Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por:
Alfredo Rada Vélez
Hagamos
memoria. A fines del 2013, luego de un turbulento período en que la cota más
alta de conflictividad se alcanzó en may0 con la huelga general convocada por
la dirigencia sindical, estaba terminando de cuajar el reencuentro de la
Central Obrera Boliviana (COB) con el gobierno de Evo Morales. Este reencuentro
permitió fortalecer a la Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM), en la
que convergen organizaciones campesinas, indígenas, obreras y populares. Con
esto se dio un paso fundamental para la rearticulación del Bloque Social
Revolucionario, fracturado y debilitado desde el 2011.
Con
el reencuentro la CONALCAM –donde participa en pie de igualdad el MAS- comienza
a consolidarse como el espacio de conducción política del proceso, capaz de
tomar iniciativas como la convocatoria al “Encuentro Antiimperialista” de junio
de 2014. Ese evento reunió en la ciudad de Cochabamba a más de 1.200 delegados
de todos los sindicatos afiliados a la COB, de las organizaciones campesinas,
indígenas y originarias, así como de las juntas vecinales urbanas y de otros
sectores (transportistas, gremialistas, microempresarios, cooperativistas). Su
resultado más importante fue la aprobación de una Tesis Política cuya
idea-fuerza es “profundizar el proceso de cambio desde los movimientos sociales”.
Profundizar
es asumir que las políticas de nacionalización de los sectores estratégicos de
la economía no han concluido y que hay que avanzar hacia nuevas
nacionalizaciones. Profundizar es destinar mayores recursos de inversión
pública al potenciamiento del sector social comunitario de la economía, abandonando
las cada vez más preocupantes concesiones programáticas a la burguesía agraria
y financiera. Profundizar es construir el poder popular-comunitario al mismo
tiempo que se implementan la impostergable reforma del sistema de salud, la
nueva ley educativa y las políticas de vivienda social. Profundizar es aplicar
verdaderas políticas ambientales que lleven del discurso a la práctica la
defensa de los derechos de la Madre Tierra, una materia pendiente en la gestión
de gobierno. Profundizar es definir la continuidad de este proceso desde el
paradigma del Vivir Bien, manteniendo los principios anticolonialistas,
anticapitalistas y antiimperialistas, así como el objetivo estratégico de la
construcción del socialismo comunitario, sin diluirlos en un insípido
progresismo en el fondo conservador del capitalismo. Es indudable que la Tesis
encendió el debate al interior del proceso de cambio.
Vinieron
luego las elecciones de octubre y el triunfo del MAS por la conjunción de tres
factores: 1) liderazgo de Evo, 2) bloque social revolucionario reunificado, y 3)
construcción participativa del programa de gobierno. El respaldo del 61% de
votos a nivel nacional trajo avances estratégicos como el inédito triunfo de la
izquierda en el departamento de Santa Cruz, pero también mostró señales de
desgaste del proyecto gubernamental, expresados en la pérdida de importante
cantidad de votos en el occidente andino.
La
victoria de octubre nos ha dado un tiempo adicional de cinco años para
consolidar el proceso de cambio en Bolivia luchando por su profundización, pero
en circunstancias económicas más difíciles.
Entramos a un nuevo
escenario
El
agravamiento de la crisis mundial del capitalismo, que se inició en
Norteamérica, se irradió luego hacia Europa y alcanzó a los países asiáticos,
impacta ahora en América Latina. Esto se agudiza con la “guerra económica
petrolera” desatada por Estados Unidos contra Rusia y otros países. En el caso
boliviano, cuya economía sigue respondiendo a un patrón de acumulación primario
exportador, la caída de los precios de varios minerales, de la soya y del gas
(derivado del descenso del petróleo), por supuesto que afectará nuestros ingresos
nacionales.
Es
cierto que en períodos en que se combinan buenos niveles de crecimiento
económico con bajas tasas de desempleo como las observadas en nuestro país los
últimos años, la demanda interna tiende a crecer y se convierte en un factor
que impulsa a su vez el crecimiento. Pero en una economía de escala limitada,
todavía dependiente de los términos del intercambio internacional, pensar que
la demanda interna será suficiente para soportar la embestida puede hacernos
caer en el error.
Las
circunstancias que se vienen serán más duras y como dijo Evo: “ahora se verá si
somos proceso, si somos revolución”. Y no se puede afrontar una situación
complicada sin audacia, por lo que hay que abrir un nuevo ciclo nacionalizador
que permita generar un shock de ingresos para el país como sucedió con la
nacionalización de los hidrocarburos del 2006. Esta vez y junto al pueblo se
debe nacionalizar el excedente minero originado en la explotación de los
yacimientos más ricos (San Cristóbal, San Vicente, San Bartolomé) que siguen
bajo control de empresas transnacionales.
Frente
a esta propuesta ya se escuchan voces que argumentan que el Estado sólo
nacionaliza en momentos de expansión económica o cuando los precios de los
minerales están altos, no cuando se ingresa a una contracción económica, o que
el país no está para afrontar nuevos litigios internacionales que podrían
llevar al pago de indemnizaciones por lo nacionalizado. En cuanto al primer
argumento digamos que la histórica nacionalización de las minas efectuada en
1952 se la hizo en momentos de deterioro de la economía boliviana con elevados
niveles de inflación, es más, aquella nacionalización fue posible precisamente
por eso. En cuanto al argumento de precios, si fueran tan poco rentables serían
las propias transnacionales que estarían devolviendo sus concesiones al Estado,
no lo hacen justamente porque las tasas de ganancia en esos yacimientos son
extraordinariamente altas. Y finalmente, sobre los litigios, el país ha
demostrado que tiene capacidad para defenderse en estrados internacionales y
que el beneficio para el país hasta acá siempre ha sido mucho mayor al
perjuicio.
De
lo expuesto se colige que en la nueva coyuntura el debate económico tendrá cada
vez más importancia, lo que no significa que se descuide lo político. Y en esto
habrá que decir que el triunfo en las elecciones nacionales puede verse
comprometido en las elecciones municipales y departamentales de marzo de 2015. La
derecha está aprovechando las fisuras en el bloque social revolucionario (caso
Chuquisaca), así como algunos errores en la selección de candidaturas (caso El
Alto). Se trata de una derecha remozada, que combinando viejos y nuevos rostros
pretende una nueva acumulación política nacional a partir de algunos triunfos
regionales. En la nueva contienda electoral, las fuerzas transformadoras deben
preservar su unidad, llevando candidaturas representativas de los movimientos
sociales (como la mujer indígena Felipa Huanca en La Paz o el dirigente obrero Rolando
Borda en Santa Cruz) y con un programa que apuntale desde lo local las
transformaciones revolucionarias a nivel nacional.
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