Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Leonardo Boff
El documento cero de
la ONU para la Río +20 todavía es rehén del viejo paradigma de la dominación de
la naturaleza para extraer de ella los mayores beneficios posibles para los
negocios y para el mercado. A través de él y en él el ser humano busca sus
medios de vida y subsistencia. La economía verde radicaliza esta tendencia,
pues como escribió el diplomático y ecologista boliviano Pablo Solón «ella
busca no sólo mercantilizar la madera de la selva sino también su capacidad de
absorción de dióxido de carbono». Todo esto puede transformarse en bonos
negociables por el mercado y por los bancos. De esta manera el texto se revela
definitivamente antropocéntrico, como si todo se destinase al uso exclusivo de
los humanos y la Tierra los hubiese creado solo a ellos y no a otros seres
vivos que exigen también la sostenibilidad de las condiciones ecológicas para
su permanencia en este planeta.
En resumen: "el
futuro que queremos", lema central del documento de la ONU, no es otra
cosa que la prolongación del presente. Éste se presenta amenazador y niega un
futuro de esperanza. En un contexto como este, no avanzar es retroceder y
cerrar las puertas a lo nuevo.
Hay además un
agravante: todo el texto gira en torno a la economía. La pintemos de verde o de
marrón, ella guarda siempre su lógica interna que se formula en esta pregunta:
¿cuánto puedo ganar en el menor tiempo, con la menor inversión posible,
manteniendo una fuerte competitividad? No seamos ingenuos: el negocio de la
economía vigente es el negocio. Ella no propone una nueva relación con la
naturaleza sintiéndose parte de ella y responsable de su vitalidad e
integridad. Muy al contrario, le hace una guerra total como denuncia el
filósofo de la ecología Michel Serres. En esta guerra no tenemos ninguna
posibilidad de vencer. Ella ignora nuestros intentos, sigue su curso incluso
sin nuestra presencia. Tarea de la inteligencia es descifrar lo que ella nos
quiere decir (por los eventos extremos, por los tsunamis, etc), defendernos de
los efectos perjudiciales y poner sus energías a nuestro favor. Ella nos ofrece
informaciones pero no nos dicta comportamientos. Estos debemos inventarlos
nosotros mismos. Solamente serán buenos si están en conformidad con sus ritmos y
ciclos.
Como alternativa a
esta economía de devastación, si queremos tener futuro, necesitamos oponerle
otro paradigma de economía de preservación, conservación y sostenimiento de
toda la vida. Necesitamos producir, sí, pero a partir de los bienes y servicios
que la naturaleza nos ofrece gratuitamente, respetando el alcance y los límites
de cada biorregión, distribuyendo con equidad los frutos alcanzados, pensando
en los derechos de las generaciones futuras y en los demás seres de la
comunidad de vida. Ella adquiere hoy cuerpo a través de la economía
biocentrada, solidaria, agroecológica, familiar y orgánica. En ella cada
comunidad busca garantizar su soberanía alimentaria: Produce lo que consume,
articulando a productores y consumidores en una verdadera democracia
alimentaria.
La Río 92 consagró el
concepto antropocéntrico y reduccionista de desarrollo sostenible,
elaborado por el informe Brundland de 1987 de la ONU. Se transformó en un dogma
profesado por los documentos oficiales, por los estados y empresas sin ser
nunca sometido a una crítica seria. Secuestró la sostenibilidad sólo para su
campo y así distorsionó las relaciones con la naturaleza. Los desastres que
causaba en ella eran vistos como externalidades que no cabía considerar. Pero
ocurre que estos se volvieron amenazadores, capaces de destruir las bases
fisicoquímicas que sustentan la vida humana y gran parte de la biosfera. Esto
no ha sido superado por la economía verde. Esta configura una
trampa de los países ricos, especialmente de la OCDE (Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico) que produjo el texto teórico del
PNUMA, Iniciativa de la Economía Verde. Con esto descartan
astutamente la discusión sobre la sostenibilidad, la justicia social y
psicológica, el calentamiento global, el modelo económico fracasado y el cambio
de punto de vista, una mirada distinta sobre el planeta que pueda proyectar un
futuro real para la humanidad y para la Tierra.
Junto con la Río +20
sería muy positivo rescatar también la Estocolmo+40. En esta primera
conferencia mundial de la ONU realizada del 5 al 15 julio de 1972 en Estocolmo
(Suecia) sobre el Ambiente humano, el foco central no era el
desarrollo sino el cuidado y la responsabilidad colectiva por todo lo que nos
rodea y que está en acelerado proceso de degradación, afectando a todos y
especialmente a los países pobres. Era una perspectiva humanística y generosa,
que se perdió con la carpeta cerrada del desarrollo sostenible y, ahora, con la
economía verde.
Leonardo Boff es
Teólogo/Filósofo, autor de “Sustentabilidade: o que é e o que não é”
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