Las casetas del populoso mercado Mutualista en Santa Cruz comenzaron a quemarse la noche de ayer domingo, justamente al día siguiente de que los gremialistas anunciaron que no acatarán el anunciado paro de 48 horas decidido por la Gobernación y el Comité Cívico cruceños, a la cabeza de otras instituciones totalmente controladas por la derecha, como la Universidad Gabriel René Moreno. Aunque se desconocen las causas que originaron este desastre, llamó enormemente la atención que los pocos hidrantes de la zona no tenían agua, por lo que el fuego que inició en algunos puestos pudo extenderse rápidamente. Vanos fueron los esfuerzos de los comerciantes, que trataron de recuperar la mercadería que tenían en sus kioscos, arriesgando sus vidas. Con la llegada de los bomberos y colaboración de los mismos comerciantes se combatió el siniestro; luego, cuando arribó al lugar Luis Fernando Camacho, fue recibido con mucha hostilidad porque varios comerciantes abiertamente lo acusaron de estar detrás...
Por: Rafael Puente
Estos días hemos vuelto a vivir la euforia cívico-patriótica en memoria de la fundación de Bolivia: banderas, desfiles, uniformes, himnos, teas, marchas militares, discursos encendidos, un furibundo amor a la patria que nos hace olvidar por un día el afán colectivo e individual de depredarla, de chuparle la sangre en aras del beneficio individual (y a veces colectivo).
La sociedad en su conjunto queda cansada, pero con la satisfacción de haberle rendido homenaje a esa Madre Patria, cada año más agotada, más dependiente de la importación de alimentos, más expuesta a las desgracias del cambio climático. Pero, en el fondo, ese fervor colectivo, tan sistemáticamente repetido, deja no sé qué sabor más bien amargo.
Para empezar uno se pregunta cuál fue el origen de la última Asamblea Constituyente -y de la actual Constitución-, ¿no fue acaso la comprobación de que en 1825 Bolivia se fundó mal y que, por tanto, teníamos que refundarla? ¿No se refiere a eso mismo la declaración de feriado nacional el día 22 de enero, aniversario de esa refundación?
¿Qué significa entonces esta celebración del 6 de Agosto en los mismos términos de siempre? ¿No será que en el fondo sentimos que sigue vigente la vieja república neocolonial, definida por aquella mayoría de tránsfugas que definieron su creación en el Congreso Constituyente de 1825 (y que le pusieron el nombre de Bolivia, no porque creyeran en los ideales del Libertador, sino sólo como expresión del gran llunk’erío fundacional)? ¿Será entonces que el 22 de enero se reduce a la celebración de una ficción?
¿Será que realmente somos cuatro locos -y locas- los que sentimos incomodidad ante las formas reiteradamente coloniales de esa celebración? ¿Se han fijado ustedes en esa creciente y rabiosa competencia de nuestras escuelas y colegios por tener su banda de guerra, a ver cuál retumba mejor y cuál gesticula de manera más parecida al viejo ejército alemán? ¿No les apena ver a nuestros niños y adolescentes de origen indígena moviéndose como orgullosos autómatas, a ritmo de tambor militar, remedando lo más lamentable de la occidentalidad?
¿Y las mujeres? Ellas pueden aspirar a ser waripoleras, ¡viva la despatriarcalización!
¿Alguna autoridad educativa habrá calculado cuántas horas lectivas se destinan a ensayar las bandas de guerra, a entonar los himnos, a marchar de manera realmente marcial, en último término a remedar estilos occidentales -por lo demás ya superados en el Occidente histórico-, y en cambio cuántas horas lectivas se dedican a la comprensión de lo que es en realidad esa patria, de lo que fueron sus orígenes fallidos y de lo que supone su supuesta refundación?
Porque lo más triste es que la gran mayoría de esos soldaditos de la patria -y de sus lindas waripoleras- es que, a fin de cuentas, resulta que no saben leer (que no es lo mismo que deletrear), como tampoco saben analizar, ni saben planificar. Ah, pero saben marchar, y tienen una emocionante banda de guerra (¿será que con bandas de guerra se construye una cultura de paz?).
Por lo demás, es evidente que de esto somos responsables todos, no sólo el magisterio y las juntas escolares, no sólo los directores de unidades educativas y las autoridades del ramo, no sólo el Gobierno y sus Fuerzas Armadas.
A fin de cuentas, somos responsables toda la sociedad civil, es responsable toda una población que se emociona mirando desfiles insulsos mientras contempla pasivamente nuestro absurdo proceso de urbanización caótica, nuestra pérdida constante de terreno agrícola, la desaparición de nuestros bosques, la extracción salvaje y depredadora de nuestros recursos, el crecimiento desaforado del contrabando, la multiplicación acelerada del tráfico de personas y del asesinato impune de mujeres, la saturación de los hogares de niños y niñas sin perspectivas en la vida, la competencia despiadada por acumular… ¿Será realmente esa la patria que celebramos cada 6 de Agosto? Personalmente prefiero el 22 de enero, lo que no sé es cómo celebrarlo…
El autor es miembro del Colectivo Urbano por el Cambio (CUECA) de Cochabamba
Síguenos en Facebook https://www.facebook.com/escuelanacionaldeformacionpolitica
Síguenos en Facebook https://www.facebook.com/escuelanacionaldeformacionpolitica
y Twitter @escuelanfp
Rellene el siguiente formulario para suscribirse.
Sigue la colonialidad aplaudida en cada desfile por autoridades y espectadores
ResponderEliminar