Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo D.
Villanueva Imaña
En términos físicos, la inercia es una propiedad de la materia que hace que
los cuerpos no puedan modificar por sí mismos su estado de reposo y quietud,
sea porque no se encuentran sometidos a una fuerza que modifique su estado
inerte, o sea porque existe una resistencia que los cuerpos oponen al
movimiento, en razón de su masa o tamaño. Por eso, se entiende por inercia la
falta de actividad, energía o iniciativa; aunque ello (por lo señalado
anteriormente), no signifique inactividad o paralización, porque en realidad no
existe nada que no se encuentre en movimiento.
Utilizando estos principios y conceptos en el campo de lo político, donde
tampoco existe reposo y quietud dada la dinámica de los acontecimientos y las
fuerzas que se encuentran en permanente interacción; entenderemos la inercia no
como un “cuerpo” inerte o noción neutral, sino más bien como una fuerza
gravitante que incide en el curso de los hechos, a pesar de su aparente
inactividad o inercia.
Desde esa perspectiva, es totalmente comprensible que la dinámica de los
acontecimientos y la forma de cómo se vaya configurando la historia, dependerá
del tipo de correlación de fuerzas que se imponga en una determinada situación.
Por eso se dice que el tipo de Estado, sociedad y economía que un pueblo busca
construir (sea capitalista, neoliberal o socialista por ejemplo), dependen de
la correlación de fuerzas a su interior.
En perspectiva y escudriñando algunos hitos que marcan el curso del proceso
de cambio y transformación en el país, podemos identificar tres momentos que
ayudarán a comprender mejor por qué se ha entrado en una especie de inercia
política del proceso. Un primer momento, en el que destaca la insurgencia
popular y la decisión de refundar el país, que efectivamente se consolida (a
pesar de los cambios introducidos en el Legislativo), con la aprobación y
refrendamiento social de la nueva Constitución Política del Estado. Allí se
establece y perfila un modelo diferente y alternativo de economía y sociedad
que se ha dado en llamar Estado Plurinacional (que es como se lo conoce y
define), y que finalmente sustenta un discurso gubernamental que, como veremos,
ha vaciado su contenido al imponer una agenda nacional diferente.
Un segundo momento podríamos asociarlo al actual periodo gubernamental iniciado
el año 2010. Durante estos años se abandonó aquellas tareas iniciales de
liberación nacional y recuperación de la soberanía sobre los recursos naturales
que había emprendido en el primer periodo. Destaca la indisimulada inclinación
por impulsar el extractivismo salvaje, los grandes megaproyectos
desarrollistas, el establecimiento de alianzas y acuerdos con sectores
tradicionalmente reaccionarios y opositores al proceso, y la concesión
increíble de diferente tipo de“incentivos” dirigidos al capital transnacional y
nativo, y a los intereses antinacionales, para que se animen a emprender el
sueño de alcanzar aquel espejismo o quimera del progreso capitalista que se
había enseñoreado como consecuencia de la bonanza económica. En este contexto,
destaca un enorme despliegue del aparato gubernamental que persuadido por esas
prioridades, se vuelca a la tarea de instalar un sentido común acrítico, dócil
y manipulable que, en base a acciones francamente represivas, divisionistas o,
por el contrario, prebendales, asistencialistas y/o de cooptación dirigencial,
se concentra en las diversas organizaciones y sectores sociales, a los que
busca conquistar a la causa oficialista. La idea es lograr la repetición
mecánica, temerosa y/o servil de una agenda impuesta que no responde a los
intereses populares y tampoco a lo que manda la Constitución Política del
Estado. Estamos hablando por ejemplo de energía atómica, potencia continental,
desarrollismo faraónico, extractivismo salvaje, etc.
Un tercer momento, no menos importante, es el que podríamos denominar como
la coyuntura eleccionaria, que para el gobierno tiene un carácter permanente
desde hace varios años, porque todas las acciones oficiales se han convertido
en una tarea de campaña política para reproducir el gobierno a como dé lugar.
Este enfoque que de por sí no es malo, pero que ciertamente implica abandonar
las tareas de transformación y cambio para priorizar el control del Estado y el
gobierno, ha derivado en una lucha cruenta e incesante que se ha insertado en el
imaginario popular para acceder y formar parte del aparato público. Es decir,
ha trastocado y envilecido la dinámica de la correlación de fuerzas, para
convertirlas en una ambición por el poder que ha hecho presa de las
organizaciones sociales que se debaten por alcanzar este objetivo.
Es como si se hubiese producido un desfase de tiempo, lugar y
circunstancias, que en vez de contribuir y facilitar la realización
de aquellas tareas estratégicas nacionales de transformación y cambio, la
entorpecen y anulan, a cambio de priorizar y privilegiar una ambición
inmediatista que se conforma con la toma democrática del poder, para reproducir
un Estado conservador, cuyo modelo no tiene nada que ver con aquel perfilado
por las luchas populares y la Constitución, o sencillamente es su antípoda.
Por ello puede inferirse que se trata de un Estado de inercia (en tanto
situación y ente social), que no tiene la capacidad, las fuerzas o la
iniciativa propia para salir de esa quietud o reposo aparentes, porque se ha
abandonado a una correlación que prefiere reproducirse en el gobierno, sin
percatarse que ello también se traduce en el abandono de las tareas de
transformación y cambio.
Como en política y en física (lo mismo que en la vida), no existe la
inercia permanente, solo queda esperar que dicha correlación de fuerzas se
corrija para generar su propia dinámica de movimiento y transformación; o que,
tarde o temprano, se desarrollen nuevas fuerzas (eventualmente externas), que
anularán ese estado de quietud y emprenderán las acciones abandonadas,
devolviéndole a su turno aquella dinámica perdida.
Síguenos en Facebook https://www.facebook.com/escuelanacionaldeformacionpolitica
y Twitter @escuelanfp
Comentarios
Publicar un comentario
Escriba sus comentarios