Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Rafael Puente Calvo
La formulación viene de Mujeres Creando, yo sólo intento verificarla y, por supuesto, pedir explicaciones. El tema de fondo es la prostitución ("el oficio más antiguo del mundo”, dicen), un tema sistemáticamente mal entendido y mal interpretado.
A las mujeres, que por la situación de pobreza y abandono se ven obligadas a alquilar su cuerpo, la sociedad las desprecia y las insulta -puta es un insulto clásico y denigrante en nuestra sociedad-, y el Estado no sólo las desprecia, sino que, además, las acosa con la exigencia de certificados de salud y otros tributos (mientras que a los hombres que las utilizan no les exige nada, ¿acaso no son ellos los portadores de las enfermedades venéreas que dichas mujeres pueden contraer?).
Pero resulta que, además de las graves dificultades personales que tienen que asumir las mujeres que se ven obligadas a prostituirse, en los hechos se han visto también sometidas a una explotación sumamente inhumana por parte de los proxenetas (varones, claro), que, a cambio de "organizarles el negocio”, se sabe, las esquilman y abusan cotidianamente.
Y, por supuesto a los proxenetas el Estado ni los controla ni los reglamenta, ni les cobra impuestos. ¿No es una suerte de complicidad que amerita ya aplicar el calificativo de proxeneta al propio Estado?
Pero no es sólo eso. Resulta que en este momento hay grupos de prostitutas que han decidido prescindir de los proxenetas, liberarse de ellos por la vía de organizarse entre sí (con todas las dificultades que provienen de su falta de capital, es evidente que si lo tuvieran se dedicarían a otros rentables negocios que muchas mujeres emprenden).
Y es precisamente a estas mujeres a las que la Policía -por tanto el Estado- les cae encima, las acosa, las atormenta con la exigencia de papeles y, por supuesto, las acaba extorsionando (es decir que en los hechos vienen a sustituir a los proxenetas). Y las autoridades estatales correspondientes no dicen nada…
Parece, por tanto, que la formulación provocadora de Mujeres Creando no carece de fundamento, y que, en último término, es una derivación más de la esencia profundamente patriarcal del Estado como tal.
A fin de cuentas, es el mismo Estado -representado por la misma Policía- que está convirtiendo la Ley 348 -la que garantiza a las mujeres una vida libre de violencia- en una farsa.
Es esa Policía que por principio pone en duda los testimonios de las mujeres víctimas de violencia, la misma Policía que recibió ocho denuncias de Hanalí Huaycho y no hizo nada hasta que ella fue asesinada por su marido (y tampoco hace nada después del asesinato, como no sea encubrir a su autor).
Y, a fin de cuentas, es el mismo Estado -representado esta vez por el Órgano Judicial- que protege al legislador y violador chuquisaqueño Domingo Alcibia (y a su cómplice Javier Humana), y le devuelve su curul (porque tiene derecho a trabajar); mientras que deja sin trabajo a su víctima (¡porque la iban a ver mal!). Y es el mismo Estado que nombra Director de Trata y Tráfico a un administrador de empresas que no sabe nada del tema…
Cierto que el Estado no hace otra cosa que reproducir la degradación cultural de la sociedad civil, y que la mentalidad patriarcal -que es la que permite la existencia de los proxenetas- está también íntimamente enraizada en la sociedad civil (el crecimiento de los feminicidios así lo acredita).
Pero eso no quita que el Estado, juntamente con sus autoridades y sus funcionarios, esté resultando cómplice y reforzador de esa mentalidad patriarcal, una de cuyas manifestaciones más extremas es el proxenetismo. Y si no, que nos digan qué se está haciendo para acabar con esa lacra (y para excluir los problemas de violencia contra la mujer de procedimientos penales y de injerencias policiales)… Ojalá alguien nos lo pueda explicar.
El autor es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba.
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