Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Jesús
González Pazos
Hace todavía unas pocas semanas que se celebró, en la sede de las Naciones Unidas
en Nueva York, la última Cumbre Mundial sobre el Cambio Climático. Las noticias
esos días nos hablaron del encendido de todas las alarmas ante las graves
consecuencias que ya sufre el planeta y todos los seres vivos del mismo,
incluido el ser humano; también nos decían que el futuro inmediato se presenta
aún más grave. Sin embargo, en unos pocos días nuevamente se dejó de hablar de
este problema en los mismos grandes medios de comunicación y el asunto
pareciera volver al olvido. Un resumen sencillo, casi telegráfico, de esta gran
reunión de jefes de estado de todo el mundo, podría hacerse señalando que la
misma se ha reducido (una vez más) a grandes discursos, muchas buenas
intenciones, pocas medidas prácticas y menos compromisos firmes para combatir realmente
el cambio climático.
Cierto es que no se convocaba esta cumbre con la
resuelta intención de alcanzar esos compromisos. Éstos se pretenden lograr en
la próxima cumbre, a celebrarse a finales de 2015 en París, con un nuevo
tratado vinculante que sustituya al fracasado de Kioto para, sobre todo, la
disminución de los gases de efecto invernadero. Pero, el problema real, es que
el creciente y ya claramente percibido cambio climático, exige ya tomar medidas
profundas y no seguir "mareando la perdiz" con conversaciones,
consultas y buenas intenciones.
Esa es la cuestión esencial, y que los grandes poderes
económicos y políticos pretenden seguir ocultando, que enfrentar este problema
no puede seguir siendo retrasado. Es evidente que en esta actitud tienen mucho
que ver el saber que dicha cuestión ha sido creada, precisamente, por las
decisiones y actuaciones de estos poderes a lo largo de los dos últimos siglos,
pero con especial gravedad en las últimas décadas. Saben que si el problema se
enfrenta en las dimensiones que debe de abordarse se deberán cuestionar
radicalmente los pilares más básicos del sistema capitalista y su modelo de
desarrollo. Y eso es algo que se niegan a afrontar mientras sigan siendo poder
dominante, porque ese sistema y modelo son precisamente la base del mismo.
A ello se suma el hecho de que quienes realmente
sufren, a día de hoy, los peores efectos del cambio climático, a pesar de ser
los menos responsables del mismo, son los todavía llamados países en vías de
desarrollo, países alejados de esos centros de poder. Injusticia absoluta que
tiene rostros y nombres en los millones de personas golpeadas casi diariamente
por los desastres más devastadores como, entre otros, aquellos derivados de los
fenómenos metereológicos extremos (sequías, inundaciones, tifones...). Entre
ellos, y más específicamente, millones de mujeres que, una vez más, también
sufren doblemente por su exposición permanente a la continua violación de los
derechos más elementales y, en muchos de estos casos, por llevarlas a cargar
con las consecuencias más duras de estos desastres, generalmente traducido en
nuevas y mayores cotas de empobrecimiento.
Pero, al igual que hay protagonistas en lo negativo de
estas situaciones, hay también unos titulares de obligaciones sobre las mismas;
dicho de otra manera, hay claramente identificables unos responsables, también
con caras y apellidos (generalmente la alta clase política y aquellos que
engrosan consejos de administración de grandes transnacionales, bancos...).
Aquellos que han propugnado y llevado adelante el actual modelo desenfrenado de
desarrollo en el marco del sistema capitalista (expolio absoluto de la
naturaleza, privatización de servicios y sectores productivos estratégicos,
endeudamiento y austeridad, desaparición del Estado y sumisión de la política a
la economía), en la búsqueda única y permanente del máximo de beneficios y el
aumento exponencial de sus tasas de ganancias a cualquier precio. Y ese precio,
además de en la explotación sistemática de las personas (precarización del
trabajo, desvío de la riqueza generada por el trabajo hacia los grandes
capitales,…), se encuentra también en el aumento de la temperatura del planeta,
el deshielo y subida del nivel de los mares, los altísimos grados de
contaminación y degradación medioambiental, las sequías e inundaciones
extremas...; ésta es la cuenta de resultados que el sistema de desarrollo
capitalista pretende seguir escondiendo, incluso cuando se reúne en las grandes
cumbres internacionales.
Todo este escenario construido por dicho sistema
hipoteca no solo las perspectivas de desarrollo sostenible de muchos pueblos y
personas, sino también la propia existencia física de algunos países (estados
insulares condenados a desaparecer tragados literalmente por los océanos) y la
viabilidad de otros muchos como sociedades sostenibles, además de ejercer su
dominio cuasi imperial sobre la mayoría de los pueblos. Por otra parte, y como
ya se ha reiterado en multitud de estudios científicos, hoy está en cuestión la
misma existencia de miles de ecosistemas (algunos ya desaparecidos) y, por lo
tanto, la misma tierra como planeta apto para la vida humana.
La erradicación de la pobreza, la redistribución
equitativa de la riqueza y la construcción de sociedades más justas y
democráticas deberían seguir siendo prioridades para el mundo. Pero el actual
modelo de desarrollo, con las innegables consecuencias ya mencionadas, no hace
sino contribuir a que esos objetivos sigan siendo utopía inalcanzable para
millones y millones de personas.
Por todo ello, habría que reiterar que no es
aceptable, una vez más, el retraso en la adopción de medidas concretas y firmes
para la urgente estabilización y disminución de las altas concentraciones de
gases de efecto invernadero, a fin de reasegurar la vida en el planeta y
combatir eficientemente el cambio climático. Pero hay que afirmar igualmente
que tampoco es postergable la eliminación de la alta concentración de
"gases nocivos para la vida humana digna"; léase como alta
concentración de riqueza en unas pocas manos en detrimento de las mayorías y el
mantenimiento del modelo actual modelo neoliberal de desarrollo capitalista.
Dígase con claridad. Ya no se trata solo de mitigar
las consecuencias del cambio climático, "de seguir poniendo tiritas",
sino de transformar radicalmente al responsable último de esta situación. Por
eso, erradicar el sistema capitalista, protagonista de este proceso de
deterioro de la vida, es una condición necesaria para la verdadera eliminación
de la pobreza en el mundo, así como de las desigualdades de género, y de
riqueza entre los pueblos, al igual que las causas que, en suma, han generado
en los últimos 200 años la situación de riesgo para la continuidad del planeta
y para la propia existencia en el mismo. En suma, para asegurar la viabilidad
hoy de la Tierra como espacio sostenible para la vida de las generaciones
futuras.
Porque, tal y como declaró en las propias Naciones
Unidas el presidente Evo Morales, "la solución a la crisis climática
requiere cambios profundos en nuestras visiones del desarrollo, tenemos que
promover un desarrollo integral en armonía con la Madre Naturaleza". Dicho
de otra manera, ya que el capitalismo no ha contribuido sino a la destrucción
sistemática de la naturaleza, hora es ya de reconocer que la solución al cambio
climático y al desarrollo sostenible de los pueblos no puede estar, ni venir de
este sistema, aunque algunos quieran disfrazarlo de verde y sostenible. Pasó el
tiempo de medidas mitigadoras o adaptativas al cambio climático. Es el tiempo de
las alternativas profundas al modelo de desarrollo para realmente poder
revertir las consecuencias dramáticas que ya vivimos las personas, pueblos y el
propio planeta Tierra.
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