Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Arturo D. Villanueva Imaña
Constituye una (indesable) regla universal del mercado, principalmente donde reina aquel eufemismo de “libre oferta y demanda”, que cualquier elevación de precios, de productos o servicios, la termina pagando el pueblo, a costa de reducir el consumo, afectar la satisfacción de sus necesidades básicas, y bajando o empeorando sus condiciones de vida.
No existe memoria que dé cuenta de alguna vez que se haya logrado afectar los ingresos y grandes ganancias de las empresas y los intereses capitalistas que más bien, regularmente, terminan imponiendo sus propios apetitos de lucro y enriquecimiento.
El caso de la leche cuyo incremento de precios es reclamado por los productores a nivel nacional, no parece que vaya a constituir una excepción, en vista de los términos en los que se ha planteado la demanda. Sin embargo y siendo que se trata de un producto de primera necesidad, estratégico para la alimentación y clave para luchar contra la desnutrición y garantizar la seguridad y soberanía alimentarias; vale la pena reflexionar sobre algunas incongruencias e ironías que podrían pasar desapercibidas.
Los productores de leche (que en realidad son los que efectivamente sustentan toda la industria de lácteos y sus derivados), reclaman que hace más de 4 años no habrían obtenido ningún tipo reajuste o incremento a su precio de venta, a pesar del encarecimiento de los costos de producción, el incremento de los insumos, el alza de salarios, etc. Para resolver esta situación y lograr un reconocimiento mínimo al trabajo, la producción y su aporte a la alimentación, se vuelcan a las calles, bloquean y reclaman atención gubernamental.
A su turno y contrastando esta situación que agobia a los productores rurales y campesinos, el Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE), da cuenta que precisamente estos últimos años se ha producido un incremento sustancial de las exportaciones de leche. En comparación al año 2013, solo entre los meses de enero y septiembre del presente año, por ejemplo, el volumen de exportación de leche ha subido 227% y 130% el valor de la exportación, llegando a la cifra récord de más de 42 millones de dólares(¡!). Lo curioso del asunto es que, de este boom, ya no participan los productores y solo se benefician las pocas empresas (especialmente la PIL), que concentran la mayoría de la leche producida en el país. Es más, no solo disfrutan de las enormes ganancias originadas en la exportación de una leche que no producen, sino que esperan que sean precisamente los productores a los que explotan, y a los que no reconocen siquiera un reajuste mínimo de precios (mucho menos compartir beneficios extraordinarios), los que den la cara, se movilicen y eventualmente consigan nuevos precios que también les beneficiaría finalmente.
Pero eso no es todo. En lo que concierte al mercado interno, todo ciudadano de a pie sabe que la leche ha sufrido un encarecimiento sostenido. Y ello se ha producido no solo por la vía del incremento directo de los precios del producto y sus derivados, sino también por la reducción sistemática de la cantidad envasada y vendida, que en algunos casos ya está en 800 ml. Es decir, ya nadie consume un litro de leche en su hogar, porque sistemáticamente se ha estado reduciendo la cantidad expendida. Y eso no es todo, porque la misma estrategia se ha utilizado con los subproductos, a los que no solo se les reduce el volumen y cantidad expendida, aumentando el precio indirectamente; sino que también se ha decidido privilegiar su producción, como subproductos de la leche, pero que resultan siendo muy onerosos. Además, también se ha hecho frecuente reducir la cantidad de productos entregados al mercado para su consumo, con lo que se contribuye a la especulación y el alza de precios, especialmente con productos de la PIL.
En fin, no podría haber mejor situación para las empresas que reciben extraordinarias ganancias por exportación, explotan a los productores lecheros y tienen secuestrado al mercado y el consumidor, que venimos a ser todos los ciudadanos de a pie, que finalmente debemos seguir aguantando sus “innovaciones comerciales” que les reditúan pingues ganancias.
Si el gobierno decide condescender con esta lógica perversa, no solo castigará y ahondará la explotación de los productores, sino que afectará el derecho a la alimentación del pueblo y la economía familiar.
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