Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Yuri F. Tórrez
Cuando
estábamos a punto de quejarnos de los previsibles resultados de las elecciones
de octubre, en las que se perfila un claro ganador, lo que propicia una
autocomplacencia narcisista en el partido oficialista y un irritable lamento en
los partidos opositores; cuando ya estábamos aburriéndonos por la difusión de
unas tendencias electorales tan disímiles entre ellas que solamente develan las
inconsistencias metodológicas de las encuestadoras, y para colmo nos dicen
hasta el fastidio (como si fueran oráculos griegos), quién será el ganador;
surge una luz para romper con esta monotonía, con el anuncio de la
incorporación de un representante del colectivo GLBT (Gay, Lésbico, Bisexual y
Transformista) a las justas electorales.
De
igual manera, cuando estábamos a punto de quejarnos de un conjunto de
candidatos, tanto del partido oficialista como de los otros frentes, que nos
genera la sensación amarga de que no nos representan y más bien sentimos
vergüenza ajena por muchos de ellos; cuando asistimos a un cruce de dardos que
anuncian, como si fueran heraldos apocalípticos, el inicio de la guerra sucia;
cuando asistimos a una contienda signada por una ausencia de propuestas
electorales seguramente porque el horizonte del Estado Plurinacional ya es
irreversible; y cuando mi vecino de barrio y de estas páginas Fernando Mayorga
resumía este ambiente como unas “elecciones sin emociones”; en suma, cuando
estábamos oliendo un aroma de hartazgo electoral prematuro a sabiendas de paso
que faltan dos meses interminables hasta el 12 de octubre, surge una segunda
luz contra el tedio gracias a la confesión de un candidato a diputado por la
ciudad de La Paz, propuesto por el partido oficialista, quien ha hurgado el
avispero de una sociedad conservadora e hipócrita al confesar, sin ningún
aspaviento, que es “homosexual”.
Esta
confesión a quemarropa del analista político y hoy candidato del Movimiento Al
Socialismo (MAS) Manuel Canelas fue una estocada para nuestra sociedad, marcada
por un espíritu puritano y homofóbico. Esta confesión felizmente mella ese
moralismo extraviado en las aguas de la intolerancia. Uno de los mayores
síntomas de ese primitivismo recurrente y creciente se percibe en la elemental
manera de entender el homosexualismo que manifiesta mucha gente. No debemos
olvidar que hace poco, como si fuese la reencarnación de mentalidades
medievales, el diputado Roberto Rojas (MAS) declaró que la homosexualidad “es una
enfermedad”. A su vez, en las redes sociales aparecieron memes grotescos con
tonos homofóbicos en contra de los candidatos que reconocieron su
homosexualismo; lo que constituye una amenaza contra ese aprendizaje
democrático respecto a la tolerancia sexual que la mayoría aspiramos.
Por
eso, todos los que somos militantes de la tolerancia en cualquiera de sus
rostros entrevemos vientos de esperanza por la posible presencia de diputados
que asumen su opción sexual sin ningún complejo, pero al mismo tiempo demandamos
que no se quede en un mero enunciado electoral de autoidentificación. Es decir,
tal apertura se debería patentizar al interior del hemiciclo parlamentario con
leyes que conduzcan a luchar contra la homofobia, por ejemplo con una norma que
busque una figura jurídica para el reconocimiento del matrimonio entre parejas
del mismo sexo.
Eso
sería un gran progreso, ya que la presencia de candidatos evangelistas o
ultracatólicos en la Asamblea fue perniciosa para el avance legislativo en
temas relativos a la legislación del aborto y el matrimonio homosexual. Un
Estado que se precie de ser progresista debe superar estos rasgos homofóbicos,
aunque suene a utopía. O como dice Javier Marías: “La cosa no es nueva, está
inventada con Sísifo desde los griegos, solo que ellos la concibieron como
maldición y tormento”.
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