Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Rafael Puente
La zozobra vivida esta semana con el amotinamiento de los
policías merece un análisis sereno; no creo que hayamos ganado nada alarmando
al mundo con la noticia de que en Bolivia se preparaba un golpe de Estado y
provocando declaraciones de solidaridad que a todas luces resultaban
desorbitadas. Veamos con calma:
El viejo problema de la Policía
Que nuestra institución policial no está a la altura de su
misión no es novedad, que la opinión pública la considera ineficiente y
corrupta es cosa sabida, que se requiere una urgente transformación de la
Policía me consta que era una preocupación de nuestro Presidente el mismo año
2006. Lo incomprensible es que en estos seis años largos no se haya avanzado en
esa transformación (como no sea en cambios de nombre, de PTJ a FELCC, o de
Anapol a Unipol). Y no podemos olvidar que parte de esa transformación debió
ser siempre la mejora de las condiciones salariales de nuestros policías (que
por ejemplo en muchas cárceles viven peor que los internos). Y desde luego no
nos debe sorprender que desde las bases policiales la demanda no apunte a las
transformaciones estructurales, sino a sus mejoras salariales y de
equipamiento.
Pero una vez más hemos visto cómo nuestro Gobierno ha dejado que
un viejo problema vaya creciendo y fermentando para alarmarse recién cuando
explota. ¿Dónde quedó la política de los primeros años que consistía en
prevenir conflictos y buscar soluciones rápidas y negociadas? Primer punto a
reflexionar.
El oportunismo de la oposiciónLo vemos todo el tiempo, las
fuerza opositoras -sean de derecha o de ultraizquierda- están constantemente
dispuestas a aprovechar cualquier conflicto social para agudizarlo y así
crearle problemas al Gobierno. En cuanto salieron los dirigentes del magisterio
paceño en defensa de los policías -y peor cuando salió ese personaje llamado
Jaime Solares- estaba claro que el Gobierno tendría la tentación de echarle la
culpa de la movilización policial a maniobras de la oposición, tentación que
llegó al extremo de denunciar internacionalmente un plan de golpe de Estado.
Para empezar, aunque los policías lo hubieran querido no habrían
podido dar un golpe, no estamos en Paraguay ni en Honduras. Cierto que a más de
un grupo opositor le habría gustado que el conflicto degenerara en golpe, pero
no debemos convertir a la oposición -que sabemos políticamente débil, dividida
y carente de todo proyecto- en la diabólica causante de todos los conflictos
sociales. Somos nosotros quienes revolvemos el río y hacemos posible la
ganancia de pescadores. Identificando a tiempo el problema policial, midiendo
serenamente su magnitud y su razón, y sobre todo negociando cuanto antes,
dejaríamos a la oposición con las ganas de perjudicar.
¿Recuerdan el amotinamiento policial del año 2006? Nadie habló
de golpe, sino que se negoció rápida y eficientemente, y no pasó nada.
Reconozcamos que la alarma fue una desmesura y que si la repetimos nos va a
pasar lo mismo que al pastorcito mentiroso (el del cuento).
La solución del conflicto ha sido simple, yo diría que
decepcionante, un incremento salarial de 100 bolivianos -que no es lo único
pero sí lo principal- puede considerarse humillante (como lo dijo desde Tarija
una esposa de policía), pero en todo caso ha resultado suficiente, digamos que
por el momento. ¿No se podía haber tomado esta solución al principio? Y otra
pregunta: ¿Sabe alguien de un golpe de Estado que se haya podido conjurar tan
fácilmente?
Pero no olvidemos que la solución definitiva está por hacerse.
La institución policial también requiere una auténtica refundación, porque
(como le oí decir un día a un capitán que me pareció muy respetable) “en cuanto
se sale de la Academia se respira un ambiente contaminante del que es muy
difícil salvarse”. En todo caso, mientras esa refundación no se dé, no parece
lógico el razonamiento (que también escuché durante estos días) de que “puesto
que no sirven y son corruptos, que se mueran nomás de hambre”. Ciertamente no
es la solución.
Rafael Puente es miembro del Colectivo Urbano por el
Cambio (Cueca) de Cochabamba
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