Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: H. Ernesto Sheriff B.
La economía boliviana ha sido caracterizada como una economía pequeña, exportadora de materias primas, sin poder de fijar precios en ninguno de los mercados donde exporta; sus flujos financieros no afectan la economía mundial, ni siquiera las economías vecinas. Su industria es importadora de la mayoría de sus insumos y no tiene un peso tecnológico que le permita competir con ningún tipo de producto importado. Fue caracterizada así en el pasado y a pesar de lo avanzado, dichas etiquetas siguen siendo descriptivas del tipo de economía en la cual nos desenvolvemos.
La gran perdedora en una economía pequeña y extractivista siempre es la industria.
En épocas de bonanza en precios de materias primas el tipo de cambio real se aprecia por la abundancia de divisas, los insumos se encarecen, pero, también, aumenta el poder de compra de los consumidores, no obstante usualmente ese aumento se desvía a bienes importados y de lujo que con la apreciación cambiaria se abaratan; aún en tiempos de bonanza las industrias por tanto enfrentan dificultades en su competitividad aún cuando los vecinos no toquen su tipo de cambio.
En estos últimos diez años la presencia de productos chinos y del contrabando ha sido constantemente un argumento de las industrias para explicar su pobre desempeño, su escaso cumplimiento de las normas laborales, su baja o inexistente tributación, y la tendencia negativa en sus ventas y rentabilidad.
En realidad, con un tipo de cambio real apreciado y unas fronteras donde impera todo menos la Ley, el contrabando se convierte en una industria, con segmentación de mercados, con flujos financieros propios, mucho más poderoso que toda la industria manufacturera. A su vez, el producto chino ingresando incluso legalmente llega a precios bajos en todos los rubros, desde los alimentos hasta la maquinaria.
Los bajos precios chinos estuvieron asociados a dos factores: el bajísimo costo de su mano de obra y su tipo de cambio fijado para subsidiar casi cualquier exportación; también se habla de subfacturación en origen.
En el caso boliviano el costo labor ha subido en 36% en términos reales, no sólo por el famoso segundo aguinaldo sino también por las alzas en el salario mínimo y en las prestaciones sociales, y, el tipo de cambio se ha apreciado en 14% en términos nominales y en 23% en términos reales.
En términos financieros la bonanza de la economía boliviana fue sinónimo de crisis para la mayoría de las industrias bolivianas, particularmente las que se enfrentan cotidianamente al contrabando y al producto chino. La industria textil y la industria de artículos de cuero son claros ejemplos de esto.
En situaciones de crisis, el blindaje estructural y el blindaje financiero protegen al consumidor promedio pero, aunque el gobierno lance un ambicioso programa de gasto e inversión, un alto porcentaje del mismo se desvía a maquinaria y bienes importados, en el mejor de los casos a las empresas constructoras, el efecto multiplicador es residual para las industrias. La menor liquidez y los menores ingresos afectan el poder de compra de los consumidores pero lo peor proviene del efecto de las crisis sobre los socios comerciales, particularmente los países vecinos.
Socios y vecinos
Las economías emergentes que nos rodean recibieron grandes cantidades de capital financiero de corto plazo en los auges, provocando el mismo rezago cambiario que la bonanza de materias primas produjo en nuestra economía. Por lo tanto, los tipos de cambio reales bilaterales no se movieron de manera significativa, solamente la congruencia de sus políticas industriales arrojaban productos cada vez más baratos o más sofisticados que superan en competitividad a los bolivianos. Con todo, al sobrevenir la crisis mundial, los fondos escapan de estos países afectando seriamente sus flujos de divisas obligando a sus bancos centrales a devaluar sus monedas. Eso fue lo que pasó en las últimas semanas cuando la fortaleza del dólar determinó que grandes inversiones en países emergentes vuelvan a Estados Unidos que finalmente salió del largo letargo ocasionado por las administraciones republicanas alcanzando el pleno empleo hace pocos meses.
Inserta plenamente en el mercado mundial financiero y de bienes, China no es ajena a estos movimientos y se vio obligada también a devaluar su moneda esta semana, es decir, haciendo aún más competitivos sus ya baratos productos de exportación.
Los movimientos cambiarios de nuestros socios afectan la industria de manera directa. Los mercados fronterizos se colman de productos extranjeros, proliferan los alimentos, los textiles, los electrodomésticos. Las fronteras con Brasil, Perú, Argentina y Chile se encuentran ahora abarrotadas de productos de esos países listos para ingresar a Bolivia, de contrabando preferiblemente, pero legalmente también es rentable dado el tipo de cambio devaluado de dichos países. Bolivia no necesita devaluar porque los dólares no están escapando de Bolivia, pero su industria ha perdido competitividad por las devaluaciones de los vecinos. La devaluación china aumentará pimienta al caldo de cultivo de una crisis productiva en el mediano plazo.
Destacan dos socios incómodos para el país: Argentina y Brasil. En realidad si alguna vez la macroeconomía colapsó fue por el efecto de estos países en el nuestro. Por eso algún político noventero dijo alguna vez que vivir entre Brasil y Argentina es como dormir en medio de dos elefantes borrachos.
El colapso argentino empezó hace poco más de un año con fuertes oscilaciones del tipo de cambio llegando a existir una brecha entre oficial y paralelo de casi 80% en determinados días. La caída sostenida del precio de la soja y del trigo determinó que el país vecino ingrese en una crisis productiva además de la macroeconómica. Se resiste a devaluar porque las expectativas están sobrecalentadas, pero cuando lo haga seguramente lo hará con ribetes de espectacularidad, dignos de una crónica macroeconómica.
Brasil ha devaluado de manera ordenada –no traumática– y el pequeño flujo “hacia” ahora es un masivo flujo “desde”. La crisis política que se avecina y la posición que tomará respecto a la devaluación china serán determinantes para Bolivia, independientemente de lo que vaya a suceder con sus compras de gas. La recesión de 1998 se originó especialmente por el efecto de la crisis asiática en Brasil y Argentina. Nuestros ministerios deberían contar con equipos de monitoreo de estas dos economías porque un estornudo de ellos será un huracán para nosotros, y contra eso no hay blindaje que nos proteja. A modo de broma, los economistas decimos que en Brasil hasta su pasado es incierto, así de inestable ha sido dicha economía.
Prospectiva industrial
Los retos de política pública en relación a la industria son bastante exigentes. Mientras en lo macroeconómico no hay elementos que vayan a obligar a tocar variables sensibles como el tipo de cambio, los ministerios sectoriales deberían pensar en qué hacer con una industria colocada al borde del colapso en un tiempo tan corto como las semanas que pasaron este año.
Para contrarrestar el efecto devaluatorio de los países socios la respuesta es bajar el costo boliviano aun cuando la industria en cuestión no sea exportadora.
El costo boliviano está conformado por materias primas de origen boliviano, mano de obra boliviana, maquinaria boliviana, servicios bolivianos, costos financieros bolivianos, impuestos bolivianos y tipo de cambio. En manos de la política pública hay pocas variables de control: el tipo de cambio y los impuestos y, dado nuestro modelo, los salarios. Estas tres variables NO pueden ser tocadas de acuerdo a los instructivos macroeconómicos, por lo tanto la industria está expuesta.
Bajar impuestos a un sector que casi en un 50% no tributa no afectaría al mismo, especialmente al más vulnerable que casi nunca paga impuestos.
Una devaluación tendría más costos macroeconómicos que beneficios sectoriales en las industrias sensibles al tipo de cambio boliviano. Sólo queda el costo labor, el segundo aguinaldo, el salario mínimo, el aumento salarial 2016; estas variables de ser afectadas tendrían altos costos políticos. Muerto el burro tranca al corral, son algunas de las medidas propuestas por los ministerios sectoriales al anunciar con altoparlantes una nueva política productiva, unos megaproyectos espectaculares.
Tanto una nueva política como el emprendimiento de grandes proyectos (de los cuales no estoy convencido de su rentabilidad social ni siquiera económica) requiere tiempo de maduración; se debió haber hecho eso en el primer año de gobierno, como mucho el año 2009. Ahora hay productos peruanos, chilenos, argentinos y brasileros en nuestras fronteras; la devaluación china ejercerá mayor presión en dichos países; se necesitan respuestas para ayer y nos anuncian planes para dentro de cinco años. Paraguay está exportando carne a Ecuador; ya ha iniciado producción de automotores, entre otros emprendimientos; son resultados concretos, son proyectos pensados hace cinco años o más, materializados en los dos últimos. También necesitamos concreciones.
publicado en la Época
y Twitter: @escuelanfp
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