las características y la cantidad de los técnicos que necesitará en un futuro
para llenar las necesidades de esta nación, y por lo menos debe oírse al
Gobierno Revolucionario cuando dice que necesita nada más que determinado
número de abogados o de médicos, pero que necesita cinco mil ingenieros y 15
mil técnicos industriales de todo tipo, y hay que formarlos, hay que salir a
buscarlos, porque es la garantía de nuestro desarrollo futuro.
Hoy estamos trabajando con todo
el esfuerzo por hacer de Cuba una Cuba distinta, pero este profesor de
Pedagogía que está aquí no se engaña y sabe que de profesor de Pedagogía tiene
tanto como de Presidente del Banco Central, y que si tiene que realizar una u
otra tarea es porque las necesidades del pueblo se lo demandan, y eso no se
hace sin sufrimiento mismo para el pueblo, porque hay que aprender en cada
caso, hay que trabajar aprendiendo, hay que hacer borrar al pueblo el error,
porque uno está en un puesto nuevo, y no es infalible, y no nació sabiendo, y
como este Profesor que está aquí fue un día médico y por imperio de las
circunstancias tuvo que tomar el fusil, y se graduó después de dos años como
comandante guerrillero, y se tendrá luego que graduar de Presidente de Banco o
Director de Industrialización del país, o aún quizás de profesor de Pedagogía,
quiere este médico, comandante, presidente y profesor de Pedagogía, que se
prepare la juventud estudiosa del país, para que cada uno en el futuro
inmediato, tome el puesto que le sea asignado, y lo tome sin vacilaciones y sin
necesidad de aprender por el camino, pero también quiere este profesor que está
aquí, hijo del pueblo, creado por el pueblo, que sea este mismo pueblo el que
tenga derecho también a los beneficios de la enseñanza, que se rompan los muros
de la enseñanza, que no sea la enseñanza simplemente el privilegio de los que
tienen algún dinero, para poder hacer que sus hijos estudien, que la enseñanza
sea el pan de todos los días del pueblo de Cuba.
Y es lógico; no se me ocurriría
a mí exigir que los señores profesores o los señores alumnos actuales de la
Universidad de Las Villas realizaran el milagro de hacer que las masas obreras
y campesinas ingresaran en la Universidad. Se necesita un largo camino, un
proceso que todos ustedes han vivido, de largos años de estudios preparatorios.
Lo que sí pretendo, amparado en esta pequeña historia de revolucionario y de
comandante rebelde, es que comprendan los estudiantes de hoy de la Universidad
de Las Villas que el estudio no es patrimonio de nadie, y que la Casa de
Estudios donde ustedes realizan sus tareas no es patrimonio de nadie, pertenece
al pueblo entero de Cuba, y al pueblo se la darán o el pueblo la tomará, y
quisiera, porque inicié todo este ciclo en vaivenes de mi carrera como
universitario, como miembro de la clase media, como médico que tenía los mismos
horizontes, las mismas aspiraciones de la juventud que tendrán ustedes, y
porque he cambiado en el curso de la lucha, y porque me he convencido de la
necesidad imperiosa de la Revolución y de la justicia inmensa de la causa del
pueblo, por eso quisiera que ustedes, hoy dueños de la Universidad, se la
dieran al pueblo. No lo digo como amenaza para que mañana no se la tomen, no;
lo digo simplemente porque sería un ejemplo más de los tantos bellos ejemplos
que se están dando en Cuba, que los dueños de la Universidad Central de Las
Villas, los estudiantes, la dieran al pueblo a través de su Gobierno
Revolucionario. Y a los señores profesores, mis colegas, tengo que decirles
algo parecido: hay que pintarse de negro, de mulato, de obrero y de campesino;
hay que bajar al pueblo, hay que vibrar con el pueblo, es decir, las
necesidades todas de Cuba entera. Cuando esto se logre nadie habrá perdido,
todos habremos ganado y Cuba podrá seguir su marcha hacia el futuro con un paso
más vigoroso y no tendrá necesidad de incluir en su Claustro a este médico,
comandante, presidente de Banco y hoy profesor de pedagogía que se despide de
todos.
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