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El fascismo está actuando en Santa Cruz, el gobierno debe investigar

Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás

Guatemala: Crónica de una renuncia anunciada


Por: Agustín Leiwt
 
Salvo por el desencadenamiento apresurado de los hechos, la eyección del ex militar Otto Perez Molina de la presidencia guatemalteca, a tres meses de concluir su mandato, no debería sorprender a nadie que haya seguido de cerca la coyuntura de aquél país en los últimos meses

La revelación en abril pasado de un caso de corrupción que vinculaba a funcionarios de tercera y cuarta línea con una red de defraudación aduanera, fue creciendo semana tras semana-tanto en volumen como en implicancias- hasta involucrar, primero, a la vicepresidenta Roxana Baldetti, la cual renunció a su cargo y se encuentra en prisión preventiva, y luego al propio presidente Pérez Molina, quien, tras el avanzar de la investigación, apareció ocupando un rol central en la organización delictiva, sobretodo en la apropiación de lo recaudado. En el medio, una imparable sangría del Gabinete fue minando poco a poco la estructura de gobierno del mandatario. Se sumó a ello el levantamiento del blindaje mediático de una buena parte de la prensa, el descontento de numerosos oficiales del Ejército, y hasta el abandono de la propia bancada oficialista del conservador Partido Popular (PP), que, en un intento desesperado por salvar el poco prestigio del partido,terminó dando su beneplácito para retirar la inmunidad presidencial.

El otro elemento fundamental a considerar en el estallido de la crisis política -acaso el más determinante- fue la creciente movilización popular que, semana tras semana, copó las calles de los veintidós departamentos del país–en la última manifestación marcharon más de cien mil personas-, mostrando su repudio y hartazgo frente a la corrupción y al sistema político en general, y madurando de a poco el pedido de renuncia del ahora expresidente. Ciudadanos movilizados a través de las redes sociales, junto a organizaciones campesinas, indígenas, estudiantiles y sindicatos, se sacudieron la apatía y la desmovilización forjada a fuego por los reiterados golpes de Estado y por el prolongado enfrentamiento armado interno,y decidieron saltar a escena, no sólo para expresar su indignación frente al caso de corrupción en cuestión, sino para reclamar una reforma política y electoral amplia.

Pero estos sectores no estuvieron solos: a ellos se sumaron, con sus propios cálculos e intereses, representantes de la gran industria guatemalteca, como así también la propia embajada de EE.UU. –actor invariablemente central en las distintas coyunturas centroamericanas- en tensión con Pérez Molina desde hace años, entre otras cosas, por su postura de liberar el consumo de drogas. La participación activa de estos sectores complejiza la lectura de las protestas y pone reparos frente a las interpretaciones que sólo observan en la salida de Pérez Molina el triunfo de una revuelta plebeya. En rigor, las presiones que terminaron conjurando contra el ex mandatario provinieron desde diversos sectores, incluso antagónicos.

Así, Guatemala se enfrenta hoy frente a un escenario abierto donde lo que está en juego es si la salida del Presidente significará efectivamente la posibilidad de inaugurar un nuevo ciclo político que recoja las demandas postergadas de muchos de los actores que recuperaron visibilidad en los últimos meses, o si, por el contrario, se trata apenas de una reestructuración interna dentro del bloque de poder que viene manejando el destino del país desde hace décadas.

Las elecciones generales del domingo próximo (06 de septiembre), donde la izquierda aparece notoriamente relegada, será apenas una de las instancias donde esta tensión comience a resolverse.

De cualquier modo, sobresalen –al menos- dos elementos para esperanzarse con un cambio estructural en la patria que vio nacer al gran Jacobo Árbenz. El primero, el caso de corrupción revelado es apenas la punta del ovillo para empezar a desenmarañar un denso entramado de corrupción incrustado en el Estado guatemalteco desde hace años. El segundo, los sectores populares parecen haber despertado de un largo letarge y actuarán desde ahora con la memoria fresca de haber participado en la expulsión de un presidente corrupto, que en absoluto es poca cosa.            




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